domingo, 29 de octubre de 2023

miércoles, 25 de octubre de 2023

Milagros del Escapulario: El Beato Claudio La Colombiere y el Santo Escapulario del Carmen



El Beato Claudio La Colombiere y el Santo Escapulario del Carmen

Al famosísimo Padre La Colombiere, de la ínclita Compañía de Jesús, beatificado por el Sumo Pontífice Pío XI, se le llama, con harta razón, el apóstol de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús; pero con muchísima más razón le deberíamos llamar el gran apóstol del Santo Escapulario del Carmen, puesto que de su pluma de oro salieron las más dulces y convincentes palabras al hablar de la devoción al Santo Escapulario del Carmen. Decía el sublime orador, haciendo saltar de júbilo las seculares piedras del templo de Nuestra Señora de París: “Grandes y sublimes cosas se han dicho acerca de las bienandanzas que nos vienen con ser devotos de María Santísima; pero yo quiero deciros ahora algo más grande a favor de los que lleváis impuesto el Santo Escapulario del Carmen. No basta el decir que esta santa librea es señal de predestinación. Es algo más, es más que eso: El Santo Escapulario del Carmen es la gran señal de predestinación, es la más cierta señal de bienaventuranza eterna entre todas las diversas señales de predestinación que conocemos. ¿A qué devoción, por tanto, nos abrazaremos con más cariño, con más celo y con mayor perseverancia que a ésta?”

Y a los pecadores obstinados les decía: “Si todas las gracias que sobre vosotros derrama a manos llenas la Santísima Virgen no logran convertiros, si sois sordos a tantas voces y ciegos a tanta luz, si os obstináis en morir impenitentes, no lo dudéis: moriréis réprobos. Sí, hermanos míos, moriréis en las garras de la impenitencia final, pero en este caso es imposible que podáis morir vestidos con el Santo Escapulario de la Virgen. Porque si María Santísima no logra, por vuestra criminal obstinación, arrancaros del lodazal de vuestra culpa, Ella arbitrará algún medio para despojaros entonces de su santa librea. Vosotros mismos, ¡oídlo bien!, vosotros mismos, con vuestras propias manos, os arrancaréis el Santo Escapulario del Carmen antes de morir con él en las garras de la impenitencia final”.

Así le aconteció a aquel desgraciado suicida que se arrojó desesperadamente al agua para morir ahogado. Llevaba al cuello el Santo Escapulario del Carmen y le era imposible sumergirse. En vano se esforzaba el infeliz en descender al fondo de las aguas; las mismas aguas le sostenían a flote, contra su voluntad. Y admirado de aquel prodigio, que tanto brillaba en medio de las negras sombras de su desesperación se persuadió de que el Santo Escapulario era el talismán divino que le cerraba la boca del infierno. No obstante lo cual, el desdichado cerró los ojos a tanta luz y los oídos a aquella voz tan elocuente, arrancándose de su pecho el bendito Escapulario. Y, haciendo luego por cuarta o quinta vez un nuevo y supremo esfuerzo para ahogarse, aconteció que las mismas aguas que antes se habían cerrado para mantenerle a flote, entones se rasgaron y abrieron para tragarle.

El suicida logró morir pecando, pero no pudo lograr morir hasta despojarse del Escapulario del Carmen, santa librea de salvación, con la cual nadie puede morir sin morir en gracia. In quo quis moriens aeternum non patietur incendium.

No se puede concebir página más sublime y sentida que la brotada de la pluma de oro o mejor, del corazón de fuego, todo pureza y santidad, e impregnado del amor más ferviente a María, que sintiera desde niño el Santo Padre La Colombier, a quien tenemos hoy la dicha de venerar en los altares.

Para que nada le faltase en sus facetas o irisaciones de santidad a este fúlgido brillante ignaciano, se distinguió, cual todos los hijos del ínclito Ignacio de Loyola, por su amor delirante a la Virgen del Carmen y por difundir por doquier con su celo de apóstol la devoción más tierna al bendito Escapulario del Carmen (1).

(1) Sermones de La Colombiere, tomo IV, edición de Clermont Ferrand, 1884. 


Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O. C.
Editado en 1956

No al Halloween

 








lunes, 23 de octubre de 2023

Lamentos del Infierno - San Antonio María Claret

 


VOCES DE LOS CONDENADOS
Y REMEDIOS PARA CURAR LOS MALES QUE SON CAUSA DE TAN INFELIZ SUERTE



LAMENTOS DEL BLASFEMO SENAQUERIB

¡Ay blasfemo audaz! Yo fui lo que eres tú, y tú serás lo que yo soy. Yo antes blasfemaba como tú blasfemas ahora; perjuraba, maldecía, nada perdonaba mi serpentina lengua, que ningún freno la sujetaba y… ¡Ay!, vino la muerte cuando menos la temía; fui juzgado, y arder por una eternidad en estos infiernos es el castigo a que estoy condenado. Y ¿no escarmentarás en mi cabeza? ¿Preferirás ser desgraciado conmigo a enmendar tu vida? ¡Ay de ti! No mudando de vida, no te librarás de ser lo que yo soy ahora… ¡Ay, ay, ay!


REMEDIOS CONTRA LA BLASFEMIA, PECADO DE DEMONIOS

Primer remedio. –Por la mañana haz una firme resolución de no blasfemar, y al efecto pedirás a Dios la gracia por la intercesión de la Santísima Virgen, rezándole tres Avemarías.

Segundo remedio. –Si te enojas o asoma la ira, calla o di: Virgen Santísima, asistidme; válgame Dios; maldito sea el pecado; pues tan fácil es proferir palabras buenas como malas.

Tercer remedio. –Si te sucede blasfemar casi contra tu voluntad, pide a Dios perdón de ello y reza un Avemaría; y, si cómodamente puedes, besa la tierra, formando una cruz en ella con la lengua.

Cuarto remedio. –Huye de los juegos y de los que hablan mal, y si oyes hablar mal, di: Ave María purísima; y ruega por ellos a Dios.


LAMENTOS DEL RENCOROSO CAÍN

¡Ay de ti, infeliz rencoroso y víctima de la rabia, que, no sólo no saludas, sino que ni siquiera miras a tu prójimo, y siempre hablas mal de él!: mira… ¡qué espanto!, este lugar junto a mí: he aquí donde vendrás a parar… El rencor, que me hizo matar a mi hermano, me condujo a… ¡Ay, ay! Haz, pues, penitencia, reconcíliate, ama a todos los hombres, sin excluir a los enemigos, y si no… ¡ay, ay!, vendrás a dar aumento a mis penas con las tuyas, por la fetidez y estrechez del sitio y por el calor que arrojarás.


REMEDIOS PARA CURAR EL ODIO Y EL RENCOR

Primer remedio. –Amarás al prójimo como a ti mismo.

Segundo remedio. –Pensarás que las ofensas que tú hiciste a Dios son infinitamente mayores que las que te hizo el prójimo, y que no serás perdonado por Dios si rehúsas perdonar las injurias que te han hecho. Si te parece que tu prójimo no merece perdón, perdónale por amor de Dios, que lo merece y te lo manda.

Tercer remedio. –Olvida cuanto antes la ofensa que te hizo el prójimo, y si asoma el pensamiento o memoria de ella, arrójala cuanto antes de ti, cual si fuese un ascua o chispa de fuego, antes que prenda.

