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martes, 9 de mayo de 2023

¿Es la Madre Teresa de Calcuta una Santa?


Marian T. Horvat, Ph.D.

Reseña del libro de Mother Teresa: El Caso de la Causa de Mark Michael Zima.
Nashville: Cold Tree Press, 2007, 268 pp.



Hace algunos años, en una reunión de familia y amigos, de pronto me di cuenta de que había cometido un error casi imperdonable. Me preguntaron por la santidad de la Madre Teresa. Mis objeciones se basaron en ciertas declaraciones que había hecho y que a mí me sorprendió por su indiferencia religiosa. Por ejemplo, en 1997, dijo a un reportero de AP: "Por supuesto que hay que convertir. "Convertirlo a ser un mejor hindú, o un mejor musulmán, o un mejor protestante Una vez que haya encontrado a Dios, le toca a usted decidir cómo adorarle" ("Madre Teresa menciono otras religiones," AP, 7 de septiembre, 1997).

Pero los familiares y amigos que se reunieron alrededor de la mesa no quieren discutir la ortodoxia. “Por supuesto que es una santa” proclamo un familiar con indignación acalorada. “Mira cómo cuida de los pobres, incluso los leprosos”. Otro saco a la luz como prueba de la santidad su valiente oposición al aborto. Sin embargo, otro señaló, el apoyo indiscutible que Juan Pablo II le dio por su trabajo. Y así.

En ese momento, yo no tenía a mano los datos necesarios para contrarrestar la justificación y la reacción que se elevó a continuación - y todavía se eleva hoy - “la santa de Calcuta” todo el mundo llama hoy, lo haría y sería capaz de responder mucho mejor, gracias en parte a un libro que leí recientemente por el Sr. Mark Michael Zima titulada Mother Teresa: el Caso de la Causa.

Evangelio de la Madre Teresa

Mark Zima, ex hermano de dos comunidades religiosas, no pretende demonizar a la Madre Teresa. Alaba sus obras de misericordia corporales, su misión de cuidar a “los más pobres entre los pobres”, a los leprosos en la enfermería, para salvar a los marginados, para enterrar a los muertos. Lo que se cuestiona son sus obras de misericordia espirituales, sobre todo para convertir al pecador, para instruir a los ignorantes, y para aconsejar al que duda.

Tampoco niega Zima las personas que se benefician de algunas de sus palabras o ejemplo. Se aplaude su postura a favor de la vida y el valor para reprender a los líderes mundiales en este tema. Lo que se cuestiona es su fidelidad al centenario carácter misionero de la Iglesia, que tiene por objeto llevar a todos los hombres a Jesucristo y a la Iglesia, Una, Santa, Católica Apostólica Romana que fundó. En su libro, el lector encontrará no sólo uno o dos, sino muchos casos de una enseñanza diferente defendida por la Madre Teresa: “Puedes convertirte a ser un mejor hindú, un mejor católico, musulmán, Jain o budista” (p 4.). La impresión es, por supuesto, que hay muchos caminos para la salvación, una creencia claramente condenada por la Iglesia Católica.

Aclamada por su labor humanitaria. 
Pero ¿qué pasa con su doctrina católica?

En esta misma línea, el autor cita numerosas citas de la Madre Teresa que proponen que Dios puede ser adorado como Shiva, Alá, Vishnu o Brahma. Lo importante, de acuerdo con su enseñanza, no es la religión a la que la persona pertenece, si no si él, o ella es una persona “buena”. Por ejemplo, se afirma: “Algunos lo llaman Alá, otros simplemente Dios. Pero todos tenemos que reconocer que es el que nos hizo para las cosas más grandes: amar y ser amado (pp. 4-5)”. Esto, sin embargo, es un error liberal y modernista condenado por el Syllabus, Pascendi y muchas otras enseñanzas papales antes del Vaticano II.

Las contradicciones...

Sr. Zima admite que gran parte de lo que Madre Teresa dijo es ortodoxo, citando las frases que mencionan normalmente aquellos que defienden con pasión su ortodoxia. Pero señala contradicciones preocupantes en su enseñanza. Por ejemplo, ella con razón afirma, “predica sólo a Cristo y Cristo crucificado.” Sin embargo, en su discurso ante las Naciones Unidas en 1985, la Madre Teresa le dijo al mundo algo completamente diferente: “No hay color, ni religión, ni la nacionalidad debe interponerse entre nosotros. Todos somos hijos de Dios”(p. 6).

Rezando ante la tumba de Gandhi.

La Madre Teresa dice a menudo que todas las almas tienen que ser convertidas, lo que parece ser buena doctrina si se supone que la conversión es a la fe católica. Pero, por el contrario, dijo que su objetivo era “hacer el cristiano un mejor cristiano, el musulmán un mejor musulmán, y un hindú un mejor hindú”. Esto se hace eco de las enseñanzas de Mahatma Gandhi y Sri Ramakrishna que todas las religiones son verdaderas (pp 29-31). No es, sin embargo, la enseñanza católica.

