jueves, 29 de septiembre de 2022

Visiones de la Beata Ana Catalina Emmerich sobre la Santa Misa

 



Ana Catalina Emmerich nació en Alemania en 1774 de familia muy pobre; tuvo una vida de continuas enfermedades agravadas al quedarse inválida por un accidente. En los últimos años de su vida, hasta su muerte en 1824, recibió las visiones de la vida de Cristo, de la Virgen María y de la vida después de la muerte, así como otras videncias de sucesos que acontecerían tiempo después como el Muro de Berlín, el Concilio Vaticano II, etc. Con sus visiones en la mano descubrió Reynolds los restos de la ciudad de Ur de Caldea, y la recién descubierta morada de la Virgen en Efeso resultó ser también tal como ella la había descrito. Del mismo modo se descubrieron en 1981 los pasadizos bajo el Templo de Jerusalén, que Ana vio al contemplar el misterio de la lnmaculada Concepción de María, dogma que no sería proclamado por la Iglesia hasta treinta años después de la muerte de esta vidente. (Fuente: perso.wanadoo.es/prensanacional/ana_catalina_emmerick)


Introducción

Reúnense aquí las contemplaciones referentes al santo sacrificio de la Misa, reproducción genuina del Calvario, donde Jesús se ofreció expiatoriamente por la humanidad caída, sobre los restos de Adán, allí debajo sepultados. La vidente revela que los patriarcas celebraban sacrificios ante un altar donde colocaban huesos de Adán y de otros justos del Antiguo Testamento. Los apóstoles continuaron la tradición que la Iglesia mantiene al realizar la Misa sobre el ara que encierra huesos de santos y mártires.

El sentido teológico de la Misa y su trascendencia espiritual están expuestos con asombrosa sencillez y ortodoxia. Tan elevado es este augusto Sacrificio, que hasta las celebraciones hechas con disipación, son suplidas necesariamente de modo sobrenatural. Las consideraciones acerca de las negligencias de algunos celebrantes, mueven a meditación e invitan a un estado de mayor gracia personal.


1. El valor de la santa Misa.

En la festividad de San Isidro Labrador me fueron enseñadas muchas cosas acerca del valor de la Misa que se dice y que se oye. Supe que es una gran dicha que se digan tantas misas, aunque las digan sacerdotes ignorantes o indignos, pues mediante ellas se libran los hombres de peligros, castigos y azotes de todo género. Conviene que muchos sacerdotes no sepan lo que hacen; que si lo supieran, no celebrarían por temor, ni ofrecerían el santo Sacrificio.

Vi cuan admirables bendiciones nos vienen de oír la santa Misa y que con ellas son impulsadas todas las buenas obras y promovidos todos los bienes y que muchas veces el oírla una sola persona de una casa basta para que las bendiciones del cielo desciendan aquel día sobre toda la familia. Vi que son mucho mayores las bendiciones que se obtienen oyéndola, que encargando que se diga y se oiga por otros. Vi que las faltas que se cometen en la Misa son compensadas con auxilios sobrenaturales.


2. Imagen de las distracciones de un sacerdote en la santa Misa.

Tuve también una visión acerca de las faltas cometidas en el servicio divino celebrado en la tierra y vi como estas faltas son suplidas y remediadas de modo sobrenatural. Pero me es difícil y aún imposible decir cómo he visto todo esto; cómo se comprenden y se armonizan entre sí todos estos cuadros y cómo cada uno de ellos se explica y aclara en otro.

Es muy de notar que las faltas y negligencias cometidas en la celebración del culto aquí en la tierra sólo hace culpable al que incurre en ellas, porque el culto divino debido al Señor se compensa y se suple de un modo más elevado. Así se me representan principalmente, entre otras faltas, las distracciones de los sacerdotes mientras ejercen el ministerio, por ejemplo, mientras celebran la Misa; veo al sacerdote allí donde están sus pensamientos y entre tanto veo en el altar, en lugar de él, a un santo que hace sus veces.

Estos cuadros muestran de un modo espantoso la gravedad de la culpa del que celebra los sagrados ministerios sin devoción ni atención. Así, por ejemplo, veo salir de la sacristía a un sacerdote revestido para decir misa; pero en vez de acercarse al altar, sale de la iglesia y se dirige a una fonda, o a un huerto, o va a cazar a casa de alguna persona, o a leer, o a alguna reunión; lo veo aquí o allá, adonde van sus pensamientos, precisamente como si él fuese en persona a esos lugares, lo cual causa compasión y vergüenza. Pero es conmovedor ver que, entretanto, un sacerdote santo celebra los divinos oficios en lugar de aquel otro que divaga. Con frecuencia veo al tal sacerdote alguna vez en el altar, pero muy pronto se vuelve a otro lugar poco conveniente. A veces veo que estas distracciones duran largo rato. La enmienda se me representa en estos casos en forma de constancia y recogimiento en el culto.