Cuarto remedio. –Te acordarás de que eres cristiano, que quiere decir discípulo o imitador de Cristo; y no olvides jamás que Cristo sufrió azotes, espinas y calumnias; que le quitaron los vestidos, le clavaron en la cruz, y pendiente o colgado de ella, lo primero que hizo fue perdonar a sus enemigos y pedir por ellos a su Eterno Padre; perdónalos, pues, tú también, y ruega por ellos; al hallarte con ellos, salúdalos, asístelos, socórrelos en sus necesidades en cuanto puedas.

Quinto remedio. –Cada día rezarás un Padrenuestro y un Avemaría por lo que te han ofendido y agraviado.


LAMENTOS DEL EPULON Y LUJURIOSO

Pecador que me imitas… ¡ay!, mira… ¡Qué penas! ¡Ay! A ti se te concede tiempo para arrepentirte; aprovéchalo; mira los tormentos que te aguardan; huye de los teatros, cafés y tabernas; arroja a las llamas aquellos cuadros, libros y papeles deshonestos e indecentes; rasga aquellos vestidos que ofenden al pudor; huye de juegos, cortejos y bailes; abandona las malas compañías; no salgas de noche; no hagas contigo ni con otros cosas deshonestas; no hables, ni cuentes, ni cantes cosas impuras; si lo haces… ¡Ay!, ¡te condenarás como yo! ¡Ay, ay!


REMEDIOS PARA CURAR LA IMPUREZA

Primer remedio. –Por la mañana y por la noche implorarás de la Madre de la pureza, la Santísima Virgen, esta preciosa joya, saludándola al efecto con tres Avemarías.

Segundo remedio. –Así que asome algún pensamiento impuro, dale de mano al momento y di a María: Virgen Santísima, valedme, asistidme.

Tercer remedio. –Apártate de malas compañías, de bailes y cortejos; ni por el forro has de coger libros y papeles deshonestos; no mires pinturas, láminas u otros objetos provocativos, y sobre todo guárdate de hacer señales o acciones escandalosas.

Cuarto remedio. –Viste con modestia, come y bebe con templanza; no profieras palabras indecentes; no escuches ni sigas conversaciones malas y no des libertad a tus ojos.

Quinto remedio. –Acuérdate de que Dios te mira, y que tiene poder para quitarte la vida aquí mismo y arrojarte a los infiernos, como, entre otros, sucedió a Onán, que murió en el acto de cometer un pecado deshonesto, y fue condenado.

Sexto remedio. –Frecuenta los Santos Sacramentos.


LAMENTOS DEL MAL LADRÓN

¡Ay cristiano que me imitas en los robos!... ¡Ay! Mírame… ¿No ves?... Pues estas son las penas que te aguardan si no dejas el vicio de hurtar. No te alucines; entiéndelo de una vez para siempre; no sólo son ladrones y penan aquí conmigo los que roban en los caminos, sino también los que faltan a la buena fe en las compras y ventas, no dando lo justo o estafando, y también los usureros, los que causan daño a tercero con sus gastos y pleitos injustos, o no pagan las deudas. ¿Ay de ti! ¡Ay de ellos! Pues si no os confesáis y no restituís lo ajeno, vendréis…, ¡qué horror!... a arder aquí conmigo…


REMEDIOS PARA CURAR EL VICIO DE HURTAR

Primer remedio. –No quieras para otro lo que no quieras para ti. Ya que a ti no te gusta que nadie codicie o te quite lo tuyo, juzga si querrá tu prójimo que tú codicies o le quites lo que es suyo.

Segundo remedio. –Piensa a menudo que Dios mira tus manos y tu corazón, y que los ladrones serán arrojados a la hoguera del infierno.

Tercer remedio. –El quitar lo ajeno engendra la pobreza, porque lo mal adquirido es causa de que se pierda lo bien adquirido; por ello vienen enfermedades, pérdidas y toda clase de males, y, por fin, y a la postre el infierno. Y ¿de qué sirve adquirir todo el mundo, si llevan el alma los demonios?

Cuarto remedio. –Haz limosnas, porque así como el quitar lo ajeno engendra pobreza, el dar limosna de lo propio es fuente de riqueza.

Quinto remedio. –Así, pues, cada día, según tus facultades, harás alguna limosna, no por vanidad o ambición, sino para socorrer las miserias de tu prójimo. Por hacer bien no te ensalces, pero tampoco debes avergonzarte por ello; quiero decir, que ni lo hagas por ser visto, ni porque te miren cuando lo hagas, dejes de hacerlo.


LAMENTOS DEL SACRÍLEGIO JUDAS

¡Ay cristiano! ¿Quieres saber por qué me hallo aquí encerrado, devorado de fieras, entre llamas y gimiendo para siempre? ¡Ay! ¡Sólo el acordarme me estremece! ¡Su memoria aumenta atrozmente mis tormentos! ¡Comulgué sacrílegamente y vendí a mi Maestro! ¡Ay de ti si no te confiesas de las comuniones sacrílegas y confesiones mal hechas, por haber callado pecados en ellas, o bien, si los confesaste ya, por no haberte enmendado ni apartado de las ocasiones o peligros próximos de pecar! ¡Ay de ti!... Haz cuanto antes una confesión general, so pena de arder conmigo por toda una eternidad. No te obstines ni hagas el sordo a las inspiraciones divinas, como lo hice yo; si no… ¡ay, ay!, ya lo verás.


REMEDIOS PARA LOS QUE HAN HECHO COMUNIONES SACRÍLEGAS Y MALAS CONFESIONES

Primer remedio. –El primer pecado que has de descubrir al confesor ha de ser el que más empacho te causa, y con esto confundirás al tentador.

Segundo remedio. –Si el rubor te embaraza, prevén al confesor con ésta u otra expresión semejante: Padre, tengo cierto escrúpulo, que apenas tengo valor para insinuárselo a usted. Y con esto él se dará por entendido y buscará sus medios para ayudarte. Mas si tu rubor ni esto te permitiera decir, entonces ve con otro confesor, porque si no, cometerías un horrendo sacrilegio y hallarías la muerte en donde Dios te quiere dar la vida o perfeccionarte en ella.

Tercer remedio. –Muchas veces las confesiones son malas no porque se haya faltado a la verdad, sino por falta de enmienda; así como al salir la ropa de la colada decimos que ésta fue mala si no quitó las manchas de ella, y con razón, de la misma suerte decimos que fue mala confesión la de aquella persona que, después que se confesó, la vemos con los mismos vicios de blasfemar, maldecir, odiar, cometer impurezas, murmurar, etc., etc., como si nada hubiera recibido. No hay que alucinarse; no se cumple con decir: “Todo se lo dije al confesor” Pues así como para ser una buena colada no basta haber metido en ella toda la ropa sucia, sin haber hecho todo lo necesario para quitar todas las inmundicias de la ropa, así, para que sea buena la confesión, es necesario que el alma quede limpia de los pecados.

Cuarto remedio. –La causa de la mayor parte de las confesiones malas es el no apartarse de las ocasiones de pecar y no cumplir con las penitencias medicinales; apártate, pues, de los peligros, cumple con lo que dispone el confesor y práctica aquellos medios que aconseja la prudencia, y verás cuán señalada será tu enmienda.

