El P. Billot que fue, como es sabido, Cardenal de la Santa Iglesia y profesor de la Universidad Gregoriana, hace en el epílogo a su Tratado de Ecclesia Christi una exégesis de los tres primeros capítulos del Apocalipsis, que es digna de la mayor atención y confirma cuanto acabamos de decir en la conclusión precedente sobre la paz universal cristiana, próxima a establecerse en todo el globo.
Leamos atentamente la interpretación de tan sabio profesor y saquemos las naturales consecuencias, no sólo para el porvenir próximo, sino para el más remoto que detrás del penúltimo se esconde. Dice el P. Billot:
"Se enumeran en el Apocalipsis siete iglesias del Asia a las cuales se le manda a Juan que escriba, para que les transmita avisos saludables. Pero aquellas siete iglesias representan las épocas o edades en la historia de la Iglesia universal desde la Ascensión del Señor hasta su segunda venida. Tienen también (estas iglesias) nombres místicos, con los cuales se designa proféticamente la nota más característica de cada una de esas épocas.
La primera es la iglesia de Éfeso (II, 1-17) Cap. 2º del Apocalipsis, versículos 1 al 17). Éfeso significa en griego ímpetu, o iniciación de una marcha con dirección a un término. Y conviene (esta significación) a la edad apostólica, porque después de haber recibido el Espíritu Santo en ímpetu vehemente, los Apóstoles partieron a predicar por todas partes bajo la protección del Señor que confirmaba su predicación con milagros. Pero también a la misma edad convenía la epístola admonitoria que alude a los pseudo apóstoles de los cuales hace frecuente mención San Pablo, y a la secta de los Nicolaítas, la cual, fundada por uno de los siete diáconos primeros, fue el primer origen de la impura Gnosis.
La segunda es la iglesia de Esmirna. Ahora bien, la voz griega Smirna significa mirra y designa la edad en la cual, por la acerbidad de las persecuciones y las máximas amarguras de las tribulaciones, se cumplía aquello que se dijo proféticamente de la Iglesia: "Mis manos destilaron mirra y mis dedos fueron llenos de mirra estimadísima". Por lo cual el Espíritu le dice claramente al ángel de la iglesia de Esmirna: Mira que el diablo, enviará algunos de vosotros a la cárcel para que seáis tentados, y tendréis tribulación durante diez días, significando con bastante claridad las diez persecuciones generales.
La tercera es la iglesia de Pérgamo (II, 12-17). Ahora bien, Pérgamo es una ciudad famosa en los autores paganos, de la cual trajo su origen y tomó su nombre la carta pergamena. Por lo tanto, cuando se habla de carta pergamena, salta al instante a la mente el pensamiento de la colección de libros y de controversias que se dirigen con la pluma. Es, por tanto, la iglesia de Pérgamo la tercera edad, que fue la de los Santos Padres y Doctores, cuando, cesando con Constantino las persecuciones cruentas, he ahí que de la sede de Satanás brotaron las grandes herejías de arrianos, maniqueos, pelagianos, nestorianos, etc., y del lado contrario fueron suscitados por Dios para la defensa de la verdad aquellos grandes varones dignos de eterna memoria que se llamaron Atanasio, Basilio, G. Nacianceno, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, los dos Cirilos y muchísimos otros que con sus escritos ilustraron grandemente la fe católica. Con razón, pues, la tercera edad se significa por Pérgamo. Con razón también se dirige al ángel de Pérgamo la advertencia de que es objeto, pues aunque éste es alabado por su constancia en la fe, todavía está sujeto a grandes y constantes peligros, por habitar nada menos que en la que es sede de Satanás y estar rodeado por todas partes de las doctrinas de los herejes.
