El Gran Monarca Rey por Cristo
(Paráfrasis del cap. X del Apocalipsis) (I)
I.— Y vi otro Ángel, un Gran Monarca, un enviado de Dios para regenerar el mundo; Ángel fuerte, por su fe, su celo, su doctrina, su constancia, su ingenio, su saber, su fortaleza y su poderío; Ángel fuerte, porque Dios estará con él para que venza por las armas a todos los tiranos, todas las repúblicas, todos los cismas y herejías, y someta el mundo a su imperio, que será el de Cristo reinando en la sociedad; Ángel que bajaba del cielo, esto es, de la Iglesia Católica: primero porque en castigo de sus pecados será humillado ante ella, y segundo porque pertenecerá a la jerarquía eclesiástica; de la cual, convertido con la eficacia de San Pablo, bajará a ceñirse la espada en nombre del Dios de los ejércitos que le envía después de haber luchado con la pluma. Baja de la Iglesia envuelto por una nube de obscuridad, de humildad, de abnegación, de misterio y de secreto, para que sea abatido y no conocido hasta que llegue el día señalado.
Vi en su cabeza un arco iris, prenda de la paz que ha de dar á los hombres, señal de reconciliación con Dios y manifestación espléndida de la sabiduría con que hará contribuir al reinado de la paz y la justicia todas las ciencias, todos los adelantos y progresos. Su rostro era como el sol, en lo cual vi significado el esplendor de su justicia, de su gloria imperial, de su inteligencia y su saber, de su celo por la Religión y la Patria, de su caridad para con los frágiles y de la supremacía con que en todo brillará entre todos los príncipes del mundo, que serán sus aliados o vasallos.
Sus pies eran como dos columnas de fuego, porque en lenguaje bíblico los pies significan la extensión y poderío de un imperio, y porque este embajador celestial, ardiente y brillante por su fe y su ciencia, como la columna de fuego que guio a Israel, será con su imperio guía y firme sostén de la Iglesia y de la paz universal.
II.— Y tenía en su mano un librito abierto, esto es, los Cánones y decisiones de un Concilio Ecuménico, continuación del Concilio del Vaticano, que se celebrará por iniciativa y poder de este Gran Monarca, especialmente para reformar al Clero, y cuyas disposiciones hará cumplir con todo rigor: por lo cual se dice que tiene el librito en su mano.
El libro es pequeño, librito, no por lo que contiene, sino por su poco volumen, pues en poco texto abarcará mucho y será más claro que los Concilios pasados, especialmente por la reforma que hará y llave que dará para interpretar las Sagradas Escrituras; y asimismo sus frutos, con harto menos trabajo, serán mayores que los de todos los Concilios: por todo esto se dice que el librito está abierto.
Representa también este librito el Apocalipsis, cuya parte histórica será perfectamente explicada por obra del Monarca sabio y poderoso, y las profecías de los siervos de Dios, que son meros comentarios apocalípticos; y asimismo representa la constitución o ley fundamental que dará a su pueblo y al mundo para extirpar de raíz los males pasados.
Y puso el Ángel su pie derecho sobre el mar, en señal de que sus flotas lo dominarán de polo a polo, venciendo con poco aparato de naves, pero con fuerza incontrastable, todas las armadas enemigas; y su pie
izquierdo sobre la tierra, porque en ésta no ha de dominar sin que preceda su poderío naval, y porque siendo su fuerza menor en tierra que en mar, por tierra será más acometido y le costará más trabajo dominarla; pero la dominará con el auxilio de Dios, según se ha dicho al declarar que por los pies se entiende la extensión y el poderío de un imperio.
La dominará, sobre todo, en virtud de la Santa Cruz que llevará en sus banderas. Cruzados serán sus ejércitos; la Cruz será su guía y su fuerza, de ella recibirá el poder contra todas las potestades del infierno y del mundo contra él conjuradas, y este es otro de los sentidos que encierra el librito que lleva en la mano, pequeño en apariencia y grande en virtud.
Puso su pie derecho sobre el mar, el pie más fuerte; y el más débil, o el izquierdo, sobre la tierra, porque aquí el mar significa la impiedad de todo género, movible y tempestuosa y difícil de dominar, y tierra significa la parte buena de los hombres, sólida y fácil de recorrer, por lo cual basta para ella el pie izquierdo.