Quinto remedio. –Antes de comulgar te probarás y mirarás si estás en gracia, y después de la comunión te detendrás a dar gracias, y ten cuidado de no salir luego de la iglesia a imitación de Judas.



GRITO
DE TODOS LOS CONDENADOS

¡BREVE GOZAR, ETERNO PENAR!

Pecadores… ¡Ay! ¿Qué provecho os traerá el haber adquirido todas las riquezas, alcanzando grandes honores; haber dado al cuerpo todos los placeres, haberos vengado a satisfacción, si por último perdéis el alma? ¡Ay! ¡Con qué brevedad pasará todo ese conjunto de cosas que ahora os lisonjean, adormecen y hechizan!... Pero la eternidad de penas que sucede a eso tan breve, ¡Ay!, ¿quién podrá sufrirla? ¿Quién?... Enmendaos, pues, confesad vuestros pecados, y si no… ¡ay!, ningún alivio me traeréis; antes aumentaréis la acerbidad de mis penas, viniendo adonde yo estoy padeciendo por perpetuas eternidades. Que penséis en ello o lo echéis en olvido, que lo creáis o no lo creáis, moriréis, y… ¡ay!, padeceréis como yo…


REMEDIOS GENERALES PARA LIBRARSE DE CAER EN LAS PENAS ETERNAS DEL INFIERNO

Primer remedio. –Por la mañana y por la noche rezarás tres avemarías a María Santísima, con la oración ¡Oh Virgen y Madre de Dios! Yo me entrego por hijo vuestro, y en honor y gloria de vuestra pureza, os ofrezco mi alma y cuerpo, mis potencias y sentidos, y os suplico me alcancéis la gracia de no cometer jamás pecado alguno. Amén, Jesús. Un Padrenuestro y Avemaría al Santo Ángel Custodio, y otro al Santo de tu nombre.

Segundo remedio. –Pensarás a menudo que Dios te está mirando y escuchando y, que está en su mano, si pecas, el hacerte caer muerto y sepultarte en los infiernos, como con otros muchos pecadores lo ha hecho.

Tercer remedio. –No te dejes engañar del demonio, que te dirá: Peca, que después te confesarás. ¡Ay del que peca en confianza de que se confesará! Porque no verá realizada esta su mala confianza, o, si logra confesarse, se confesará mal, dice Burdoni.

Cuarto remedio. –Mortificarás las potencias y sentidos: el que no sabe mortificarse en lo lícito, menos sabrá hacerlo en lo ilícito, y caerá en pecado.

Quinto remedio. –Ayunarás por devoción algún día cada semana, o a lo menos te privarás de alguna de aquellas cosas que son más de tu gusto.

Sexto remedio. –Cada día tendrás medía hora o un cuarto de oración mental.

Séptimo remedio. –Profesarás especial devoción a la Santísima Virgen María.

Octavo remedio. –Frecuentarás los Santos Sacramentos.

Noveno remedio. –Leerás libros buenos y nunca los malos; si alguno de éstos tuvieres, quémalo; huye de las malas compañías y de los lugares y cosas que conozcas pueden serte ocasión de pecar.

Décimo remedio. –Procurarás en todo tiempo cumplir con los preceptos de la ley de Dios y las obligaciones de tu estado, y de esta suerte serás feliz por una eternidad.


Camino Recto y Seguro para llegar al Cielo
San Antonio María Claret

jueves, 19 de octubre de 2023

Milagros del Escapulario: Se prende fuego en una casa, y arrojando a las llamas el Santo Escapulario se apaga



 Se prende fuego en una casa, y arrojando a 
las llamas el Santo Escapulario se apaga


El Rvdo. P. Mtro. Fr. Francisco Boersio, nos dice que en Ada, lugar del Obispado de Milán, se prendió fuego en la casa de Alejandro Coto. Fue tan desdichado, que cuando llegó el remedio fue tarde, pues hallándose la casa en despoblado y algo distante del lugar, no siendo más que él y un hermano suyo para apagarlo, tras hacer esfuerzos desesperados, vieron con gran sentimiento y dolor que por todas partes era el inmueble presa de las llamas. En tal congoja y tribulación se le ocurrió a uno de ellos el echar o arrojar sobre las llamas el Escapulario de la Santísima Virgen del Carmen que traía pendiente de su cuello, a lo cual le alentó el otro hermano, diciéndole que había oído decir muchas veces que echando el Santo Escapulario sobre el fuego se había apagado de súbito. Lo ejecutaron así y el conflicto o falta de medíos materiales para lograr sofocar el fuego, alentó aún más su fe y devoción para suplicar con ansias a María Santísima se dignase poner remedio, mediante su bendito Escapulario, a aquella tribulación que les descorazonaba y afligía sobremanera.

No tardó más la Santísima Virgen en socorrerles que ellos tardaran en arrojarle con ardiente fe y rendida confianza sobre las llamas de aquel fuego devastador, pues al punto reconocieron la superior virtud del Santo Escapulario y se resolvieron en denso humo las voraces llamas.

Respiraron consolados con tal prodigio ambos hermanos, que puestos de rodillas no cesaban de dar gracias con indecible júbilo y alborozo a la Madre de Dios; pero he aquí que al levantarse quiso el cielo que admirasen otro mayor, pues entre vivas ascuas hallaron el Santo Escapulario de María intacto, sin haber osado el fuego tocarle ni ofenderlo lo más mínimo.

Llegó presto a Milán la noticia del suceso, y el Sr. Vicario lo examinó y jurídicamente lo aprobó, para que en todo tiempo diésemos gracias a nuestra Madre amable, que así se digna consolar a los que con viva fe y rendida confianza acuden a su valiosísima protección en los instantes de inminente peligro.

Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O. C.
Editado en 1956

viernes, 13 de octubre de 2023

La mala confesión por San Antonio María Claret



EJEMPLOS DE VARIOS ESTADOS

Hasta ahora te he propuesto, amado cristiano, el camino que debes seguir y el modo de poderte levantar, si por desgracia cayeres, que es el sacramento de la Penitencia. Exige, sin embargo, este Sacramento mucha disposición para acercarse a él debidamente, porque, de otra suerte, en lugar de levantarte te hundirás más en la iniquidad, añadiendo a tus pecados el peso enorme del sacrilegio; y si así, mal confesado, te acercases a la sagrada Mesa, ¡ay de ti!, ¡qué otra nueva maldad cometerías! Te harías reo del Cuerpo y Sangre de Jesucristo, y te tragarías, como dice San Pablo, la condenación. A fin, pues, de apartarte de tan enorme delito, voy a referirte algunos ejemplos de varios estados, copiados de San Ligorio en su libro titulado Instrucción al pueblo.