A la iglesia de Pérgamo sucede ya en cuarto lugar Tiatira (II, 18-29). Además Tiatiros o tiateiroi significan el esplendor del triunfo y solemne pompa, de dtias, dtiados, cuya voz designó primitivamente las cosas que pertenecían a las fiestas en honor de Baco, y después fue usada para significar cualquier solemnidad o acontecimiento triunfal. Es, por tanto, la Iglesia de Tiatira la cuarta edad iniciada en Carlo-Magno con el establecimiento del Sacro Romano Imperio, cuya duración (desde el año 800 al 1800) había de ser milenaria. Y en verdad, el establecimiento del Sacro Romano Imperio selló la subordinación de la sociedad temporal a la espiritual, y fue como corona de la organización del reino social de N. Señor Jesucristo, del cual vaticinaba Isaías: "Levántate e ilumínate, Jerusalén, porque viene tu luz y la gloria del Señor nació sobre ti... Tomarás la leche de las gentes y serás amamantado a los pechos de los reyes, y sabrás que yo (soy) el Señor que te salva y tu redentor, el fuerte de Jacob". En esto, por tanto, está la solemnidad, en esto el esplendor del triunfo, a lo cual también convienen las demás cosas pertenecientes a esta época. Aunque no falten males en esta época, porque el misterio de iniquidad siempre actúa y, mientras dura la vida presente, el triunfo no existe sino en la medida que conviene a la Iglesia que todavía milita sobre la tierra. Por lo cual bajo el tipo de Jezabel se anuncian crueles cismas y herejías que han de desolar también en esta edad la ciudad de Dios, como el cisma de los griegos en el siglo XI, la herejía de los Albigenses en el siglo XIII, y principalmente la impiedad de los Protestantes en el siglo XVI, desde el cual principalísimamente comienzan a declinar las cosas del cristiano imperio, y, poco a poco, a prepararse la edad de la revolución.
Ahora bien, Tiatira desapareció, y sucedió la quinta iglesia que está en Sardis (III, 1-6). Sardis es aquella célebre ciudad de la Lydia en la cual reinó Creso. Sugiere el pensamiento de la abundancia de oro y plata, del apego a las riquezas de este mundo, del lujo y de toda prosperidad material. Por lo cual todas las cosas que miran al tiempo de esta iglesia, aparecen en un estado cada vez más decadente. Por todas partes la apostasía, por todas partes la defección, mientras muchos se apartan de la religión, son pocos los que guardan fidelidad a Cristo: Pocas, dice, personas en Sardis que no mancharon sus vestidos. Más abajo: ¡Tienes apariencia de vida y estás muerto! Tienes apariencia de vida, de libertad, de ciencia, de civilización, de progreso; y estás muerto, sentado en las tinieblas y sombras de la muerte, por haber rechazado la luz de vida que es Cristo Señor. Por lo cual se le dice al ángel de esta iglesia: "Sé vigilante y confirma las demás cosas que están en peligro de perecer", y se le recomienda con todo encarecimiento que permanezca sin vacilación en las verdades enseñadas por los santos apóstoles, no separándose lo más mínimo, a pretexto de un conocimiento más alto, de aquel sentido que siempre sostuvieron los padres: "Ten, pues, presente lo que has recibido y oído y guárdalo y haz penitencia".
Esto, por lo que se refiere a la quinta edad. Pero ya son más halagüeñas las cosas que siguen.