III, IV.— Y clamó con una voz grande, a manera del león cuando ruge. Es decir, que una vez que empiece a reinar en su pueblo, y aun antes, clamará enérgicamente contra todas las podredumbres políticas, sociales y religiosas, declarando guerra implacable a todo mal. Su voz, como el rugido del león, que simboliza la Patria de este Monarca, llenará de terror á los malos, como el rugir del león aterroriza las fieras del desierto, por lo cual todos los precitos se conjurarán contra él.
Asimismo esta gran voz representa los edictos y leyes que dará y hará ejecutar en beneficio de la Fe Católica y de la sociedad civil, con rabia y espanto de los malos.
Y así que hubo clamado, siete truenos hablaron sus voces o estallaron, esto es, estalló la voz de los siete pecados capitales por boca de los impíos, que tratarán de resistirle por todos los medios, levantando contra él una horrible tempestad de odios, calumnias y asechanzas, y volviendo en guerra contra él las siete armas con ayuda de los siete demonios o siete cabezas de la bestia; pero todo inútilmente, porque el Monarca fuerte será en todas las cosas protegido por el Dios de los ejércitos que le dará la victoria.
Y así que los truenos hubieron estallado, iba yo a escribir lo que dijeron, y oí una voz del cielo que me dijo: sella lo que han hablado los siete truenos; escribe que han hablado, sí; pero lo que han dicho no quieras escribirlo, porque no conviene se descubran antes de hora los secretos que atañen a la repentina aparición del Gran Monarca y la furiosa persecución que padecerá; no conviene se disipe la nube en que viene envuelto, y menos que se divulgue el modo como aterrará a los malos con siete truenos correspondientes a las siete edades, y a los siete candelabros o espíritus de Dios, y a las siete principales virtudes con que combatirá los siete vicios.
Por otra parte, así que todos los impíos y tiranos a una se conjuren como una tempestad contra el Gran Monarca, y le denigren con sus diatribas y calumnias, y preparen contra él todas las armas, los fieles vasallos y todos los amigos de este Príncipe querrán defenderle por escrito, y él mismo quedará afligido de tanta infamia; pero una voz del cielo, esto es, de la Iglesia, la voz del Papa legítimo, dirá a unos y otros: no os aflijáis, no os conturbéis, despreciad la mentira, tenedla por lo que vale, y preparaos a rechazar la fuerza bruta con la fuerza santa para que triunfe la Causa de Dios; y entonces,
V, VI, VII.—El Ángel que vi estar sobre el mar sobre la tierra, el Gran Monarca cuya dominación universal empezaba, levantó su mano al cielo, de donde le venía su gran poder, lo mismo que su autoridad, lleno de celo por su Dios ultrajado y por el bien de su Patria y del mundo todo, lleno de ardor por el triunfo de la fe y de la ciencia, juró por el que vive en la tierra y cuanto hay en ella, y el mar y cuanto él contiene, que ya no habrá más tiempo para los enemigos de Cristo, cuyos días están contados. Contra ellos se lanzará con ímpetu incontrastable por aire, tierra mar, testigos de su grandioso juramento; acabará con todas las herejías, con todos los errores, con todas las sectas, con todos los corruptores y todos los tiranos.
No; ya no habrá más tiempo para que se cometan los males sociales y religiosos que corrompieron y ensangrentaron las edades pasadas, sino que todos serán echados al infierno; porque si bien los males surgirán de nuevo al fin de la edad sexta o del Gran Monarca, sea en los días del séptimo Ángel, cuando este empiece a sonar su trompeta, ya no será para que dominen por siglos las naciones como antes, sino por el breve tiempo del Anticristo; y de esta suerte se consumará el misterio de Dios, esto es, lo que Dios nos ha anunciado por sus siervos los profetas, tan menospreciados de esta generación incrédula y frívola. Después de lo cual habrá todavía un tiempo, cuya duración no se sabe, y que algunos extienden a mil años, no con el espíritu herético de los milenarios, sino con espíritu de verdad y de fe.
Se consumará el misterio de la acción de Dios en los siglos pasados cuando el séptimo Ángel empiece a tocar la trompeta; no se sabe cómo será después el mundo, ni cuánto durará, pues el ángel no hace más que empezar. Ni siquiera los ángeles del cielo saben cuándo será el día en que Dios juzgará al mundo.