1.º Ejemplo de un hombre que hacía malas confesiones, y después, cuando quiso confesarse debidamente, no pudo; porque bien lo expresa el mismo Dios cuando dice: Me buscaréis y no me hallaréis y moriréis en vuestro pecado. Dice San Ligorio que en los anales de los Padres Capuchinos se refiere de uno que era tenido por persona de virtud, pero se confesaba mal. Habiendo enfermado de gravedad, fue advertido para confesarse, e hizo llamar a cierto Padre, al cual dijo desde luego: -Padre mío: Decid que me he confesado, mas yo no quiero confesarme. -¿Y por qué?, replicó admirado el Padre. –Porque estoy condenado-respondió el enfermo-, pues no habiéndome nunca confesado enteramente de mis pecados, Dios, en castigó, me priva ahora de poderme confesar bien. Dicho esto comenzó a dar terribles aullidos y a despedazarse la lengua, diciendo: -¡Maldita lengua, que no quisiste confesar los pecados cuando podías! Y así, haciéndose pedazos la lengua y aullando horriblemente, entregó el alma al demonio, y su cadáver quedó negro como un carbón y se oyó un rumor espantoso, acompañado de un hedor intolerable.

2.º Ejemplo de una doncella, que murió también impenitente y desesperada. –Cuenta el Padre Martín del Río que en la provincia del Perú había una joven india llamada Catalina, la cual servía a una buena señora que la redujo a ser bautizada y a frecuentar los Sacramentos. Se confesaba a menudo, pero callaba pecados. Llegado el trance de la muerte se confesó nueve veces, pero siempre sacrílegamente, y acabadas las confesiones, decía a sus compañeras que callaba pecados; éstas lo dijeron a la señora, la cual sabía ya por su misma criada moribunda que estos pecados eran algunas impurezas. Aviso, pues, al confesor, el cual volvió para exhortar a la enferma a que se confesase de todo; pero Catalina se obstinó en no querer decir aquellas sus culpas al confesor, y llegó a tal grado de desesperación, que dijo por último: -Padre, dejadme, no os canséis más porque perderéis el tiempo y volviéndose de espaldas al confesor se puso a cantar canciones profanas. Estando para expirar y exhortándola sus compañeras a que tomase el Crucifijo, respondió: -¡Qué Crucifijo, ni Crucifijo! No le conozco ni le quiero conocer. Y así murió. Desde aquella noche empezaron a sentirse tales ruidos y fetidez, que la señora se vio obligada a mudar de casa, y después se apareció Catalina, ya condenada, a una compañera suya, diciendo que estaba en los infiernos por sus malas confesiones.

3.º Ejemplo de un joven. –En este ejemplo se deja ver claramente aquel principio: o confesión o condenación para el que ha pecado mortalmente, y que todas las obras buenas y penitencias, sin preceder la confesión, de nada sirven para salir del miserable estado de la culpa, a no ser que se tenga un deseo eficaz y verdadero de confesarse, si entonces no se puede. La razón es evidente: el pecado mortal tiene una malicia infinita; para curar esta llaga infinita es absolutamente necesario un remedio infinito; este remedio infinito son los méritos de Jesucristo aplicados por medio de los Sacramentos; resulta, pues, que si pudiéndose recibir los Sacramentos no se reciben, o a lo menos no se desean eficazmente recibir para cuando se pueda jamás se alcanza el remedio, como desgraciadamente sucedió al infeliz Pelagio.
Se cuenta en la crónica de San Benito de un cierto ermitaño llamado Pelagio, que, puesto por sus padres a guardar ganados, todos le daban el nombre de santo, y así vivió por muchos años. Muertos sus padres, vendió todos aquellos cortos haberes que le habían dejado, y se puso a ermitaño. Una vez, por desgracia, consintió en un pensamiento de impureza. Caído en el pecado se vio abismado en una melancolía profunda, porque el infeliz no quería confesarlo para no perder el concepto de santidad. Durante esta obstinación pasó un peregrino que le dijo: -Pelagio, confiésate, que Dios te perdonará y recobrarás la paz que perdiste, y desapareció. Después de esto resolvió Pelagio hacer penitencia de su pecado, pero sin confesarlo, lisonjeándose de que Dios quizá se lo perdonaría sin la confesión. Entró en un monasterio, en donde fue al momento muy bien recibido por su buena fama, y allí llevó una vida áspera mortificándose con ayunos y penitencias. Vino finalmente la muerte, y se confesó por última vez; más así como por rubor había dejado en vida de confesar su pecado, así lo dejó también en la muerte. Recibió el Viático, murió y fue sepultado en el mismo concepto de santo. En la noche siguiente, el sacristán encontró el cuerpo de Pelagio sobre la sepultura; lo sepultó de nuevo; mas tanto en la segunda como en la tercera noche, lo halló siempre insepulto, de manera que dio aviso al Abad, el cual, unido con los otros monjes, dijo: “Pelagio, tú que fuiste obediente en vida, obedece también después de la muerte; dime de parte de Dios: ¿Es quizá su divina voluntad que tu cuerpo se coloque en lugar reservado?” Y el difunto, dando un aullido espantoso, respondió: -¡Ay de mí, que estoy condenado por una culpa que dejé de confesar; mira, Abad, mi cuerpo! Y al instante apareció su cuerpo como un hierro encendido, que centelleaba horriblemente. Al punto echaron todos a huir; pero Pelagio llamó al Abad para que le quitase de la boca la partícula consagrada que aún tenía. Hecho esto, dijo Pelagio que le sacasen de la iglesia y le arrojasen a un muladar, y así se ejecutó.

4.º Ejemplo de la hija de un rey de Inglaterra: este caso es muy semejante al que antecede. –Refiere el P. Francisco Rodríguez que en Inglaterra, cuando allí dominaba la religión católica: el rey Auguberto tenía una hija de tan rara hermosura que fue pedida por muchos príncipes. Preguntada por el padre si quería casarse respondió que había hecho voto de perpetua castidad. Pedio su padre la dispensa de Roma, pero ella permanecía firme en no aceptarla, diciendo que no quería otro esposo que a Jesucristo; tan sólo pidió a su padre que la dejase vivir retirada en una casa solitaria, y como el padre la amaba, trató de no disgustarla, asegurándole una pensión cual a su rango convenía. Luego que estuvo en su retiro, se puso a hacer una vida santa de ayunos, oraciones y penitencias; frecuentaba los Sacramentos y asistía muy a menudo a un hospital para servir a los enfermos. Llevando tal género de vida, y joven todavía, cayó enferma y murió. Cierta señora que había sido su aya, haciendo oración una noche, oyó un gran estrépito, y vio luego un alma en figura de mujer en medio de un gran fuego y encadenada por muchos demonios, la cual le dijo: “Has de saber que yo soy la desdichada hija de Auguberto.” “¡Cómo!”, respondió la aya, “¿tú condenada después de una vida tan santa?” “Justamente soy condenada por mi culpa”, has de saber que siendo niña gustaba que uno de mis pajes, a quien tenía afición, me leyese algún libro. Una vez este paje, después de la lectura, me tomó la mano y me la besó. Empezó a tentarme el demonio, hasta que finalmente con él mismo ofendí a Dios. Fui a confesarme; empecé a decir mi pecado, y mi indiscreto confesor me interrumpió: “¡Cómo! ¿Esto hace una reina?” Entonces yo, por vergüenza, dije que había sido un sueño. Empecé después a hacer penitencias y limosnas, a fin de que Dios me perdonase, pero sin confesarme. Estando para morir dije al confesor que yo había sido una gran pecadora; me respondió el confesor que debía desechar aquel pensamiento como una tentación; después expiré, y ahora me veo condenada por toda una eternidad.” Y diciendo esto desapareció con tal estruendo, que parecía que se hundía el mundo, dejando en aquel aposento tal hediondez, que duró por muchos días.
Si esta infeliz se hubiese acercado debidamente al Sacramento de la Penitencia, cantaría al Señor cánticos de alabanza en el cielo; mas ahora, por su despreciable y maldita vergüenza, sirve de tizón en el infierno… ¡Y cuántas personas hay de todo estado, sexo y condición que experimentarán igual castigo si no acuden contritas a este Sacramento!