Puesto que, después de la iglesia de Sardis, ha de venir la sexta que es la de Philadelphia (III, 7-13). Y todas las cosas que se refieren de ella son buenas y felices, principalmente por el feliz acontecimiento, el más insigne y singular entre todos los acontecimientos históricos ocurridos hasta nuestros días: Esto es, por la conversión de los judíos y la incorporación de ellos a la iglesia de las gentes, para que de los dos pueblos que dividía una pared de piedra berroqueña, se hiciese finalmente un solo pueblo servidor de Cristo, reconciliándose por este procedimiento Jacob con Esaú e Isaac con Ismael, lo cual anunciaba el Apóstol, (Rom., XI, 25-32) que había de suceder alguna vez. Por cuya razón fue llamada esta iglesia de Philadelphia, lo cual significa amor de hermanos, o reconciliación de hermanos. Y al ángel de la iglesia de Philadelphia escribe... He aquí daré de la sinagoga de Satanás, los que dicen que son judíos y no lo son, mas mienten; he aquí que los haré venir para que adoren ante tus pies, y sabrán que yo te he amado. Y entonces también se cumplirá lo que el mismo Apóstol predecía (R. XI, 12): Y si el pecado de ellos (es decir de los judíos) son las riquezas del mundo... ¡cuánto más la plenitud de ellos? Y en el vers. 15: Porque si la pérdida de ellos es la reconciliación del mundo, ¡qué será su restablecimiento, sino vida de los muertos?
Cabe, por tanto, esperar para aquel tiempo una admirable expansión de la vida cristiana por todo el mundo, y una insigne victoria de Cristo y de la Iglesia sobre la sometida Revolución. Digo sometida, más bien que destruida, porque reforzada con nuevas energías y encendida en mayor furor, se levantará a las órdenes de Satanás, su capitán, para la suprema lucha, y la última batalla que librará contra su antagonista Cristo. Por tanto, finalmente es advertido el ángel de la iglesia de Philadelphia que está próxima la hora de la tentación, que ha de venir sobre todo el universo para todos los habitantes de la tierra.
Resta ahora la séptima y
última iglesia de Laodicea (III, 14-22). La palabra Laodicea vale lo mismo que
laon dike, esto es, juicio de los pueblos, de los siglos, al venir Cristo sobre
las nubes de los cielos para juzgar a los vivos y a los muertos".
REFLEXIONES
El primer período es el apostólico que dura hasta la muerte de San Juan, a principios del siglo II. Está representado por la iglesia de Éfeso.
El segundo corre desde la persecución de Nerón hasta Constantino. Está simbolizado por la iglesia de Esmirna. No importa que este período comience antes de terminar el primero, porque ya se sabe que los períodos históricos, como los proféticos, se interseccionan. Esto hay que tenerlo en cuenta para evitar bastantes equivocaciones. Vemos en este período las diez persecuciones que insinúa con bastante claridad el sagrado texto y todos llamamos a estos tres primeros siglos de la Iglesia los tiempos heroicos del cristianismo por las tremendas, ferocísimas persecuciones que contra los inocentes e inermes cristianos desencadenaron con toda la fuerza de su omnipotente poder los Emperadores romanos, llegando en una de ellas, la última, a tales extremos la crueldad y la matanza, que se creyó para siempre borrado de la superficie de la tierra el nombre cristiano. Diocleciano mandó acuñar moneda con la siguiente inscripción: Christiana superstitione deleta.
El tercer periodo, representado por la Iglesia de Pérgamo, comienza con Constantino y termina con el advenimiento de Carlomagno. Aparece caracterizado por la lucha ideológica entre los herejes por un lado y los Santos Padres y Doctores, por el otro.
No importa que hubiese Santos Padres en la época de las persecuciones y, por consiguiente, en el segundo período, como por ejemplo, San Justino, San Hermas y San Clemente de Alejandría, entre otros, en el siglo II; Tertuliano, Orígenes, San Cipriano y San Gregorio Taumaturgo, entre otros, en el siglo III, porque quien caracteriza a la época siguiente son las grandes herejías, de arrianos, nestorianos, eutiquianos, prisciliamistas, pelagianos, monotelitas e iconoclastas, entre otras, contra las cuales escriben y hablan Santos Padres y Doctores, Como los citados por el P. Billot; todo lo cual significa controversia, lucha doctrinal en que los maestros de la verdad vencen a los sembradores del error.