La Madre Teresa a menudo decía que le quería dar a Jesús a todos, que Cristo era el camino a la salvación, que es absolutamente cierto. Pero, al mismo tiempo ella dijo que los no católicos podían reemplazar el nombre de Jesús por Dios: “Se podría reemplazar a Jesús por Dios si no es cristiano” (pp 79-80.). De nuevo, otro error condenado por el Syllabus de Pío IX y Pascendi de San Pío X (pp. 71-72).

El billete para San Pedro

Otra contradicción desconcertante que Mark Zima examina en el capítulo VII respecto a la afirmación repetida de la Madre Teresa que “su misión no era convertir.” La Madre Teresa y sus hermanas dijeron que ayudaron a los moribundos para recibir los rituales de sus diversos credos: “para los hindúes, el agua del Ganges en sus labios; para los musulmanes lectura del Corán; para la cristiana, los últimos ritos”(p. 142).

Al mismo tiempo, hablando en el Vaticano en 1992 se jactó de que todos aquellos que había tenido y murieron en su refugio en Calcuta “recibieron el billete especial para San Pedro” (p. 126). Ese billete es el nombre para el bautismo, así, un bautismo de tipo ...

De acuerdo con la fundadora de las Misioneras de la Caridad, la política fue pedir a los que estaban a punto de morir “si quieren una bendición por la cual serán perdonados sus pecados y ellos verán a Dios”(p. 127). Si estaban de acuerdo, y al parecer la mayoría estaba de acuerdo, las hermanas ponían un paño húmedo en la cabeza de la persona y decían en voz baja las palabras del bautismo (p. 127).

Las preguntas deben ser respondidas por su 
inter-confesional "billete para San Pedro"

Hay problemas obvios con dicho procedimiento. Las preguntas deben plantearse si este procedimiento extraño es un bautismo válido. En primer lugar, para un bautismo válido, el agua debe ser aplicada por aspersión, inmersión o vertido. ¿Poner un paño húmedo en la frente es cumplir con la regla?

En segundo lugar, la fórmula del bautismo debe decirse en voz alta en una voz audible, y no está claro si las hermanas lo hicieron.

En tercer lugar, para que los adultos puedan estar dispuestos adecuadamente para el bautismo, tienen que expresar claramente su deseo de abrazar la fe católica como la única fe verdadera revelada por Dios. Es casi seguro que este requisito no se cumple en el “billete para San Pedro” administrado por la Madre Teresa y sus monjas. Claramente, hindúes, musulmanes y agnósticos que nunca han sido instruidos en la fe católica y que no aceptaron a Jesucristo no están dispuestos correctamente.

Por lo tanto, Mark Zima llega a la conclusión, hay que preguntarse si la Madre Teresa violó la preparación, forma y requisitos para el bautismo (pp. 129-130). En lugar de instruir a los paganos en la fe católica, ¿está bien propagar la fe por medio del engaño y los Sacramentos encubiertos? Estas graves preguntas deberían haber sido examinadas cuidadosamente en un proceso de canonización.

Otras enseñanzas problemáticas

El autor plantea todavía problemáticas, otras enseñanzas de la Madre Teresa, al contrarrestarlas con las enseñanzas de los Papas anteriores, Santos y Doctores de la Iglesia. Permítanme mencionar algunos:

Dios esta como encarnado en cada ser humano. La Madre Teresa habló a menudo de que Dios esta encarnado en cada uno de los pobres que cuido. En cuanto al aborto, dijo “Cuando destruimos un niño no nacido, destruimos a Dios.” De hecho, el aborto es terrible porque es un crimen terrible, el asesinato de un niño. Pero, como señala el Sr. Zima, sólo “un panteísta creería que la destrucción de un niño no nacido es la destrucción de Dios” (pp. 54, 88-111).

La naturaleza del hombre es buena. Cuando la Madre Teresa insiste, como lo hizo, que el hombre no nace con el mal, es difícil no interpretar esto como una negación del dogma del pecado original (p. 43).

La primacía de la conciencia. La Madre Teresa dijo que lo importante era la reflexión individual y creer que su camino es el único camino a Dios: “El hombre es libre para abrazar la religión que le da paz, alegría y amor. No hay libertad si una persona no es libre de elegir de acuerdo a su propia conciencia”(pp. 32, 168).
El relativismo de sus palabras es claro: “Si el individuo piensa y cree que su camino es el único camino a Dios, entonces ese es su camino de salvación” (pp 74-75.).