En varios lugares veo quitar mucho polvo y basura de los vasos sagrados, los cuales se vuelven resplandecientes y como nuevos.


3. Ve la excelencia y la significación de la santa Misa.
(Mediados de Agosto de 1820)

Veo en todas partes sacerdotes rodeados de las gracias de la Iglesia y de los tesoros de los méritos de Jesús y de los santos, enseñando, predicando y ofreciendo el santo Sacrificio, pero muertos y tibios espiritualmente. Me fue mostrado un pagano que en lo alto de una columna hablaba de un nuevo Dios, con tal elocuencia que todo el pueblo se conmovió y participó de sus sentimientos y deseos.

Estas visiones me han turbado de día y de noche, tanto que no sé qué partido tomar. El estado actual de miseria y corrupción se me muestra en relación con un estado anterior mejor que el actual, y así tengo que orar sin intermisión.

¡Cosa monstruosa es celebrar indignamente la Misa! ¡Oh! ¡no es indiferente el celebrarla bien o mal! Supe por un cuadro inmenso de los misterios de la santa Misa, que todo lo que hay de santo desde el principio del mundo se refería a ella. He visto el Alfa y el Omega. He visto la significación del círculo, de la forma redonda de la tierra y de los cuerpos celestes, de los contornos redondos de las apariciones y de la hostia. He visto la correlación de los misterios de la Encarnación, de la Redención y del santo sacrificio de la Misa y cómo María comprende lo que ni el mismo cielo puede comprender. Estas visiones se extendían a todo el Antiguo Testamento. Vi los sacrificios desde la primera oblación y entendí la admirable significación de los santos huesos. Vi la significación de las reliquias de los altares donde se dice la Misa.

Vi los huesos de Adán descansar en el monte Calvario y por cierto algo sobre el nivel del mar, exactamente bajo el lugar en que Cristo fue crucificado. Miré dentro de una cueva y vi el esqueleto de Adán. Vi que las aguas del diluvio habían dejado intacto este sepulcro; que Noé tenía en el arca parte de esos huesos; que los puso en el altar cuando ofreció el primer sacrificio, como después hizo Abrahán, y que los huesos que éste colocaba en el altar eran los mismos de Adán, que había recibido de Sem. Así la muerte de Jesucristo en el Calvario, sobre los huesos de Adán, es una significación de la santa Misa, que se celebra sobre las reliquias que están en el arca del altar. Los sacrificios de los patriarcas eran una preparación a este sacrificio de la Misa. Así, mediante los huesos que los patriarcas ponían sobre el altar, recordaban a Dios sus promesas.


4. Ve a Noé y a Moisés ofrecer sacrificios.

Vi a Noé ofrecer en el arca sacrificios de incienso; el altar estaba cubierto de blanco y rojo. Siempre que sacrificaba u oraba ponía en él los huesos de Adán. Estos huesos los poseyó luego Abrahán, a quien los vi poner en el altar de Melquisedec. La parte posterior del altar miraba al norte. Los patriarcas edificaban siempre el altar en esta posición, porque el mal venía del Norte.

También vi a Moisés orando ante un altar donde estaban los huesos de Jacob. Cuando derramaba sobre el altar alguna cosa, levantábase una llama y en ella echaba el incienso y los perfumes. En la oración conjuró a Dios por la promesa que el mismo Dios había hecho a aquellos huesos. Oró muy largo tiempo hasta que le rindió el cansancio; pero a la mañana siguiente se levantó para orar de nuevo. Moisés oró con los brazos en cruz. Dios no puede resistir a esta oración, pues su propio Hijo ha perseverado orando así en la cruz hasta la muerte. Como había visto orar a Moisés, así vi también orando a Josué cuando el sol se detuvo por su mandato.


5. Ve a la Virgen y a San Juan en la representación de la santa Misa.

He invocado a Dios Padre pidiéndole que se digne mirar a su divino Hijo, que a cada instante satisface por los pecadores, que ahora mismo se ofrece y se ofrece incesantemente de nuevo. Entonces he visto la representación del Viernes Santo y que el Señor se ofrece en el altar del sacerdote celebrante como se ofreció en la cruz y he visto de un modo vivo, al pie de la cruz a María y al discípulo Juan. Esto lo veo a cada momento, de día y de noche, y veo la comunidad de los fieles, si oran bien o mal, y cómo desempeñan los sacerdotes su ministerio. Veo primeramente a la iglesia de aquí y después las iglesias y comunidades próximas, como se ve a un cercano árbol cargado de frutas y alumbrado por el sol, y a lo lejos, otros, agrupados o formando bosques.