VIII, IX, X.—Así que el gran Monarca triunfe de todos los enemigos del orden, consagrará todos sus esfuerzos al esplendor del librito abierto que en su mano lleva. Por eso yo, representando toda la Iglesia militante, oí la voz del cielo que hablaba otra ved conmigo y decía: Anda y toma el libro abierto de la mano del Ángel que está sobre la mar y la tierra. El Pastor Angélico, un Pontífice santísimo, pronunciará las alabanzas de su hijo el Monarca fuerte, lo coronará Emperador de Oriente y de Occidente, y sancionará las grandes reformas debidas a este Emperador universal mandando severamente que sean de todos aceptadas: reformas no sólo eclesiásticas, sino sociales en todos los ramos de la vida, la ciencia y el arte, las cuales serán recibidas por los hombres de mano del Monarca por Dios enviado, esto es, impuestas por su poder para la felicidad de todos los hombres.
Fui, pues, al Ángel, pidiéndole que me diera el libro, como irán todos los fieles, pues, entonces todos serán fieles, y me dijo: Tómalo y devóralo, y llenará de amargura tu vientre, esto es, tu carne, tus pasiones, tu naturaleza corrompida, tus miembros pecadores; pero en tu boca será dulce como la miel, quiere decir, será dulce a tu espíritu, a tu fe, a tu celo por la gloria de Dios, a tus miembros justos, porque la doctrina pura, la moral santa, tanto son amargas para los malos como dulces para los buenos.
Tómalo y devóralo es mandato imperativo, porque mandato será y no consejo aquel por el cual se imponga este libro a los hombres. Y en verdad, entonces recibí el libro de mano del Ángel y lo devoré, esto es, lo estudié y practiqué con santo afán, y era en mi boca dulce como la miel; pero así que lo hube devorado, quedó mi vientre lleno de amargura, quedaron mis concupiscencias abatidas, con gran pena de mi parte inferior.
XI.— Y me dijo el Ángel: es necesario que de nuevo profetices a las naciones, y pueblos, y lenguas, y a muchos reyes. «No se ha hecho esta paz para que estemos ociosos, dirá el Gran Monarca; es menester que de ella se aprovechen los ministros de Dios para llevar la luz del Evangelio a los países más apartados y desconocidos, para que de todo el mundo se forme un solo rebaño y un solo pastor.
«Id y evangelizad: dulce como la miel es la paz, dulce el descanso después de las fatigas pasadas, y amargo y duro el trabajo en tan lejanos países; dulce la felicidad social y religiosa de que gozamos, y amargo y terrible el tiempo que a esta época seguirá; pero tanto mayor debe ser vuestro afán por el arraigo de la verdad y la evangelización de todo hombre, cuanto mayores fueron los estragos que pasaron y más temibles se presentan los que han de acompañar al Anticristo.
»Mucha es la labor que nos queda: es necesario seguir profetizando a las naciones, y pueblos, y lenguas, y a muchos reyes; vosotros con la Cruz y la palabra, yo con la Cruz y la espada».
Asimismo aquel Monarca sabio hará que todas las ciencias sigan profetizando, esto es, descubriendo con nuevas y espléndidas razones su absoluta conformidad con la Fe. El Dios de las ciencias las bendecirá, y nunca el progreso humano habrá tenido tal período de desarrollo. Los inventos que se harán exceden ahora toda previsión.
Así, con este admirable acuerdo, procederán entonces la Iglesia, la Ciencia y el Imperio.
Este es el Gran Monarca español anunciado por San Isidoro, San Vicente Ferrer, Santa Brígida, San Alfonso Rodríguez, San Nicolás, cien otros santos y las Sibilas; éste el gran Crucífero y fundador de la orden religioso-militar de los Crucíferos, profetizado por San Francisco de Paula y mil profetas más; éste El hombre que se necesita y por el cual todos claman hoy; éste el Restaurador de todo en Cristo; éste el Padre de los pobres y protector de los desvalidos; éste el que ha de llevar la Patria a la cumbre de la gloria, el Estado a la cumbre de la grandeza política, la Nación a la cumbre del poderío, el Pueblo a la cumbre de la felicidad posible en esta vida. Este es el Gran Monarca que Dios nos guarda, objeto de las profecías más estupendas; éste es el Gran Españolista. ¡Cuándo vendrá el gran españolista! Mitte, Domine, quem missurus es...
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(I) Compendio de todo cuanto los Profetas anuncian del Gran Monarca, especialmente el Venerable Holzhauser en el capitulo X de sus autorizadisimos y proféticos Comentarios sobre el Apocalipsis
APOLOGÍA DEL GRAN MONARCA
P. José Domingo María Corbató
Biblioteca Españolista
Valencia-Año 1904