miércoles, 17 de mayo de 2023

María, Mediadora Universal de todas las Gracias - R.P. Ildefonso Rodríguez Villar



1.° Qué es y en qué consiste la Mediación. — Mediación, es hacer de medio entre dos extremos..., como la aurora entre la luz y las sombras. — Es participar de algún modo y representar a las dos partes, tomando a ambas como cosa suya. — Según San Belarmino, es ser juez y árbitro, que administre justicia entre las partes litigantes...; es ser mundo de paz, proponiendo las condiciones a que deben sujetarse los dos enemigos, para que entre ellos vuelva la perdida amistad...; es ser favorito regio que interpone su valimiento ante el Monarca, para conseguir perdón y favor para el que ha ofendido al Rey...; es, en fin, ser mártir de la caridad, que inmola su vida en justa satisfacción a la persona ofendida. 

Aplica estos puntos a Jesucristo y comprenderás con cuánta verdad decía San Pablo: «Que Él es el único Mediador entre Dios y los hombres... y que no tenemos otro.» Cristo, por su triple carácter de Mesías o Enviado del Padre..., de Sacerdote Eterno y Redentor del mundo, es, ciertamente, el verdadero Mediador..., el Ángel de la Paz, que aplaca la ira de Dios irritado contra el hombre al dar a Aquél, con su vida, cumplida satisfacción de los pecados de éste, — Pero mira también cómo después de Cristo... y con Cristo y por Cristo..., no sola ni aisladamente considerada, sino por la unión que con Él tuvo como Madre suya…, por la parte que tomó en la obra de la Redención…, siendo verdadera Corredentora de los hombres…, es también María, Mediadora perfecta entre Dios y nosotros. 

Es Madre de Dios y Madre nuestra y así, une en Ella estos dos extremos... y como Madre de misericordia que es, resuelve y sentencia siempre a favor de los pecadores. — Es Reina de la Paz, y así la consigue para sus hijos rebeldes a Dios, que por el pecado le declararon la guerra. — Es la Omnipotencia suplicante, y por eso, dice San Bernardino de Sena, que «todas las cosas están sujetas a María, hasta el mismo Dios, bastando sólo una palabra suya para conseguir lo que desea». — Es, en fin Mártir de la caridad y Reina de los mártires, que mereció este título al inmolarse, juntamente con su Hijo, al pie de la Cruz..., ofreciendo al Padre Eterno, la víctima divina y constituyendo con Ella un solo sacrificio... 

2.° Dispensadora de todas las gracias. — María es la que dispensa y administra toda la gracia…, de tal manera, que al decir de San Ligorio: «Dios quiere que todas las gracias nos vengan por María»... y San Bernardo, exclama: «Considera con qué afecto quiere Dios que honremos a esta nuestra Reina..., pues en Ella ha puesto la plenitud de todo bien, para que todas las gracias de esperanza y salvación, nos vengan por Ella». — Dios es el autor de todo bien y toda gracia, en todos los órdenes...; son riquísimos e infinitos sus tesoros..., pero la llave que los encierra, la ha entregado a María. 

Es Ella, como la Madre de la casa bien administrada y regida, donde el padre gana el pan..., pero la madre es la que lo reparte a sus hijos. — No dudes que todos los bienes, hasta los puramente temporales, te han de venir sólo por mano de María. — La unión íntima e indisoluble entre Cristo y María, exige esta «universalidad» de su acción mediadora. — San Pablo llama a Cristo Segundo Adán, el Adán celestial; pues bien, la Iglesia llama a María la Segunda Eva. — Cristo es la Cabeza del cuerpo místico, pero María, en frase de Pío X, es el «Cuello» que une a la Cabeza con el cuerpo.., y que transmite toda la vida de la cabeza a los otros miembros. 

Pero para ser efectiva y práctica esta universalidad de la Mediación, se requieren tres condiciones: Primera: Posesión total del don. — Segunda: Voluntad para darlo. — Tercera: Poder para ello. 

Pues bien, no se puede dudar que María posee todas las gracias..., la gracia inicial en su Concepción, ya fue mayor que la de los ángeles y santos...; la gracia de la santificación completa, porque es verdaderamente según el ángel, la «llena de gracia» al ser hecha Madre de Dios...; la gracia final en María, fue incalculable, ya que no dejó de crecer un momento en gracia. — Ella es la única que se llama «Emperatriz» y es coronada como «Reina de cielos y tierra». 

La segunda condición y tercera, es que María quiere y puede darnos todas las gracias... Ya hemos dicho que es evidente, pues se sigue de sus dos títulos dulcísimos de «Madre y Reina». — Luego, María, es por dicha nuestra el canal por donde toda gracia de Dios baja hasta nosotros. 

3.° La Mediación en el Evangelio. — A) Como Corredentora aparece en la Encarnación, donde con su consentimiento, acepta el sacrificio de ser la «Madre Dolorosa del Varón de Dolores»...; en la Presentación del Niño, donde ofrece a su Hijo y renueva su oblación generosa, oyendo de labios de Simeón, la dolorosa profecía de la espada que atravesaría su corazón... En la Cruz, se asoció de tal modo a su Hijo, que ambos fueron dos hostias de un mismo sacrificio. 

B) Como Mediadora que intercede y consigue y reparte gracias, aparece claramente en la Visitación a Santa Isabel, donde el Bautista es santificado en el seno de su madre, por la presencia de la Santísima Virgen... En las bodas de Cana, se hace el milagro a ruegos y casi podemos decir, por imposición de María, llegando a adelantar la hora de la manifestación de su Hijo... En el Cenáculo, el día de Pentecostés, María prepara y dispone a los Apóstoles para recibir al Espíritu Santo, esto es, coopera a la obra santificadora de la gracia en el alma de los Apóstoles... 

4.° Dios lo quiere. — Concluye, pues, que es Dios quien claramente manifiesta su voluntad. — Pudo redimirnos sin María, y no lo quiso... Luego, aunque pueda, tampoco quiere santificarnos sin María. — Grande es la devoción que debemos tener a nuestra Madre por miles de razones y motivos, pero difícilmente encontraremos uno que tanto nos deba mover a ello como éste..., pues en cierto modo, como ves, abarca a todos los demás. — Por amor y gratitud a esta excelsa Mediadora..., hasta por conveniencia y utilidad propia, debemos tenerle grandísima devoción. — Sin Ella no conseguiremos acercarnos a Jesús..., no es posible que acertemos a hablarle..., nuestras súplicas sin María, no pueden ni merecen ser atendidas. — Dios se nos da por medio de Ella..., pues por Ella debemos ir nosotros a Dios... y darnos y entregarnos totalmente a Ella para que Ella nos lleve a Dios... ¡Qué camino tan fácil..., tan seguro..., tan hermoso y consolador! — Anímate... y de una vez para siempre ponte en sus manos... Da a tu Madre las llaves de tu corazón..., para que Ella disponga de ti como quiera..., que siempre será como más te convenga. — Pídeselo así..., suplícale te dé alguna parte de las gracias que Ella tiene..., pero en especial, pídele la de saber amar con Ella y por Ella, al Señor en vida y en muerte..., en el tiempo y en la eternidad...

Meditaciones sobre la Santísima Virgen María
R.P. Ildefonso Rodríguez Villar (1895 - 1964)