Veo a todas horas, de día y de noche, las misas que se dicen en todo el mundo y en comunidades muy remotas, donde todavía se celebra como en tiempos de los apóstoles. Sobre el altar veo en visión una asistencia especial con que los ángeles suplen las negligencias de los sacerdotes. Por las faltas de devoción de los fieles ofrezco yo también mi corazón y pido a Dios misericordia. Veo a muchos sacerdotes que desempeñan su ministerio de un modo deplorable. Guardan las formas, pero muchas veces no se cuidan del espíritu. Siempre tienen presente que los está viendo el pueblo, y con esto no piensan que los ve Dios. Los escrupulosos quieren convencerse de su propia devoción.

Muchas veces, durante el día, estoy viendo de esta manera la celebración de la Misa por todo el mundo; y cuando me dirigen alguna pregunta, me parece como si tuviera que interrumpir una ocupación para hablar con un niño curioso. Es tanto lo que Jesús nos ama, que perpetúa en la Misa la obra de la Redención; la Misa es la redención oculta que se realiza constantemente en el Sacramento. Todo esto lo vi desde mis primeros años y creía que todos los hombres lo veían como yo.


6. Ve una representación de la misa sacrílega.

Cuando vi a mi derecha la espantosa imagen del niño crucificado, me volví a la izquierda; pero seguía viéndolo. Entonces pedí a Dios que se dignara librarme de aquella escena y mi Esposo celestial me dijo: “Mira otra cosa peor aún; mira cómo me tratan diariamente en todo el mundo”. Vi entonces a los sacerdotes que celebran la Misa en pecado mortal. Vi la Hostia sobre el altar, como un niño vivo, y vi que era despedazado en la patena y ofendido de un modo horrible: sacrificarlo así es asesinarlo.

Vi además un número indecible de infelices que son hoy en día oprimidos, atormentados y perseguidos en muchas partes y vi que todo esto sucedía como en la persona del mismo Jesús. Son malos estos tiempos y no hay recurso alguno. Sobre el mundo se extiende una niebla espesa de pecados y todas las cosas se hacen con tibieza e indiferencia.

También en Roma vi a malos sacerdotes atormentar de esta manera al Niño Jesús en la Misa. Ellos querían ver al Papa y exigirle una cosa muy peligrosa. Pero el Papa veía lo mismo que yo: que un ángel los rechazaba con una espada desnuda siempre que pretendían acercarse a él.


Fuente: ‘Visiones y Revelaciones Completas’, Capítulo IV.

Profecías de la Beata Ana Catalina Enmerich - La Falsa Iglesia

 



LA FALSA IGLESIA 

«12 de noviembre de 1820. – Viajaba a través de una comarca sombría y fría y llegue a la gran ciudad (Roma). Vi allí de nuevo la gran y singular iglesia que se estaba construyendo; no había nada de santo en ella; vi aquello de la misma manera que veo una obra católica, eclesiástica, en la cual trabajan en común los ángeles, los santos y los cristianos; pero aquí la colaboración se hacía de otras maneras más mecánicas. (AA. III. 105) 

Vi arriba dibujar líneas y trazar figuras, y vi como, en seguida, en la tierra, un hombre había levantado un plano, un dibujo. Vi la acción de los orgullosos espíritus planetarios en sus relaciones con esta construcción hacerse sentir hasta en las regiones más alejadas. Vi llegar hasta distancias inmensas el impulso dado para la preparación de todo lo que podía ser necesario y útil para la construcción y para la existencia de esta iglesia; vi allí concurrir a todo tipo de personas y de cosas, de doctrinas y de opiniones. Había en todo esto, algo de orgulloso, de presuntuoso, de violento y todo parecía tener éxito y me era mostrado en una multitud de escenas. 
Vi subir y bajar a los espíritus planetarios, los vi enviar rayos sobre las personas que construían el edificio. Todo se hacía según la razón humana. (AA.III.105) 

No vi ni un solo ángel, ni un solo santo cooperar en esta obra. Pero vi mucho más lejos, en el fondo, el trono de un pueblo salvaje armado de espadas, y una figura que reía y que decía: «Constrúyela todo lo sólida que quieras, nosotros la derrumbaremos» (AA.III.105) 

(Vi) que se mina y se asfixia la religión tan hábilmente que no queda a penas más que un pequeño número de sacerdotes que no estén seducidos. No puedo decir como se ha hecho esto, pero veo la niebla y las tinieblas extenderse cada vez más. Sin embargo hay tres iglesias en las que no pueden pertrecharse: son las de San Pedro, la de Santa María Mayor y la de San Miguel. Ellos trabajan continuamente para demolerlas pero no lo consiguen. Todos trabajan para la demolición, incluso los eclesiásticos. Una gran devastación está próxima. (AA.III.122) 