5.º Ejemplo de una casada, muy parecido al antecedente; también lo refiere San Ligorio. –Cuenta el P. Serafín Razzi que en una ciudad de Italia había una noble señora casada que era tenida por santa. A punto de morir, recibió todos los Sacramentos, dejando muy buena fama de su virtud. Su hija rogaba de continuo a Dios por el descanso de su alma. Cierto día, estando en oración, oyó un gran ruido a la puerta; volvió la vista y vio la horrible figura de un cerdo de fuego, que exhalaba un hedor insufrible, y tal fue su terror, que se hubiera tirado por la ventana; mas la detuvo una voz que le dijo: “Hija, detente; yo soy tu desventurada madre, a quien tenían por santa; mas por los pecados que cometí con tu padre, y que por rubor nunca confesé, Dios me ha condenado al infierno; no ruegues, pues, más a Dios por mí, porque me das mayor tormento.” Y dicho esto, bramando, desapareció.

Tal vez, amado cristiano, preguntaras: ¿Es posible que un alma condenada aparezca? A esto te responderé que sí, y para sacarte de la duda quiero explicarte las razones. Escúchame, pues, y vamos por partes: “¿Tú bien crees en las santas Escrituras y en el Credo?” “Cierto que si” me contestarás, o de lo contrario te diría que eres un hereje. Pues de la Escrituras y del Credo, consta que nuestra alma es inmortal. La razón natural nos está clamando que es preciso que sobreviva al cuerpo nuestra alma, para que el pecador pueda recibir de Dios el castigo de sus pecados, que no recibió en este mundo; y el justo, el merecido premio de sus virtudes; de otra suerte, Dios no sería justo. Y se presenta esto tan claro, que aun el mismo Rousseau lo confesó diciendo: “Aunque no existiesen otras pruebas de la inmortalidad de nuestra alma que el triunfo del mal y la opresión de la virtud acá en la tierra, ésta sólo me quitaría cualquier duda que tuviese de ella.” También sabes y crees, según el Credo, en la Remisión de los pecados, es decir que por muchos pecados que haya cometido una persona, si se confiesa bien de ellos, le quedan todos perdonados; pero si se muere sin haberse confesado debidamente, basta un solo pecado mortal para quedar condenado eternamente. Y así como la bien ordenada justicia de la tierra (que es una participación de la justicia del cielo) tiene cárceles y suplicios para encerrar y castigar a los malhechores, también la justicia del cielo tiene cárceles y suplicios en el purgatorio e infierno para los que mueren en pecado o no del todo purificados. Sentados estos principios, valgámonos de una semejanza: ¿Has visto u oído referir que a veces el juez o el tribunal decreta que uno de los presos sea expuesto a la vergüenza y que otro sea azotado por los parajes más públicos? Y no todos los demás presos han de salir a la vergüenza, ni cuando sale aquél lo ven todos los habitantes del mundo, ni aun todos los de aquella ciudad por donde es paseado, sino algunos. Aplica ahora la semejanza: Dios Nuestro Señor, Juez supremo y dueño absoluto de vivos y muertos, en cualquier hora puede ordenar, y algunas veces ha ordenado, que algunos de los encerrados en las mazmorras del infierno, para confusión suya y escarmiento y utilidad nuestra, salgan de aquella cárcel y se aparezcan del modo más conforme al fin por el cual les manda aparecer. Y cuando aparecen no es menester que todo el mundo los vea; basta lo vean algunos y éstos participen a los demás, para que, escarmentando todos en cabeza ajena, pongan un grande y especial cuidado en no hacer malas confesiones, y para que por medio de una confesión general, acompañada de un verdadero dolor y firme propósito, se enmienden y hagan de nuevo todas las mal hechas, para no tener que experimentar después la misma desgraciada suerte. Este es el fruto y utilidad que debes sacar de este y otros ejemplos.

6.º Ejemplo de una señora que por muchos años calló en la confesión un pecado deshonesto. –Refiere San Ligorio, y más particularmente el P. Antonio Caroccio, que pasaron por el país en que vivía esta señora dos religiosos, y ella, que siempre esperaba confesor forastero, rogó a uno de ellos que la oyese en confesión, y se confesó. Luego que hubieron partido los Padres, el compañero dijo a aquel confesor haber visto que mientras aquella señora se confesaba, salían muchas culebras de su boca, y que una serpiente enorme había dejado ver fuera su cabeza; mas de nuevo se había vuelto dentro, y entonces vio entrar tras de ella todas las culebras que habían salido. Sospechando el confesor lo que aquello significaba, volvió al pueblo y a la casa de aquella señora, y le dijeron que al momento de entrar en la sala había muerto de repente. Por tres días consecutivos ayunaron y rogaron a Dios por ella, suplicando al Señor les manifestase aquel caso. Al tercer día se les apareció la infeliz señora, condenada y montada sobre un demonio en figura de un dragón horrible, con dos serpientes enroscadas al cuello, que la ahogaban y le comían los pechos; una víbora en la cabeza, dos sapos en los ojos, flechas encendidas en las orejas, llamas de fuego en la boca, y dos perros rabiosos que le mordían y le comían las manos, y dando un triste y espantoso gemido, dijo: “Yo soy la desventurada señora que usted confesó hace tres días; a medida que iba confesando mis pecados, iban saliendo como animales inmundos por mi boca, y aquella serpiente que el compañero de usted vio asomar la cabeza y volverse dentro, era figura de un pecado deshonesto que siempre había callado por vergüenza; quería confesarlo con usted, pero tampoco me atreví: por esto volvió a entrar dentro y con él todos los demás que habían salido. Cansado ya Dios de tanto esperarme, me quitó de repente la vida y me precipitó al infierno, en donde estoy atormentada por los demonios en figuras de horribles animales. La víbora me atormenta la cabeza por mi soberbia y demasiado cuidado en componerme los cabellos; los sapos me cierran los ojos, por las miradas lascivas; las flechas encendidas me lastiman las orejas, por haber escuchado murmuraciones, palabras y canciones obscenas; el fuego me abrasa la boca, por las murmuraciones y besos torpes; tengo las serpientes enroscadas al cuello que me comen los pechos, por haberlos llevado de un modo provocativo, por lo escotado de mis vestidos y por los abrazos deshonestos; los perros me comen las manos, por mis malas obras y tocamientos feos; pero lo que más me atormenta es el formidable dragón en que voy montada, que me abrasa las entrañas, y es en castigo de mis pecados impuros. ¡Ah, que no hay remedio ni misericordia para mí, sino tormentos y pena eterna! ¡Ay de las mujeres! –añadió-, que se condenan muchas de ellas por cuatro géneros de pecados: por pecados de impureza, por galas y adornos, por hechicerías y por callar los pecados en la confesión; los hombres se condenan por toda clase de pecados; pero las mujeres, principalmente por los cuatro.” Dicho esto, se abrió la tierra y se hundió esta desdichada hasta el profundo del infierno, en donde padece y padecerá por toda una eternidad.