La puerta ancha al cielo. Contrariamente a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, que nos advierte de que la puerta del cielo es estrecha (Mt 7, 13-14), La Madre Teresa a menudo consoló a personas asegurándoles que “vamos a reunirnos con todos nuestros amigos y familiares que murieron antes, todos en el Cielo, budistas, musulmanes, protestantes - todos fueron a la casa a Dios (p 123-125.).

¿En caso de que la Madre Teresa puede ser considerada una santa?

¿Fue lo que dijo la Madre Teresa, hizo y enseñó en cuanto a la fe católica lo que se ha “creído en todas partes, siempre y por todos (ubique, semper, ab omnibus)? Esta es la cuestión en el punto crucial del libro de Mark Zima: ¿Debe ser canonizada la Madre Teresa?

Al recibir el Premio Nobel de la Paz en Oslo en 1979.
Glorificada en la tierra. ¿Es realmente glorificada en el cielo?


Permítanme ofrecer un poco de historia sobre el tema. El 19 de octubre de 2003, Juan Pablo II beatificó a la Madre Teresa de Calcuta, que murió en 1997. El proceso que conduce a la beatificación fue el más corto de la historia moderna. Menos de dos años después de su muerte, él renunció al periodo de espera normal de cinco años y permitió la inmediata apertura de su causa de canonización. Así que la pregunta de Zima es oportuna. ¿Fue el proceso demasiado rápido? ¿Es necesario que el caso fuera examinado con más cuidado a la luz del dogma católico?

Para responder a esta pregunta, se le pide al lector dejar de lado cualquier vínculo emocional con la monja y su labor de asistencia a los pobres, y examinar sus palabras y acciones a la luz de la enseñanza constante e inmutable de la Iglesia Católica. Se debe preguntar a sí mismo objetivamente, ¿Puede la enseñanza de la Madre Teresa estar en armonía con el Magisterio de la Iglesia?

El lector debe recordar que todas las obras, palabras y acciones de un candidato a los altares deben demostrar que son ortodoxos. Bajo esa luz, uno simplemente no puede afirmar de manera inequívoca que la Madre Teresa es una santa.

En su capítulo final, el Sr. Zima afirma que los católicos tienen el derecho y el deber, por el amor a la Fe, de dirigirse a la Congregación para la Causa de los Santos, pidiendo que la causa de la Madre Teresa sea re-examinada con más cuidado y objetivamente, el aumento de las objeciones presentadas en su libro. (1) Creo que es una buena propuesta porque es un asunto muy serio el que está en juego en este caso. Es la integridad misma de la fe católica.

Canonizar a la Madre Teresa es cumplir el deseo progresista de un nuevo criterio para hacer santos. Un criterio que, haciendo caso omiso de la firmeza doctrinal, se basa únicamente en la buena voluntad y la caridad para con nuestros semejantes. Con su canonización, habríamos dado un paso más para establecer una lista común de los Santos con las otras religiones, el "martirologio común", acuñado por Juan Pablo II en la Encíclica Ut unum sint (n. 84). ¿Cuál será el próximo? ¿La rehabilitación de Lutero?

Canonizar a la Madre Teresa plantea una grave cuestión: ¿Ha cambiado la fe católica, que no puede cambiar, de hecho? Para aceptar su enseñanza hay que renunciar a la oposición doctrinal a las falsas religiones. A pesar de sus buenas obras, sus palabras y acciones implican la muerte de la militancia y el verdadero espíritu misionero en la Iglesia Católica.

Le recomiendo la lectura de este importante libro. No es sólo un objetivo, examen honesto de la vida y la causa de Madre Teresa, sino también una obra de referencia invaluable que establece las enseñanzas de los Santos, Papas y Doctores de la Iglesia Católica.


(1). Atender las congregaciones: Congregación para las Causas de los Santos, Piazza Pio XII 10, 00193 Roma, Italia


Traducido con google, con algunas correcciones.

sábado, 4 de febrero de 2023

Cómo y por qué Ratzinger fue un adalid del modernismo. Carta a Aldo María Valli

 


Queridos amigos del blog Duc in altum: soy consciente de que entre los lectores del blog hay muchos que profesan un sincero cariño a Benedicto XVI. Yo también. Por ello, si me he decidido a publicar la siguiente carta no es por falta de respeto, ni mucho menos para aumentar una ya crecida confusión. Simplemente considero que el fallecimiento de Joseph Ratzinger pone punto final a una época, y que ha llegado el momento de hacer análisis desapasionados. Análisis que pueden causarnos desconcierto y hasta dolor, y son sin embargo necesarios para entender cómo hemos llegado a la actual situación. Naturalmente, y como siempre, invito a todos los lectores a presentar sus valoraciones y opiniones escribiéndome a blogducinaltum@gmail.com

Carta de Antonio Polazzo

Estimado Aldo Maria Valli:

Como tantos otros, yo también he meditado en los últimos días sobre la vida que Josef Ratzinger vivió en este mundo, recientemente concluida tras la cual partió inmediatamente (y no como juez) a la eternidad.