Con el imperio de Carlomagno comienza en el ochocientos el cuarto período simbolizado por la iglesia de Tyatira, cuyo vocablo significa triunfo y triunfales son los sucesos que le anuncia a esa edad el vidente de Patmos, sucesos que, de ser aplicados en sentido propio a la iglesia de Tiatira, no le convienen por no existir probablemente en la edad apostólica y por haber desaparecido ciertamente entre el siglo II y el III. Con esta interpretación del P. Billot se salva mejor la dificultad que contra esta iglesia oponen algunos racionalistas.
Esa época de la Iglesia fue realmente la más brillante, aunque no le faltaron contratiempos. Pero constituía el ambiente de Europa. Su Jefe era el padre de todos los europeos. Su doctrina inspiraba todas las legislaciones. Su fe era el impulso más fuerte de las actividades medievales. Y aunque sufrió su poderío social un gran quebranto con la protesta, sin embargo, fue conservando su poderosa influencia hasta el siglo XVIII, bien que en declive desde el XVI.
Este período termina con la Revolución francesa, en que empieza la persecución contra la Iglesia en nombre de la libertad humana. La Iglesia deja de ser la mentora de los Estados, muchos de los cuales la persiguen y otros la desconocen. El Sacro Romano Imperio termina en agosto de 1806 al renunciar Francisco II a su título de Emperador de Alemania, quedándose con el más modesto de Emperador de Austria. Así quedaba destruida la obra de San León y de Carlomagno.
Empieza entonces el quinto período, simbolizado en el Apocalipsis por la iglesia de Sardis. Las características de esta edad son el progreso material con la abundancia de oro, el sibaritismo, de la vida y el culto de las apariencias mundanas. Esto es todo lo que significa Sardis, patria de Creso, el más rico de los hombres. Esta edad está terminando, victima de sus propios excesos. Las naciones, inmensamente más poderosas y más ricas que en la antigüedad, están devoradas por una ambición insaciable y, creyendo el mundo pequeño, se empeñan en guerras insensatas para arrebatarse unas a otras la hegemonía financiera y política. Los hombres, no teniendo más dios que el oro, se matan entre sí por su reparto, sumergiendo a la humanidad en el mar tormentoso de las luchas sociales.
A este período o edad del oro sigue la edad de la reconciliación fraternal, que esto es lo que significa Philadelphia, cuya iglesia simboliza esta época de paz universal en que los judíos se convierten, los hermanos se reconcilian y la armonía se establece sobre la base de la unión de los que estaban separados por odios e injusticias. Desaparecida ésta por el restablecimiento de-la justicia y extinguidos aquéllos, habrá paz entre los hombres, paz espiritual y paz material, paz de las almas y paz de las armas.
Viene por fin la última edad, representada por la iglesia de: Laodicea, cuya palabra vale lo mismo que juicio de los pueblos.
No es nuestro propósito hablar en este libro de todo lo que hay acerca de esta edad.
Nos basta por ahora con el estudio de la quinta en que estamos y de la sexta hacia la cual vamos.
Todo cuanto nos dice el sabio profesor de la Gregoriana sobre los tres primeros capítulos del Apocalipsis es una confirmación plena de lo que hemos dicho en la conclusión anterior y de lo que anuncian sobre el período próximo a abrirse la Venerable Isabel Canori, Santa Brígida, Bug, en el último párrafo, el B. Nicolás Factor, la M. Rafols y algunos otros.
Claro que el P. Billot no le
da a su interpretación más categoría que la de mera probabilidad. Pero la
estimamos muy razonable por los argumentos que alega el sabio teólogo, por
ajustarse perfectamente al proceso de los acontecimientos y por su absoluta
conformidad con todas las profecías privadas que en distintos tiempos fueron
hechas sobre este período que se acerca. Todo ello aumenta el volumen de
probabilidad de la citada exegesis que anda muy cerca de la certeza moral.
FUTURA GRANDEZA DE ESPAÑA
Enrique López Galúa
Editado en 1941