Haz reflexión, cristiano, y entiende cómo Dios Nuestro Señor mandó salir a esta infeliz señora de la cárcel del infierno y que pasase por la vergüenza, para que los mortales supiesen la muerte que les esperaba si pecan y no se confiesan bien. Ojala sacases tú de la lectura de este ejemplo el fruto que otros han sacado, haciendo una buena confesión y enmendándote del todo. Un autor dice que este caso ha convertido más gente que doscientas cuaresmas. El misionero P. Jaime Corella hizo voto de predicarlo en todas las misiones, por el grande provecho que causaba a los fieles. Hasta un Prelado hizo una fundación para que en ciertos tiempos del año se predicase o se leyese este caso en la iglesia. Mas, ¡ay de ti si no te aprovechas de él! ¡Ay de ti si no confiesas todos tus pecados! ¡Ay de ti si, mal preparado, vas a recibir la sagrada Eucaristía! Mejor fuera que no hubieses nacido.

   Camino Recto y Seguro para llegar al Cielo
 San Antonio María Claret

FATIMA - El Día 13 (Película Subtitulada)

 



FATIMA - EL DIA 13

Un Milagro en Fátima (The 13th Day, en el original en inglés, es una película cinematográfica de 2009, dirigida por los hermanos Ian y Dominic Higgins, que relata la historia de la más famosa aparición mariana del Mundo católico: La de Nuestra Señora de Fátima. Esta película recrea las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima, Portugal, presenciadas por los tres pequeños pastorcitos portugueses, Lucía de Santos y sus primos Jacinta y Francisco Marto.

La película presenta una gran peculiaridad: es que transcurre toda en blanco y negro, aunque se altere para colores en los momentos en que aparece la Santísima Virgen María o cuando se concretiza el Milagro del Sol. Fue presentada a 13 de Mayo de 2009 en el Festival Internacional de Cine de Cannes.

Elenco Actor/Actriz Personaje

Jane Lesley María de Santos (madre de Lucía de Santos)

Michael D'Cruce António de Santos (padre de Lucía de Santos)

Kelley Costigan Olympia de Jesús (madre de Jacinta y Francisco Marto)

Tarek Merlin Artur de Oliveira Santos


jueves, 12 de octubre de 2023

La historia de España contada en 2 minutos

 



Nuestra Señora del Pilar, Patrona de la Hispanidad - 12 de Octubre

 


Historia de la Aparición en vida de Nuestra Señora al Apóstol Santiago

Según documentos del siglo XIII, el Apóstol Santiago, El Mayor, hermano de San Juan, viajó a España a predicar el evangelio (año 40 d.C.), y una noche la Virgen María se le apareció en un pilar.

La tradición nos cuenta que Santiago había llegado a Aragón, el territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, y una noche, estando en profunda oración junto a sus discípulos a orillas del río Ebro, la Santísima Virgen María se manifestó sobre un pilar, acompañada por un coro de ángeles, (ella aun vivía en Palestina). La Virgen le habló al Apóstol pidiéndole que se le edificase ahí una iglesia con el altar en derredor al pilar y expresó: "Este sitio permanecerá hasta el fin del mundo para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que imploren mi ayuda".

El lugar, ha sobrevivido a invasiones de diferentes pueblos y a la Guerra Civil española de 1936-1939, cuando tres bombas cayeron sobre el templo y no estallaron. También se cree que la Virgen le dio al Apóstol una pequeña estatua de madera.

Luego de la aparición, Santiago junto a sus discípulos comenzaron a construir una capilla en donde se encontraba la columna, dándole el nombre de "Santa María del Pilar". Este fue el primer templo del mundo dedicado a la Virgen. Después de predicar en España, Santiago regresó a Jerusalén. Fue ejecutado por Herodes Agripas alrededor del año 44 d.C. siendo el primer apóstol mártir, luego del suceso sus discípulos tomaron su cuerpo y lo llevaron a España para su entierro. Siglos después el lugar fue encontrado y llamado Compostela (campo estrellado).

El primer santuario sobre la tumba de Santiago lo ordenaron construir el rey Alfonso II, El Casto de Asturias, y el obispo Teodomiro en el siglo IX. Hoy se encuentra una magnífica catedral en este sitio.




El Milagro del cojo Miguel de Calandra

Entre los muchos milagros ocurridos en el sagrado lugar donde la Virgen se apareció, sobresale el del cojo de Calandra. A este hombre le fue amputada una pierna en 1637 y en 1640 la pierna volvió a aparecer entera en su cuerpo. Hay varias versiones de como aconteció el suceso, pero lo importante es que sí hubo un milagro. Algunos dicen que sucedió cuando se le colocó aceite de la lámpara de la Virgen del Pilar, otros dicen que ocurrió mientras soñaba que visitaba la basílica. Cientos de personas fueron testigos de este acontecimiento y actualmente en la pared derecha de la basílica hay un cuadro que relata el prodigioso suceso.

Esta maravillosa basílica tiene once cúpulas y cuatro torres. La Capilla del Pilar es el lugar en el cual se sitúa la columna sobre la que se apareció la Virgen a Santiago. Según la tradición era una construcción externa al templo y que luego cuando se reformó el lugar fue integrado en el interior de la basílica.

El lugar más sagrado del templo es la santa columna sobre la cual se apareció la Virgen. El pilar es de jaspe, mide casi 2 metros y la pequeña estatua es de madera y tiene 38 cm.


Oraciones a Nuestra Señora del Pilar

Oh Virgen del Pilar, Reina y Madre, España y todas las naciones hispanas reconocen con gratitud tu protección constante y esperan seguir contando con ella.

Obtennos de tu Hijo fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor.

Queremos que en todos los instantes de nuestra vida sintamos que tu eres nuestra Madre. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Santoral del mes

sábado, 7 de octubre de 2023

Nuestra Señora del Santo Rosario - 7 de Octubre

 


Desde que la Santísima Virgen ha dado una eficacia tan grande 
al Rosario, no existe ningún problema material, espiritual, 
nacional o internacional que no pueda ser resuelto por
 el Santo Rosario y nuestros sacrificios.
(Hna. Lucía de Fátima).

Fangeaux está en un alto, dominando la inmensa llanura de Lauregais. Es un paisaje impresionante, en especial por la inmensidad del horizonte que se descubre. Precisamente Dios Nuestro Señor lo eligió para abrir los ojos de Santo Domingo de Guzmán a otro paisaje más dilatado aún, el de la inmensidad de las almas que estaban esperando quien les mostrara el camino de la auténtica vida cristiana.

Un discreto y sencillo monumento, llamado la Seignadou, marca el lugar en que, estando en oración, recibió el Santo una gracia extraordinaria. Pocos detalles sabemos de ella. Es muy fácil que, como suele ocurrir tantas veces en las vidas de lo santos, ni el mismo Santo Domingo percibiera desde el primer momento toda la trascendencia de lo que entonces se le revelaba. Parece cierto que Dios le confirmó en su idea de fundar una Orden de Predicadores, que le confirmó también que eran aquellas tierras del mediodía de Francia el más adecuado escenario para dar comienzo a la tarea, y que la Santísima Virgen mostró mirar con especial predilección este apostolado dominicano.