A la luz de su vida pública, lo que más me duele es no haber observado el más mínimo gesto en él, ya sea indirecta o condicionalmente, o de lejos, que expresase una retractación pública o arrepentimiento de las acciones públicas que realizó contra la Fe.

Esta circunstancia ya me habría causado todavía más dolor si, como muchos creen (al contrario de lo que yo pienso, lo digo con toda franqueza), junto a tantas acciones contra la Fe católica hubiera realizado tantas otras por el bien de ella (me refiero únicamente a su vida pública, y por tanto a cuanto expresó e hizo públicamente).

Aunque me duele, en el fondo no me sorprende si es cierto eso de que genio y figura hasta la sepultura.

Me he preguntado cuánta luz habría podido aportar a su vida espiritual ese modernismo que, teniendo en cuenta sus acciones públicas, lo habría consumido, y que lo iguala a Bergoglio, Wojtyła y Montini, y  junto  al nivel intelectual, a Küng y a tantos supuestos gigantes de la Revolución como Congar, Rahner, Chenu, Martini, etc.

Pero es evidente que no tengo respuesta, porque ciertamente es difícil, por no decir imposible, saber cómo fue en realidad, ya que nadie puede acceder a los rincones más íntimos del corazón de los demás.

¿Y qué fue lo que hizo Ratzinger contra la Fe? La lista sería larguísima y creo que resultaría casi imposible hacer una enumeración exhaustiva, teniendo en cuenta la importancia y centralidad de los cargos que durante tantos años desempeñó Ratzinger en la religión del Novus Ordo. O sea, en el contexto de la iglesia conciliar, esto es, el Concilio Vaticano II, del que indiscutiblemente fue un gran promotor.

Podría poner algunos ejemplos para que se me entendiera, hablando de un simple fiel a otro. Pero creo que se podrían poner cientos de ejemplos. Iré poniéndolos al azar en orden cronológico.

Desde luego, antes que nada, me refiero a su aprobación incondicional y a la relativa enseñanza como obispo y más tarde como papa de las heterodoxas doctrinas del Concilio (por ejemplo en lo que se refiere a la libertad de culto) y al Novus Ordo Missae, que puede calificarse como Misa del Concilio, como la llamaba monseñor Lefebvre, misa de Lutero. Es un tema clásico del Tradicionalismo y no me parece este el momento para explayarme sobre el asunto. En todo caso, vale la pena recordar algunas cosas: a) que Joseph Ratzinger, como perito de sensibilidad notoriamente progresista del cardenal Frings, fue uno de los protagonistas del Concilio, y se esforzó con mucho empeño por revolucionar la Iglesia; b) que él mismo afirmó que la constitución sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo (Gaudium et spes) «significa (junto con los textos sobre la libertad religiosa [Dignitatis humanae] y sobre las religiones mundiales [Nostra Aetate]) una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de Antisyllabus». [1]; c) que el propio Ratzinger reconoció que no había cambiado desde entonces [2].

Estimulado por la entrevista que usted, Valli, le hizo a un viejo colega de Ratzinger, el profesor Hans Küng (aquí), recuerdo cómo colaboró Ratzinger al desmantelamiento del Santo Oficio. Dice Küng:

 «Durante el Concilio los dos estuvimos en primera línea con la mayoría progresista, contra las tendencias conservadoras de la Curia Romana. Fue precisamente Ratzinger quien escribió el discurso en el que el cardenal Frings de Colonia reclamó enérgicamente la reforma del Santo Oficio y fue clamorosamente aplaudido al final». Además, no me da la impresión de que Ratzinger se haya mostrado jamás contrario a dicho desmantelamiento.

Cualquier fiel puede reconocer la incompatibilidad entre la Fe católica y el encuentro interreligioso de Asís de 1986. Veamos algunas cosas que dijo Benedicto XVI durante la conmemoración del vigésimo aniversario de aquel histórico acto:

 «Este año se celebra el vigésimo aniversario del Encuentro interreligioso de oración por la paz, convocado por mi venerado predecesor Juan Pablo II y que tuvo lugar el 27 de octubre de 1986 en esa ciudad de Asís. Como es sabido, no sólo invitó a aquel encuentro a los cristianos de las diversas confesiones, sino también a exponentes de las diferentes religiones. La iniciativa tuvo amplio eco en la opinión pública: fue un mensaje vibrante en favor de la paz y se convirtió en un acontecimiento que dejó huella en la historia de nuestro tiempo. [...] Entre los aspectos más característicos del encuentro de 1986, conviene subrayar que este valor de la oración en la construcción de la paz fue testimoniado por representantes de diferentes tradiciones religiosas, y esto no sucedió a distancia, sino en el marco de un encuentro. De este modo, los orantes de las diferentes religiones pudieron mostrar, con el lenguaje del testimonio, que la oración no divide sino que une, y que constituye un elemento determinante para una eficaz pedagogía de la paz, basada en la amistad, en la acogida recíproca, en el diálogo entre hombres de diferentes culturas y religiones».