Vi muchas abominaciones con gran detalle; reconocí a Roma y vi a la Iglesia oprimida y su decadencia en el interior y en el exterior. (AA.III.159) 

Vi sobre una verde pradera muchas personas, entre los cuales había sabios, reunirse aparte... (AA.III.156)

... y apareció una nueva iglesia en la cual ellos estaban reunidos. Esta iglesia era redonda con una cúpula gris y tantas personas afluían que yo no comprendía como ese edificio podía contenerlas a todas. Era como un pueblo entero. 
Sin embargo esta nueva iglesia se volvía cada vez más sombría y negra (al comienzo solo era gris) y todo lo que se hacía en ella era como un vapor negro. Estas tinieblas se extendieron fuera y todo el verdor se marchitó; varias parroquias de los alrededores fueron invadidas por la oscuridad y la sequedad, y el prado, a una gran distancia, se volvió como una sombría ciénaga. 
Vi entonces varios grupos de gentes bien intencionadas corres hacia un lado de la pradera donde había todavía verdor y luz. 
No puedo encontrar palabras para describir la acción terrible, siniestra, mortífera, de esta iglesia. Todo verdor se marchitaba, los árboles morían, los jardines perdían su aderezo. Vi, como se puede ver en una visión, las tinieblas producir su efecto a una gran distancia; por todo donde ellas llegaban, se extendía como una cuerda negra. No se lo que pasó con todas las personas que estaban dentro de esa iglesia. Era como si devorara a los hombres: se volvía cada vez más negra, semejaba totalmente al carbón de forja y se descamaba de manera horrible. 
Tras esto (tras la horrible visión de la iglesia negra) fui, guiada por tres ángeles, a un lugar verdeante rodeado de muros, grande aproximadamente como el cementerio que está aquí ante la puerta; fui colocada allí como en una banqueta elevada. No sabía si estaba viva o muerta, pero tenía un gran vestido blanco. (AA.III.157) 

El mayor de los tres me dijo: «¡Alabado sea Dios! Aquí todavía queda luz y verdor» entonces cayó del cielo, entre la iglesia negra y yo, como una lluvia de perlas brillantes y de piedras preciosas deslumbrantes... Y uno de mis compañeros (uno de los tres ángeles) me ordeno recibirlas. Después se fueron. No se si partieron todos; me acuerdo solamente que, en la gran ansiedad que me causaba la iglesia negra, no tuve el coraje de recibir las piedras preciosas. Pero cuando el Ángel volvió a mi, me preguntó si las había recogido y le respondí que no; entonces me ordeno hacerlo en seguida. Entonces me incliné hacia delante y encontré todavía tres pequeñas piedras con las caras talladas como cristales. Estaban situadas por orden: la primera era azul, la segunda de un rojo claro, la tercera de un blanco brillante y transparente. Yo las llevaba a mis dos otros acompañantes que eran más pequeños que el primero, y, siempre marchando de aquí para allá, ellos las frotaban unas contra otras e hicieron surgir de ellas los más bellos colores y los más bellos rayos de luz que se extendieron por todo. Allí a donde llegaban, el verdor renacía, la luz y la vida se propagaban. Vi también a un lado a la iglesia tenebrosa que se degradaba. Después, de golpe, una gran multitud se extendió por el prado verdeante e iluminado, dirigiéndose hacia una villa luminosa. Por el otro lado de la iglesia negra todo permanecía todavía en una noche sombría. (AA.III.156) 

Quieren ellos ser un solo cuerpo en algo diferente que el Señor. Se formó un cuerpo, una comunidad fuera del cuerpo de Jesús que es la Iglesia: una falsa Iglesia sin Redentor, en la que el misterio es no tener misterio. (AA.II.89) 

Es cuando la ciencia se ha separado de la fe cuando nace esta Iglesia sin Salvador, las pretendidas buenas obras sin la fe, la comunión de los incrédulos teniendo la apariencia de virtud, en una palabra la anti-Iglesia cuyo centro está ocupado por la malicia, el error, la mentira, la hipocresía, la laxitud, los artificios de todos los demonios de la época. (AA.II.89) 

Dichos de Santos

 











sábado, 24 de septiembre de 2022

EL PROXIMO TRIUNFO DE LA IGLESIA Y LA EXEGESIS DE LOS TRES PRIMEROS CAPITULOS DEL APOCALIPSIS, POR EL P. BILLOT

 


El P. Billot que fue, como es sabido, Cardenal de la Santa Iglesia y profesor de la Universidad Gregoriana, hace en el epílogo a su Tratado de Ecclesia Christi una exégesis de los tres primeros capítulos del Apocalipsis, que es digna de la mayor atención y confirma cuanto acabamos de decir en la conclusión precedente sobre la paz universal cristiana, próxima a establecerse en todo el globo. 