¿Ocurrió entonces la revelación del Santísimo Rosario? Ya hemos dicho que es poco lo que nos queda de fehaciente sobre aquella visión. El Santo no fue nunca explícito, pero la tradición unánime hasta tiempos muy recientes ha hecho a Santo Domingo de Guzmán fundador del rosario. Oigamos, por ejemplo, al Papa Benedicto XV: "Y así -dice hablando de Santo Domingo- en sus luchas con los albigenses que, entre otros artículos de nuestra fe, negaban y escarnecían con injurias la maternidad divina de María y su virginidad, el Santo, al defender con todas las fuerzas de su alma la santidad de estos dogmas, imploraba el auxilio de la Virgen Madre. Con cuánto agrado recibiese la Reina de los cielos la súplica de su piadosísimo siervo, fácilmente puede colegirse por el hecho de haberse servido de él la Virgen para que enseñase a la Iglesia, Esposa de su Hijo, la devoción del Santísimo Rosario: es decir, esa fórmula deprecatoria que, siendo a la vez vocal y mental (pues al mismo tiempo que se contemplan los principales misterios de la religión se recita quince veces la oración dominical con otras tantas decenas de ave marías), es devoción muy a propósito para excitar y mantener en el pueblo el fervor de la piedad y la práctica de todas las virtudes. Con razón, pues, Domingo de Guzmán mandó a sus hijos que, al predicar a los pueblos la palabra de Dios, se dedicasen constantemente y con todo empeño a inculcar en los ánimos de sus oyentes esta forma de orar, cuya utilidad práctica tenía él harto experimentada."

Este es, por consiguiente, según el parecer unánime de la tradición, robustecida por los documentos pontificios, el celestial origen del Santísimo Rosario. La moderna crítica pone, sin embargo, no pocos reparos a este sentir. Las trazas del rosario como devoción popular son muy posteriores, y aparecen con independencia de la actuación de Santo Domingo.

No es éste el lugar de discutir una cuestión histórica. Como suele suceder en estas ocasiones, hay un desenfoque inicial en la actitud de los críticos: una idea, una institución, una devoción, no nacen nunca enteramente hechas. Piénsese en la devoción al Corazón de Jesús, elaborada durante siglos por el amor hacia la humanidad de Cristo, que iba en aumento. O piénsese en la serie de vicisitudes por que pasa una idea antes de plasmar en una realización práctica, poniendo ante los ojos, por ejemplo, las diversas tentativas y ensayos que precedieron a la configuración jurídica de la Compañía de Jesús. Que Santo Domingo de Guzmán concibió su apostolado y el de sus hijos con un matiz eminentemente mariano, no hay quien lo discuta. Que ya en los primeros tiempos de la Orden dominicana encontramos la recitación frecuente del avemaría, utilizando incluso cuerdas con nudos, también parece cierto. Recuérdese el ejemplo de Romeo de Livia, O. P. (t 1261); el de Delfín Humberto, O. P. (t 1356); el de la Beata Margarita Ebner, O. P. (t 1351); el de Juan Taulero, O. P. (t 1361), y otros muchos personajes eminentes de la Orden de Predicadores en los que encontramos elementos que luego han de servir para dar la estructuración definitiva al rosario. Esto sólo puede explicarse, o al menos se explica muy fácil mente, teniendo presente una tradición que arrancara del fundador y persevérase dentro de la Orden.

A base de estos elementos comienza la devoción del rosario a extenderse en el siglo xv por obra principalmente de dos insignes dominicos: Alano de Rupe, forma latinizante de su apellido de la Roche, y Santiago Sprenger. El primero prefería la fórmula "salterio de la Virgen" más que la de rosario, que le parecía un tanto paganizante, y trabajó no poco en los Países Bajos por extenderlo. Sprenger no sólo consiguió difundir grandemente el rosario por Alemania y los países del centro de Europa, sino que escribió un folleto de propaganda y consiguió la primera aprobación por parte de la autoridad apostólica, otorgada por el Papa Sixto IV el 10 de marzo de 1476. Ni fue ésta sola la aprobación que obtuvo, sino que antes de morir logró nuevos documentos pontificios y la confirmación de todo lo actuado por parte del maestro general de la Orden. Por eso, aunque algunas veces no se valore suficientemente su influencia en la difusión del rosario, es necesario tenerle por uno de los más destacados artífices de la difusión de la misma.

Ya desde entonces puede decirse que la marcha del rosario por todo el mundo es verdaderamente triunfal. Pronto salta de los países de la Europa central a los países latinos, y las concesiones papales se encuentran ya en abundancia. En España mismo vemos cómo el cardenal Gil de Viterbo, legado para España y Portugal, después de definir el rosario en su forma actual, con cede gracias en 1519 a la cofradía que se había fundado en Tudela. En Vitoria, en el convento de Santo Domingo, había una capilla y altar bajo la advocación del rosario, a la que Adriano VI concede amplias indulgencias el 1 de abril de 1523, confirma das luego por Clemente VII y dos veces por Paulo III. Algo parecido se encuentra ya por todas partes, no sólo en Europa, sino también en América, a la que la devoción del rosario es llevada por los dominicos. Ni se piense sólo en el rosario como una devoción exclusivamente dominicana: San Ignacio de Loyola, por ejemplo, y los primeros jesuitas fueron extraordinariamente afectos a ella.

Los papas continuaron alabando esta devoción y cargándola de indulgencias. Pero quien verdaderamente aparece como eminente en la historia del rosario es San Pío V. Tras algunos actos de carácter más bien particular, el día 17 de septiembre de 1569 daba la solemne bula Consueverunt Romani Pontífices, en la que no sólo definía ya con precisión el rosario, sino que además resumía y ampliaba todos los privilegios e indulgencias unidos a esta devoción. Continúa durante todo su pontificado trabajando por la difusión del rosario. Y el 5 de marzo de 1572 da la bula Salvatoris Domini, en la que, recordando la victoria obtenida en Lepanto el 7 de octubre, permite a la Cofradía del Rosario de Martorell (Barcelona) que ese día celebren todos los años una fiesta bajo la advocación de la Virgen del Rosario, según lo había pedido don Luis de Requeséns, señor de Martorell, que había estado presente en Lepanto. No parece que pueda decirse que fue San Pío V el que insertó en las letanías la invocación «Auxilium christianorum ", sino que tal invocación debió de tener origen en sus tiempos en Loreto mismo, por donde pasaron no pocos de los que habían participado en la batalla de Lepanto.

Su sucesor Gregorio XIII, el 1 de abril de 1533, extiende la fiesta del Rosario a todas las iglesias y capillas en que estuviera erigida la cofradía. Clemente XI, en 1716, extendió la solemnidad a la Iglesia universal, unida al primer domingo de octubre. Sólo en 1913, como consecuencia de la reforma litúrgica que quiso descargar de fiestas los domingos, quedó fijada en el calendario de la Iglesia universal esta fiesta en el 7 de octubre, conservando la Orden dominicana el privilegio de celebrar la fiesta el mismo primer domingo de octubre.