En diversas ocasiones, Ratzinger predicó una doctrina errónea sobre la libertad religiosa, irreconciliable con la que enseña la Iglesia. Una de ellas fue en el discurso que pronunció el 28 de noviembre de 2006 en la Nunciatura Apostólica en Ankara con motivo de un encuentro con el Cuerpo Diplomático acreditado ante la República de Turquía: 

En todo país democrático corresponde a las autoridades civiles garantizar la libertad efectiva de todos los creyentes y permitirles organizar libremente la vida de su propia comunidad religiosa.  Como es obvio, deseo que los creyentes, independientemente de la comunidad religiosa a la que pertenezcan, sigan beneficiándose de esos derechos, con la certeza de que la libertad religiosa es una expresión fundamental de la libertad humana y de que la presencia activa de las religiones en la sociedad es un factor de progreso y de enriquecimiento para todos [...] Seguramente el reconocimiento del papel positivo que desempeñan las religiones dentro del cuerpo social puede y debe impulsar a nuestras sociedades a profundizar cada vez más su conocimiento del hombre y a respetar cada vez mejor su dignidad, poniéndolo en el centro de la acción política, económica, cultural y social. [4]

Es harto sabido, como se puede verificar por las imágenes, telediarios y boletines de las agencias noticiosas de la época [5], que durante su viaje a Turquía de 2006 Benedicto XVI visitó la Mezquita Azul de Estambul, donde, con la mano sobre el libro de oración musulmán que le presentó el imán, rezó descalzo a su lado mirando hacia La Meca.

En 2006, aludiendo a lo que afirmó el emperador bizantino Manuel II Paleólogo («Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su disposición de difundir por medio de la espada la fe que predicaba»), declaró:

«Lamentablemente, esta cita ha sido considerada en el mundo musulmán como expresión de mi posición personal, suscitando así una comprensible indignación. Espero que el lector de mi texto comprenda inmediatamente que esta frase no expresa mi valoración personal con respecto al Corán, hacia el cual siento el respeto que se debe al libro sagrado de una gran religión». ]6] Y en su discurso a la Curia Romana del 22 de diciembre del mismo año, afirmó: «La visita a Turquía me brindó la ocasión de manifestar también públicamente mi respeto por la religión islámica, un respeto, por lo demás, que el concilio Vaticano II (cf. Nostra aetate,3) indicó como la actitud que debemos tomar»]7]

El 23 de septiembre de 2011, en el discurso en la sala capitular del antiguo convento de los agustinos de Erfurt, con ocasión del encuentro con representantes del consejo de la iglesia evangélica alemana, elogió a Lutero, y además añadió:

«El pensamiento de Lutero y toda su espiritualidad eran completamente cristocéntricos. Para Lutero, el criterio hermenéutico decisivo en la interpretación de la Sagrada Escritura era: “Lo que conduce a la causa de Cristo”. Sin embargo, esto presupone que Jesucristo sea el centro de nuestra espiritualidad y que el amor a Él, la intimidad con Él, oriente nuestra vida».[8]

Me parece contrario a la Fe católica que en su blasón papal figure la mitra de obispo en lugar de la tiara (que simboliza la potestad pontificia). Cualquiera que esté de acuerdo en que en las cosas de la Fe la forma es sustancia (no sólo cuando la forma es suprimida por Bergoglio, sino también cuando lo hace Ratzinger) reconocerá en ello una señal de la doctrina de la colegialidad propuesta por el Concilio contra las prerrogativas del papa, en continuidad  con el gesto sumamente simbólico de Pablo VI de deponer la tiara (1964), y en todo caso con el de Francisco de poner en el anuario pontificio el título de Vicario de Cristo entre los títulos históricos. 

El 8 de abril de 2005 el cardenal Ratzinger dio públicamente de comulgar a fray Roger Schutz, monje protestante fundador de la comunidad de Taizé. Ello no sólo da una imagen terrible ante los creyentes, sino que supone un acto profundamente revelador de la mentalidad ratzingeriana (es un decir, porque todavía hay muchos que se obstinan en no querer ver quién era Ratzinger).