Leamos atentamente la interpretación de tan sabio profesor y saquemos las naturales consecuencias, no sólo para el porvenir próximo, sino para el más remoto que detrás del penúltimo se esconde. Dice el P. Billot: 

"Se enumeran en el Apocalipsis siete iglesias del Asia a las cuales se le manda a Juan que escriba, para que les transmita avisos saludables. Pero aquellas siete iglesias representan las épocas o edades en la historia de la Iglesia universal desde la Ascensión del Señor hasta su segunda venida. Tienen también (estas iglesias) nombres místicos, con los cuales se designa proféticamente la nota más característica de cada una de esas épocas. 

La primera es la iglesia de Éfeso (II, 1-17) Cap. 2º del Apocalipsis, versículos 1 al 17). Éfeso significa en griego ímpetu, o iniciación de una marcha con dirección a un término. Y conviene (esta significación) a la edad apostólica, porque después de haber recibido el Espíritu Santo en ímpetu vehemente, los Apóstoles partieron a predicar por todas partes bajo la protección del Señor que confirmaba su predicación con milagros. Pero también a la misma edad convenía la epístola admonitoria que alude a los pseudo apóstoles de los cuales hace frecuente mención San Pablo, y a la secta de los Nicolaítas, la cual, fundada por uno de los siete diáconos primeros, fue el primer origen de la impura Gnosis. 

La segunda es la iglesia de Esmirna. Ahora bien, la voz griega Smirna significa mirra y designa la edad en la cual, por la acerbidad de las persecuciones y las máximas amarguras de las tribulaciones, se cumplía aquello que se dijo proféticamente de la Iglesia: "Mis manos destilaron mirra y mis dedos fueron llenos de mirra estimadísima". Por lo cual el Espíritu le dice claramente al ángel de la iglesia de Esmirna: Mira que el diablo, enviará algunos de vosotros a la cárcel para que seáis tentados, y tendréis tribulación durante diez días, significando con bastante claridad las diez persecuciones generales. 

La tercera es la iglesia de Pérgamo (II, 12-17). Ahora bien, Pérgamo es una ciudad famosa en los autores paganos, de la cual trajo su origen y tomó su nombre la carta pergamena. Por lo tanto, cuando se habla de carta pergamena, salta al instante a la mente el pensamiento de la colección de libros y de controversias que se dirigen con la pluma. Es, por tanto, la iglesia de Pérgamo la tercera edad, que fue la de los Santos Padres y Doctores, cuando, cesando con Constantino las persecuciones cruentas, he ahí que de la sede de Satanás brotaron las grandes herejías de arrianos, maniqueos, pelagianos, nestorianos, etc., y del lado contrario fueron suscitados por Dios para la defensa de la verdad aquellos grandes varones dignos de eterna memoria que se llamaron Atanasio, Basilio, G. Nacianceno, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, los dos Cirilos y muchísimos otros que con sus escritos ilustraron grandemente la fe católica. Con razón, pues, la tercera edad se significa por Pérgamo. Con razón también se dirige al ángel de Pérgamo la advertencia de que es objeto, pues aunque éste es alabado por su constancia en la fe, todavía está sujeto a grandes y constantes peligros, por habitar nada menos que en la que es sede de Satanás y estar rodeado por todas partes de las doctrinas de los herejes. 

A la iglesia de Pérgamo sucede ya en cuarto lugar Tiatira (II, 18-29). Además Tiatiros o tiateiroi significan el esplendor del triunfo y solemne pompa, de dtias, dtiados, cuya voz designó primitivamente las cosas que pertenecían a las fiestas en honor de Baco, y después fue usada para significar cualquier solemnidad o acontecimiento triunfal. Es, por tanto, la Iglesia de Tiatira la cuarta edad iniciada en Carlo-Magno con el establecimiento del Sacro Romano Imperio, cuya duración (desde el año 800 al 1800) había de ser milenaria. Y en verdad, el establecimiento del Sacro Romano Imperio selló la subordinación de la sociedad temporal a la espiritual, y fue como corona de la organización del reino social de N. Señor Jesucristo, del cual vaticinaba Isaías: "Levántate e ilumínate, Jerusalén, porque viene tu luz y la gloria del Señor nació sobre ti... Tomarás la leche de las gentes y serás amamantado a los pechos de los reyes, y sabrás que yo (soy) el Señor que te salva y tu redentor, el fuerte de Jacob". En esto, por tanto, está la solemnidad, en esto el esplendor del triunfo, a lo cual también convienen las demás cosas pertenecientes a esta época. Aunque no falten males en esta época, porque el misterio de iniquidad siempre actúa y, mientras dura la vida presente, el triunfo no existe sino en la medida que conviene a la Iglesia que todavía milita sobre la tierra. Por lo cual bajo el tipo de Jezabel se anuncian crueles cismas y herejías que han de desolar también en esta edad la ciudad de Dios, como el cisma de los griegos en el siglo XI, la herejía de los Albigenses en el siglo XIII, y principalmente la impiedad de los Protestantes en el siglo XVI, desde el cual principalísimamente comienzan a declinar las cosas del cristiano imperio, y, poco a poco, a prepararse la edad de la revolución. 