Todos estos datos cronológicos y eruditos no son al fin y al cabo más que una manifestación del unánime sentir del pueblo cristiano, que ama extraordinariamente esta devoción. Con el certero instinto que le caracteriza, adivina lo grata que es a la Santísima Virgen. Por eso en cuantas circunstancias, agradables o tristes, se presentan en la vida del cristiano, espontáneamente sube a sus labios esta hermosa oración. Ya se encuentre velando un cadáver, ya se acerque en peregrinación a un santuario famoso, ya trate de ofrecer algo por el éxito de unos exámenes o la resolución de un asunto difícil... en cualquier circunstancia el cristiano recurre al rosario, seguro de hallar en él un obsequio verdaderamente grato a la Santísima Virgen.

Y que tal sentir no es erróneo nos lo demuestra claramente la actitud de la Iglesia. Puede decirse que no hay devoción que de manera tan continuada haya sido recomendada e inculcada por los Romanos Pontífices. Es más, hay un hecho bien significativo: la devoción al rosario es para los papas un refugio providencial en las circunstancias difíciles que se presentan a la Iglesia. Ya se trate, como en tiempos de San Pío V, del peligro turco, ya se trate de los espinosos problemas que plantea la fermentación intelectual del siglo XIX, como en tiempos de León XIII, hacia esta devoción se vuelven los ojos de los papas.

¿En qué está el secreto de la eficacia? Precisamente los mismos papas nos lo dicen: en tratarse de una devoción que, siendo sencilla, está, sin embargo, llena de contenido. Sencilla, porque hartos estamos de ver cómo la más humilde mujercita sabe rezar su rosario. Llena de contenido, puesto que sistemáticamente nos obliga a recorrer los principales misterios de la vida de Jesucristo y de su santísima Madre.

Buena prueba de ello la tuvieron los misioneros que en 1865 descubrieron, viva aún, la fe de no pocos japoneses que ocultamente habían continuado, aislados del resto del mundo, siendo cristianos. La fiesta de Nuestra Señora del Japón, que se celebra allí el 17 de marzo, recuerda precisamente ese descubrimiento. Pues bien, una de las armas que habían servido para mantener viva la fe, había sido el rosario, recitado por aquellos que sobrevivieron a las persecuciones y por sus descendientes, que de ellos lo habían aprendido.

Trabajar, por consiguiente, en el conocimiento y en la difusión del Santísimo Rosario es hacer obra muy grata a Dios Nuestro Señor y contribuir al arraigo y difusión de nuestra santa fe. La aparición de la Santísima Virgen en Lourdes y Fátima, así nos lo confirman. Como nos confirma también la admirable adaptación de esta forma de devoción a los tiempos modernos: la asombrosa acogida que ha tenido la cruzada del rosario en familia, nacida en los Estados Unidos y difundida por todo el mundo.

LAMBERTO DE ECHEVERRÍA


viernes, 6 de octubre de 2023

Pedro Sánchez: Dame pan y llámame perro



No he conseguido asimilar los consejos de D. Quijote  a su buen escudero,   el señor Panza –Don Sancho-,  en relación a los refranes: y,  como  la gente de mi tierra, yo también  los tengo siempre a mano.  Creo incluso que podría elaborarse con ellos un “Manual de conducta para gente inteligente” porque consiguen frecuentemente resumir en pocas palabras, gruesos tochos alemanes de profunda filosofía teórica y práctica. Algunos son geniales. Y siempre van envueltos en la música adecuada: unos son dulces y relajantes  y otros desgarran y hacen pupas.

Después de tantos meses viendo al Dr. Sánchez  desnudando su alma cada día para mostrárnosla horrorosa, y a<absolutamente digna de su jefe y maestro si recordamos que Jesús, -nuestros Salvador, a la vez, Dios y hombre- definió al Diablo con nueve   palabras: Homicida desde el principio y padre de la mentira”. Es triste  ver a más de cuarenta millones de españoles  supeditados a los caprichos de un embustero insuperable, dedicado a garantizar como “derecho humano” el asesinar “no nacidos” en el vientre de su madre y a cuantos ancianos pueden “eutanasiar” o sea matarlos a sangre fría.

¡Homicida y mentiroso” como su líder Satanás!

Por supuesto que “suena muy duro” decir eso de un líder político pero la Lógica no tiene sentimientos en defensa de la Verdad. Es muy hiriente llamar a un hombre criminal y homicida, pero así se llama a todo el que mata a un semejante, con el agravante de “cobardía” porque es el más débil e indefenso… Que nadie se escandalice, pues. Pedro Sánchez tiene obsesión por facilitar el aborto y la eutanasia. ¿Qué él no asesina personalmente? ¡cierto!, pero hace algo peor lo aconseja, lo permite, lo facilita y quiere impedir que los médicos se nieguen a ser criminales, impidiendo la “objeción de conciencia. Lleva, pues, encima miles y miles de  homicidios, no uno solo.

De lo embustero que es no hablemos más. Es un dogma mucho más conocido y creído  que los del Credo. Ha mentido -y miente- con insuperable facilidad, sin importarle el oyente. Le da lo mismo hacerlo ante todo el pueblo español, o a solas con un individuo, delante un micrófono o de una cámara de televisión. Su “caradura” supera la dureza del grafeno y del carbino.

Tardé pocos meses en conocer al personaje y lógicamente inicié la búsqueda de una explicación del fenómeno. ¿Cómo es posible semejante  capacidad para afirmar una cosa y su contraria en plazos tan breves que,  a veces, no llegan a un día y sin importarle que lo graben o quede constancia escrita? Tampoco le afecta que se lo refrieguen en sus propias narices, ni le hace mella sin cambia la expresión….

Pues bien, sin pretenderlo el refranero me dio la solución a esa conducta incompatible con un mínimo de dignidad humana o de elemental vergüenza… Me vino a la memoria el adagio: “Dame pan y llámame perro” que siempre había considerado el summum de la degeneración en materia de personalidad.

Si se ha  caído tan bajo como preferir ser un perro para llenar la panza en  vez vencer a las circunstancias adversas luchando con la dignidad que Dios puso en el alma de todo ser   racional, se ha dejado de ser hombre y ya no tiene posibilidad de reaccionar al carecer de dignidad, ¡no hay ser más despreciable! No hay hoyo más profundo.

Mi gran preocupación ahora, viendo a España a punto de continuar gobernada por alguien así, sin que se produzca una reacción “a la española”  -¡por más europeos que seamos!-…  No por mí, sino por mis hijos y nietos que sufrirán las consecuencias de la modorra del Pueblo español que somos todos y hemos olvidado la Historia  sin haber aprendido nada.

Por otra parte  creo haber hecho cuanto estaba en mis manos tratando de impedir la equivocación de ruta y de estrategia.  He clamado en el desierto a lo largo de ochenta años. Creo haber visto siempre claro pero no era del gusto de los sabios ni de los mandos. Sólo me consuela –mejor dicho: ¡me  hace feliz!— saber que la Victoria final  será infaliblemente de quienes luchamos por la Verdad  y la Fe en Cristo, Rey de la Creación.

¡Pobrecitos los que hoy ríen en la Moncloa,…y en otras Sedes! Aprovechen  mientras puedan –recordando a San Pablo “¡De Dios no se burla nadie!


Gil de la Pisa