La comunidad de Taizé, que se encuentra en Francia, está integrada por hermanos procedentes de diversas sectas, y es un ejemplo palmario del falso ecumenismo condenado por la Iglesia. En 1982, Ratzinger escribió sobre Taizé: «Taizé constituye un magnífico ejemplo de inspiración ecuménica […] De parecida manera, debería ejercitarse también una comunidad de fe y de vida»[9]

En 2008 elogió a los EE.UU. como modelo ejemplar de laicidad:

«Lo que me encanta de Estados Unidos es que comenzó con un concepto positivo de laicidad, porque este nuevo pueblo estaba compuesto de comunidades y personas que habían huido de las Iglesias de Estado y querían tener un Estado laico, secular, que abriera posibilidades a todas las confesiones, a todas las formas de ejercicio religioso. Así nació un Estado voluntariamente laico: eran contrarios a una Iglesia de Estado. Pero el Estado debía ser laico precisamente por amor a la religión en su autenticidad, que sólo se puede vivir libremente. Así, encontramos este conjunto de un Estado voluntaria y decididamente laico, pero precisamente por una voluntad religiosa, para dar autenticidad a la religión. Y sabemos que Alexis de Tocqueville, estudiando la situación de Estados Unidos, vio que las instituciones laicas viven con un consenso moral que de hecho existe entre los ciudadanos. Me parece que este es un modelo fundamental y positivo. Por otra parte, hay que tener presente que en Europa, mientras tanto, han pasado doscientos años, más de doscientos años, con muchas vicisitudes. Actualmente, también Estados Unidos sufre el ataque de un nuevo laicismo, totalmente diverso. Así pues, primero los problemas eran la inmigración, pero la situación se ha complicado y diferenciado a lo largo de la historia. Sin embargo, me parece que hoy el fundamento, el modelo fundamental, es digno de ser tenido en cuenta también en Europa».[10]

Como vemos, abundan las imágenes en las que Ratzinger protagoniza encuentros ecuménicos o interreligiosos, y en los que incluso se lo ve rezando junto a miembros de sectas cristianas o de otras religiones. Y algo debería causar estupor a los que incluso desde esta perspectiva ven en Ratzinger una especie de antibergoglio, no faltan afirmaciones en las que manifiesta desprecio o condena a los tradicionalistas que en los años de Montini y de Wojtyła defendían la Misa de San Pío V y se oponían al Concilio. En Teoría de los principios teológicos escribió:

[...] Asistimos hoy al renacimiento de un nuevo integrismo, que sólo en apariencia garantiza lo estrictamente católico mientras que, en realidad, lo corrompe en su misma raíz. Hay una pasión propensa a la calumnia, cuya odiosidad está a mil leguas del espíritu del evangelio. Hay una fijación en la letra que declara inválida la liturgia de la Iglesia y se sitúa así, por su propia decisión, fuera de esta Iglesia [11].  Es preciso precaverse de descalificar tales procesos [de oposición al Concilio]. Es indudable que hay aquí zelotismo sectario, que es el polo opuesto del catolicismo[12].

La Operación Summorum Pontificum, que fue la manera ratzingeriana de mantener dentro del modernismo a los católicos que aman la Misa de San Pío V, hay que entenderla a la luz de este pensamiento. Cuando en una reciente entrevista monseñor Gänswein afirmó que lo que se proponía Benedicto XVI con el motu proprio Summorum Pontificum era «encontrar la paz interior, la paz litúrgica, para los que se sentían en casa en la Misa antigua para alejarlos de Lefebvre» [13], está claro que está diciendo eso mismo. Puede ser que para monseñor Gänswein la religión del Concilio no sea modernista, pero me parece imposible que quien esté convencido de lo que es no se dé cuenta de que la finalidad principal de Summorum era que los fieles estuvieran menos dispuestos a traicionar su fe en las filas del modernismo, o sea la doctrina, la Misa, el código y la mentalidad surgida del Concilio. Huelga decir que en la lógica de Summorum la aceptación del Concilio Vaticano II y la Misa de Montini era el requisito para que se pudiera autorizar la celebración en la forma extraordinaria, y la misma carta que acompañaba el motu proprio (la cual ponía de relieve el carácter vinculante del magisterio conciliar) no se olvidaba de manifestar: «Obviamente para vivir la plena comunión tampoco los sacerdotes de las Comunidades que siguen el uso antiguo pueden, en principio, excluir la celebración según los libros nuevos. En efecto, no sería coherente con el reconocimiento del valor y de la santidad del nuevo rito la exclusión total del mismo».[15]

Lo entiende perfectamente quien ha observado que Ratzinger autorizó la Misa Tradicional en latín, pero desde una perspectiva modernista, es decir, no por la Fe católica, sino porque esa Misa corresponde al gusto y sensibilidad de ciertas personas. [16]

Por último, no hay que olvidar que en los largos decenios del postconcilio, en los que la Roma modernista (como lo sigue haciendo) perseguía ardorosamente el objetivo de suprimir la Santa Misa (con cierta persecución y castigo de los sacerdotes que la defendían) quien desempeñó el cargo de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe fue durante mucho tiempo el propio Joseph Ratzinger.