Ahora bien, Tiatira desapareció, y sucedió la quinta iglesia que está en Sardis (III, 1-6). Sardis es aquella célebre ciudad de la Lydia en la cual reinó Creso. Sugiere el pensamiento de la abundancia de oro y plata, del apego a las riquezas de este mundo, del lujo y de toda prosperidad material. Por lo cual todas las cosas que miran al tiempo de esta iglesia, aparecen en un estado cada vez más decadente. Por todas partes la apostasía, por todas partes la defección, mientras muchos se apartan de la religión, son pocos los que guardan fidelidad a Cristo: Pocas, dice, personas en Sardis que no mancharon sus vestidos. Más abajo: ¡Tienes apariencia de vida y estás muerto! Tienes apariencia de vida, de libertad, de ciencia, de civilización, de progreso; y estás muerto, sentado en las tinieblas y sombras de la muerte, por haber rechazado la luz de vida que es Cristo Señor. Por lo cual se le dice al ángel de esta iglesia: "Sé vigilante y confirma las demás cosas que están en peligro de perecer", y se le recomienda con todo encarecimiento que permanezca sin vacilación en las verdades enseñadas por los santos apóstoles, no separándose lo más mínimo, a pretexto de un conocimiento más alto, de aquel sentido que siempre sostuvieron los padres: "Ten, pues, presente lo que has recibido y oído y guárdalo y haz penitencia". 

Esto, por lo que se refiere a la quinta edad. Pero ya son más halagüeñas las cosas que siguen. 

Puesto que, después de la iglesia de Sardis, ha de venir la sexta que es la de Philadelphia (III, 7-13). Y todas las cosas que se refieren de ella son buenas y felices, principalmente por el feliz acontecimiento, el más insigne y singular entre todos los acontecimientos históricos ocurridos hasta nuestros días: Esto es, por la conversión de los judíos y la incorporación de ellos a la iglesia de las gentes, para que de los dos pueblos que dividía una pared de piedra berroqueña, se hiciese finalmente un solo pueblo servidor de Cristo, reconciliándose por este procedimiento Jacob con Esaú e Isaac con Ismael, lo cual anunciaba el Apóstol, (Rom., XI, 25-32) que había de suceder alguna vez. Por cuya razón fue llamada esta iglesia de Philadelphia, lo cual significa amor de hermanos, o reconciliación de hermanos. Y al ángel de la iglesia de Philadelphia escribe... He aquí daré de la sinagoga de Satanás, los que dicen que son judíos y no lo son, mas mienten; he aquí que los haré venir para que adoren ante tus pies, y sabrán que yo te he amado. Y entonces también se cumplirá lo que el mismo Apóstol predecía (R. XI, 12): Y si el pecado de ellos (es decir de los judíos) son las riquezas del mundo... ¡cuánto más la plenitud de ellos? Y en el vers. 15: Porque si la pérdida de ellos es la reconciliación del mundo, ¡qué será su restablecimiento, sino vida de los muertos? 

Cabe, por tanto, esperar para aquel tiempo una admirable expansión de la vida cristiana por todo el mundo, y una insigne victoria de Cristo y de la Iglesia sobre la sometida Revolución. Digo sometida, más bien que destruida, porque reforzada con nuevas energías y encendida en mayor furor, se levantará a las órdenes de Satanás, su capitán, para la suprema lucha, y la última batalla que librará contra su antagonista Cristo. Por tanto, finalmente es advertido el ángel de la iglesia de Philadelphia que está próxima la hora de la tentación, que ha de venir sobre todo el universo para todos los habitantes de la tierra. 

Resta ahora la séptima y última iglesia de Laodicea (III, 14-22). La palabra Laodicea vale lo mismo que laon dike, esto es, juicio de los pueblos, de los siglos, al venir Cristo sobre las nubes de los cielos para juzgar a los vivos y a los muertos". 

  

REFLEXIONES 

 Bastante expresivo está el eminentísimo P. Billot en la interpretación que hace de los tres primeros capítulos del gran libro profético de San Juan y, por tanto, a nosotros sólo nos cabe hacer algunas reflexiones para ver cómo esta lucubración del sapientísimo profesor confirma cuanto dicen los videntes de carácter privado sobre la próxima edad de la Iglesia. Según el P. Billot las siete iglesias del Asia que San Juan enumera en su Revelación, no son precisamente siete diócesis, sino siete épocas, siete grandes períodos o siete edades de la historia de la Iglesia, o mejor, los siete estados o fases por que pasará la Iglesia a lo largo de su historia desde su comienzo el día de Pentecostés hasta su último día, el del juicio universal. 