Ignoro si, como usted sugiera (aquí) Joseph Ratzinger fue un hombre de cuyo ambiente curial era posible beneficiarse fácilmente. Realmente es difícil imaginar a quien en un principio había ejercido una función de gran relieve y en ofensiva contra la Tradición como perito en el Concilio, al mismo tiempo que de renombrado teólogo en varias universidades, más tarde arzobispo de Múnich (una de las más grandes diócesis del mundo, en el corazón de Europa) y por último prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como un mártir indefenso a la merced de unos astutos oportunistas que ocupaban cargos administrativos más o menos altos. [17]

Claro que, en todo caso, esto poco importa. Lo que siempre importa es la Fe. Y él fue un maestro indiscutible de los novadores de la fe.

Concluyo rogándole que no le quepa la menor duda de que, con toda sinceridad, no albergo ni he albergado jamás el menor resentimiento ni rencor hacia Ratzinger. Desde que se hizo saber que le faltaba poco para comparecer ante el Señor, he rezado por su alma, y ruego al Señor que haya podido concederle la gracia de la conversión antes del fin.

Sencillamente, como hablamos de una persona que ha tenido y sigue teniendo mucha influencia en la vida, y por la eternidad, de tantos fieles dados los cargos de los que ha sido materialmente titular y por la manera en que se lo representa mediáticamente, creo que se hace un mejor servicio a la verdad y al bien propio y el del prójimo diciendo las cosas tal como las veo, aun a riesgo de dar a algunos la impresión de que no tengo respeto humano.

P.D.: He procurado incluir la fuente de las citas que me ha parecido oportuno poner, pero por falta de tiempo no me ha sido posible a veces de manera completa indicando el número de página. Por un lado, no tengo motivos para dudar que las citas son correctas. Por otro, salta a la vista que se trata de una carta y no de un trabajo científico. En todo caso, presento mis disculpas al lector por lo que pueda faltar.

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[1] Cfr. J. Ratzinger, Teoría de los principios teológicos (1986)Si se desea emitir un diagnóstico global sobre este texto, podría decirse que [de Gaudium et spes, la constitución pastoral del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo] significa (junto con los textos sobre la libertad religiosa y sobre las religiones mundiales) una revisión del Syllabus de Pío IX,
una especie de Antisyllabus. […] Contentémonos aquí con la comprobación de que el documento juega el papel de un Antisyllabus y, en consecuencia, expresa el intento de una reconciliación oficial de la Iglesia con la nueva época establecida a partir del año 1789. […] Se fueron corrigiendo así, via facti, sobre todo en el espacio centroeuropeo, las posiciones de la Iglesia frente a la nueva fase de la historia abierta por la revolución francesa, tal como habían sido fijadas por los pontífices Pío IX y Pío X siguiendo criterios unilaterales condicionados por las situaciones concretas. De todas formas, no se llegó a una reorientación básica de las relaciones con el mundo que surgió de los acontecimientos de 1789. De hecho, en los países de fuerte mayoría católica seguía predominando en amplios círculos una óptica prerrevolucionaria. Hoy apenas nadie puede dudar que el concordato español y el italiano pretendían preservar, en demasía, una concepción del mundo que ya no respondía a las circunstancias reales. Y tampoco puede nadie discutir que a este aferrarse a una construcción jurídica de las relaciones entre la Iglesia y el Estado ya obsoleta respondían similares anacronismos en el ámbito de la enseñanza y en las relaciones con el método crítico histórico de la ciencia moderna.

[2] Véase a este respecto  V. Messori – J. Ratzinger, Informe sobre la Fe, pgs.22- 24, BAC Madrid 1985. Dice Messori: «En el Concilio, el joven teólogo Ratzinger participó como experto del episcopado alemán, conquistándose el aprecio y solidaridad de quienes en aquellas históricas sesiones veían un a ocasión preciosa de adecuar a los tiempos la praxis y la pastoral de la Iglesia. […] Confirmando su reputación de estudioso «abierto», en 1964 el profesor Ratzinger aparece entre los fundadores de
aquella revista internacional Concilium, que agrupa a la llamada “ala progresista” de la teología […] Hace veinte años, Joseph Ratzinger estaba allí, entre los fundadores y directivos de una publicación-institución que habría de convertirse en interlocutor crítico de la Congregación para la Doctrina de la Fe. ¿Qué supuso tal colaboración para quien iba a ser, con el tiempo, Prefecto del ex Santo Oficio? ¿Una desgracia? ¿Un pecado de juventud? Y entretanto, ¿qué ha ocurrido? ¿Un viraje en su pensamiento? ¿Un «arrepentimiento»? Se lo preguntaré como bromeando, pero su respuesta será rápida y seria: “No soy yo el que ha cambiado, han cambiado ellos». […] Y un poco más adelante afirma: «He tratado siempre de permanecer fiel al Vaticano II, este hoy de la Iglesia, sin nostalgias de un ayer irremediablemente pasado y sin impaciencias
por un mañana que no es nuestro”».

[3] Carta de Benedicto XVI a S. E. monseñor Domenico Sorrentino con ocasión del XX aniversario del encuentro interreligioso de oración por la paz (https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/letters/2006/documents/hf_ben-xvi_let_20060902_xx-incontro-assisi.html). Más adelante en la misma carta se ve que es peor el remedio que la enfermedad: «Para que no haya equívocos con respecto al sentido de lo que Juan Pablo II quiso realizar en 1986, y que se ha calificado con una expresión suya como espíritu de Asís, es importante no olvidar el cuidado que se puso entonces para que el encuentro interreligioso de oración no se prestara a interpretaciones sincretistas, fundadas en una concepción relativista. Precisamente por este motivo, desde el primer momento, Juan Pablo II declaró: «El hecho de que hayamos venido aquí no implica intención alguna de buscar entre nosotros un consenso religioso o de entablar una negociación sobre nuestras convicciones de fe. Tampoco significa que las religiones puedan reconciliarse a nivel de un compromiso unitario en el marco de un proyecto terreno que las superaría a todas. Ni es tampoco una concesión al relativismo de las creencias religiosas» (Op. cit., p.1252). Deseo reafirmar este principio, que constituye el presupuesto del diálogo entre las religiones que recomendó hace cuarenta años el concilio Vaticano II en la Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas (cf. Nostra aetate, 2). Aprovecho de buen grado la ocasión para saludar a los exponentes de las demás religiones que participan en algunas de las conmemoraciones de Asís. Al igual que nosotros, los cristianos, también ellos saben que en la oración se puede hacer una experiencia especial de Dios y encontrar estímulos eficaces para trabajar por la causa de la paz. En este aspecto también es preciso evitar confusiones inoportunas. Por eso, también cuando nos reunimos para orar por la paz es necesario que la oración se desarrolle según los distintos caminos que son propios de las diversas religiones. Esta fue la opción que se hizo en 1986, y sigue siendo válida también hoy. La convergencia de personas diversas no debe dar la impresión de que se cae en el relativismo que niega el sentido mismo de la verdad y la posibilidad de alcanzarla».

[4] Cfr.: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2006/november/documents/hf_ben-xvi_spe_20061128_diplomatic-corps.html y L’Osservatore Romano del 30.11.2006, pág. 7.

[5] Cfr. Por ejemplo (el que tengo más a la mano) este artículo del Pime:https://www.asianews.it/notizie-it/Nella-Moschea-blu-di-Istanbul-il-Papa-prega-per-la-fratellanza-di-tutta-l’umanit%C3%A0-7894.html .

[6] Benedicto XVI, Discurso en el encuentro con representantes del mundo de la cultura, aula magna de la Universidad de Ratisbona, 12 de septiembre de 2006, cfr.: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/it/speeches/2006/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20060912_university-regensburg.html#_ftnref3 ; véase nota 3.

[7] Benedicto XVI, Discurso a la Curia Romana, 22 de diciembre de 2006, cfr: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/it/speeches/2006/december/documents/hf_ben_xvi_spe_20061222_curia-romana.html.

[8] Cfr: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/it/speeches/2011/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20110923_evangelical-church-erfurt.html .

[9] J. Razinger, Teoría de los principios teológicos (1986).

[10] Benedetto XVI, 15.04.2008, Intervista ai giornalisti durante il volo diretto negli Stati Uniti d’America, cfr: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/it/speeches/2008/april/documents/hf_ben-xvi_spe_20080415_intervista-usa.html .

[11] J. Ratzinger, Teoría de los principios teológicos  (1986).

[12] J. Ratzinger, Teoría de los principios teológicos  (1986). Il sapore dei discorsi di Bergoglio sugli “indietristi” non è dunque una assoluta novità fra i novatori.

[13] Cfr: https://www.aldomariavalli.it/2023/01/04/ganswein-la-traditionis-custodes-e-il-cuore-spezzato-di-benedetto-xvi/

[14] Eso espero; puedo también suponerlo.

[15] Benedicto XVI, 7 de julio de 2007, Carta a los obispos que acompaña la carta apostólica motu proprio data Summorum Pontificum sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma efectuada en 1970, cfr: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/it/letters/2007/documents/hf_ben-xvi_let_20070707_lettera-vescovi.html.

[16] Cfr. monseñor Donald Sanborn (https://inveritateblog.com/2023/01/13/the-death-of-ratzinger/): «Fomentó la Misa Tradicional en latín, pero desde una perspectiva modernista, es decir, porque esa Misa corresponde al gusto y sensibilidad de ciertas personas».

[17] Con todo, que fuera un hombre de pensamiento más que de acción, influye tal vez en el sentido de la impresión que Ud. tenía.​
(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Original)