El primer período es el apostólico que dura hasta la muerte de San Juan, a principios del siglo II. Está representado por la iglesia de Éfeso. 

El segundo corre desde la persecución de Nerón hasta Constantino. Está simbolizado por la iglesia de Esmirna. No importa que este período comience antes de terminar el primero, porque ya se sabe que los períodos históricos, como los proféticos, se interseccionan. Esto hay que tenerlo en cuenta para evitar bastantes equivocaciones. Vemos en este período las diez persecuciones que insinúa con bastante claridad el sagrado texto y todos llamamos a estos tres primeros siglos de la Iglesia los tiempos heroicos del cristianismo por las tremendas, ferocísimas persecuciones que contra los inocentes e inermes cristianos desencadenaron con toda la fuerza de su omnipotente poder los Emperadores romanos, llegando en una de ellas, la última, a tales extremos la crueldad y la matanza, que se creyó para siempre borrado de la superficie de la tierra el nombre cristiano. Diocleciano mandó acuñar moneda con la siguiente inscripción: Christiana superstitione deleta. 

El tercer periodo, representado por la Iglesia de Pérgamo, comienza con Constantino y termina con el advenimiento de Carlomagno. Aparece caracterizado por la lucha ideológica entre los herejes por un lado y los Santos Padres y Doctores, por el otro. 

No importa que hubiese Santos Padres en la época de las persecuciones y, por consiguiente, en el segundo período, como por ejemplo, San Justino, San Hermas y San Clemente de Alejandría, entre otros, en el siglo II; Tertuliano, Orígenes, San Cipriano y San Gregorio Taumaturgo, entre otros, en el siglo III, porque quien caracteriza a la época siguiente son las grandes herejías, de arrianos, nestorianos, eutiquianos, prisciliamistas, pelagianos, monotelitas e iconoclastas, entre otras, contra las cuales escriben y hablan Santos Padres y Doctores, Como los citados por el P. Billot; todo lo cual significa controversia, lucha doctrinal en que los maestros de la verdad vencen a los sembradores del error. 

Con el imperio de Carlomagno comienza en el ochocientos el cuarto período simbolizado por la iglesia de Tyatira, cuyo vocablo significa triunfo y triunfales son los sucesos que le anuncia a esa edad el vidente de Patmos, sucesos que, de ser aplicados en sentido propio a la iglesia de Tiatira, no le convienen por no existir probablemente en la edad apostólica y por haber desaparecido ciertamente entre el siglo II y el III. Con esta interpretación del P. Billot se salva mejor la dificultad que contra esta iglesia oponen algunos racionalistas. 

Esa época de la Iglesia fue realmente la más brillante, aunque no le faltaron contratiempos. Pero constituía el ambiente de Europa. Su Jefe era el padre de todos los europeos. Su doctrina inspiraba todas las legislaciones. Su fe era el impulso más fuerte de las actividades medievales. Y aunque sufrió su poderío social un gran quebranto con la protesta, sin embargo, fue conservando su poderosa influencia hasta el siglo XVIII, bien que en declive desde el XVI. 

Este período termina con la Revolución francesa, en que empieza la persecución contra la Iglesia en nombre de la libertad humana. La Iglesia deja de ser la mentora de los Estados, muchos de los cuales la persiguen y otros la desconocen. El Sacro Romano Imperio termina en agosto de 1806 al renunciar Francisco II a su título de Emperador de Alemania, quedándose con el más modesto de Emperador de Austria. Así quedaba destruida la obra de San León y de Carlomagno. 

Empieza entonces el quinto período, simbolizado en el Apocalipsis por la iglesia de Sardis. Las características de esta edad son el progreso material con la abundancia de oro, el sibaritismo, de la vida y el culto de las apariencias mundanas. Esto es todo lo que significa Sardis, patria de Creso, el más rico de los hombres. Esta edad está terminando, victima de sus propios excesos. Las naciones, inmensamente más poderosas y más ricas que en la antigüedad, están devoradas por una ambición insaciable y, creyendo el mundo pequeño, se empeñan en guerras insensatas para arrebatarse unas a otras la hegemonía financiera y política. Los hombres, no teniendo más dios que el oro, se matan entre sí por su reparto, sumergiendo a la humanidad en el mar tormentoso de las luchas sociales. 

A este período o edad del oro sigue la edad de la reconciliación fraternal, que esto es lo que significa Philadelphia, cuya iglesia simboliza esta época de paz universal en que los judíos se convierten, los hermanos se reconcilian y la armonía se establece sobre la base de la unión de los que estaban separados por odios e injusticias. Desaparecida ésta por el restablecimiento de-la justicia y extinguidos aquéllos, habrá paz entre los hombres, paz espiritual y paz material, paz de las almas y paz de las armas. 

Viene por fin la última edad, representada por la iglesia de: Laodicea, cuya palabra vale lo mismo que juicio de los pueblos. 

No es nuestro propósito hablar en este libro de todo lo que hay acerca de esta edad. 

Nos basta por ahora con el estudio de la quinta en que estamos y de la sexta hacia la cual vamos. 

Todo cuanto nos dice el sabio profesor de la Gregoriana sobre los tres primeros capítulos del Apocalipsis es una confirmación plena de lo que hemos dicho en la conclusión anterior y de lo que anuncian sobre el período próximo a abrirse la Venerable Isabel Canori, Santa Brígida, Bug, en el último párrafo, el B. Nicolás Factor, la M. Rafols y algunos otros. 

Claro que el P. Billot no le da a su interpretación más categoría que la de mera probabilidad. Pero la estimamos muy razonable por los argumentos que alega el sabio teólogo, por ajustarse perfectamente al proceso de los acontecimientos y por su absoluta conformidad con todas las profecías privadas que en distintos tiempos fueron hechas sobre este período que se acerca. Todo ello aumenta el volumen de probabilidad de la citada exegesis que anda muy cerca de la certeza moral.

  

FUTURA GRANDEZA DE ESPAÑA

Enrique López Galúa

Editado en 1941

El Agua Bendita


Fuente de los Bienes Espirituales

El agua bendita es un sacramental que perdona los pecados veniales. A causa de la bendición a ella adjunta, la Iglesia recomienda encarecidamente a sus hijos el uso de la misma, especialmente cuando les amenaza algún peligro, v.g. fuego, tempestades, enfermedades y otras calamidades. Todo hogar Católico debería tener siempre agua bendita disponible.


Aprovechemos los grandes Beneficios que procura

Fomentemos el uso del agua bendita

Cada gota contiene tesoros indecibles de auxilio espiritual para el alma y para el cuerpo.


Pensemos en ello

Si ahora nos diésemos cuenta de sus beneficios como lo comprenderemos después de la muerte, lo usaríamos más a menudo y con mayor fe y reverencia.

El agua bendita tiene su gran poder y eficacia en virtud de las oraciones de la Iglesia que su Divino Fundador siempre acepta con prontitud y complacencia.

He aquí la oración de lo que pide la Iglesia al bendecir el agua:

"Oh Dios... concédenos que esta criatura tuya (el agua) sea dotada de la divina gracia para expulsar los demonios y alejar las enfermedades, y que cualquier cosa en las casas o posesiones de los fieles que fuere rociada con esta agua quede libre de toda impureza y de todo daño... Que todo lo que amenace la seguridad o la paz de sus habitantes sea expulsado por la aspersión de esta agua, para que la salud implorada por la invocación de tu Santo Nombre sea guardada de todo asalto".


Oraciones Eficaces

Estas oraciones suben al Cielo cada vez que se toma agua bendita con la mano y se rocía una sola gota sobre si mismo o sobre otros, presentes o ausentes, vivos o difuntos, y los bendiciones de Dios descienden sobre el cuerpo y sobre el alma.


Expulsan al Demonio

El Diablo, como dice Santa Teresa, odia el agua bendita por ese poder especial que tiene sobre él. No puede permanecer larga tiempo cerca de un lugar o de una persona rociada con aguo bendita.


Beneficia a los Ausentes

Si nuestros seres queridos se hallan lejos de nosotros, el agua bendita, rociada con intención de que Dios los bendiga donde quiera que estén, puede mover al Sagrado Corazón para que los bendiga y proteja librándolos de todo mal de alma y cuerpo. La oración de la Iglesia les puede socorrer a cualquier hora y en cualquier lugar donde se encuentren.


Sobre todo a las Benditas Ánimas

La Iglesia usa el agua bendita también para alivio de las benditas ánimas del Purgatorio. Sólo allí comprenderemos cuánto la aprecian y desean aquellas pobres almas. Si queremos ahora granjearnos multitud de intercesores, no las olvidemos al tomar de la pila agua bendita, y apliquémosles ese refrigerio. Puede ser que una sola gota les abra los puertas del Cielo a las que ya están para volar a las eternas moradas.


Perdona los Pecados Veniales

El agua bendita, porque es un sacramental de lo Iglesia, perdona los pecados veniales. Guarda pura tu alma con este sacramental, haciendo devotamente la señal de la cruz, diciendo lo oración recomendada por lo Iglesia:

"Oh Señor, haz que esta agua bendita nos sea salud y vida."

Devocionario Católico