1.° Qué es y en qué consiste la Mediación. — Mediación, es hacer
de medio entre dos extremos..., como la aurora entre la luz y las
sombras. — Es participar de algún modo y representar a las dos
partes, tomando a ambas como cosa suya. — Según San Belarmino,
es ser juez y árbitro, que administre justicia entre las partes
litigantes...; es ser mundo de paz, proponiendo las condiciones a que
deben sujetarse los dos enemigos, para que entre ellos vuelva la
perdida amistad...; es ser favorito regio que interpone su valimiento
ante el Monarca, para conseguir perdón y favor para el que ha ofendido al Rey...; es, en fin, ser mártir de la caridad, que inmola su vida
en justa satisfacción a la persona ofendida.
Aplica estos puntos a Jesucristo y comprenderás con cuánta verdad decía San Pablo: «Que Él es el único Mediador entre Dios y los
hombres... y que no tenemos otro.» Cristo, por su triple carácter de
Mesías o Enviado del Padre..., de Sacerdote Eterno y Redentor del
mundo, es, ciertamente, el verdadero Mediador..., el Ángel de la Paz, que
aplaca la ira de Dios irritado contra el hombre al dar a Aquél, con su vida,
cumplida satisfacción de los pecados de éste, — Pero mira también cómo
después de Cristo... y con Cristo y por Cristo..., no sola ni aisladamente
considerada, sino por la unión que con Él tuvo como Madre suya…, por la
parte que tomó en la obra de la Redención…, siendo verdadera
Corredentora de los hombres…, es también María, Mediadora perfecta
entre Dios y nosotros.
Es Madre de Dios y Madre nuestra y así, une en Ella estos dos
extremos... y como Madre de misericordia que es, resuelve y sentencia
siempre a favor de los pecadores. — Es Reina de la Paz, y así la
consigue para sus hijos rebeldes a Dios, que por el pecado le declararon
la guerra. — Es la Omnipotencia suplicante, y por eso, dice San
Bernardino de Sena, que «todas las cosas están sujetas a María, hasta el
mismo Dios, bastando sólo una palabra suya para conseguir lo que
desea». — Es, en fin Mártir de la caridad y Reina de los mártires, que
mereció este título al inmolarse, juntamente con su Hijo, al pie de la
Cruz..., ofreciendo al Padre Eterno, la víctima divina y constituyendo con
Ella un solo sacrificio...
2.° Dispensadora de todas las gracias. — María es la que dispensa
y administra toda la gracia…, de tal manera, que al decir de San
Ligorio: «Dios quiere que todas las gracias nos vengan por María»... y
San Bernardo, exclama: «Considera con qué afecto quiere Dios que
honremos a esta nuestra Reina..., pues en Ella ha puesto la plenitud
de todo bien, para que todas las gracias de esperanza y salvación,
nos vengan por Ella». — Dios es el autor de todo bien y toda gracia,
en todos los órdenes...; son riquísimos e infinitos sus tesoros..., pero
la llave que los encierra, la ha entregado a María.
Es Ella, como la Madre de la casa bien administrada y regida, donde el
padre gana el pan..., pero la madre es la que lo reparte a sus hijos. — No
dudes que todos los bienes, hasta los puramente temporales, te han de
venir sólo por mano de María. — La unión íntima e indisoluble entre
Cristo y María, exige esta «universalidad» de su acción mediadora. —
San Pablo llama a Cristo Segundo Adán, el Adán celestial; pues bien, la
Iglesia llama a María la Segunda Eva. — Cristo es la Cabeza del cuerpo
místico, pero María, en frase de Pío X, es el «Cuello» que une a la
Cabeza con el cuerpo.., y que transmite toda la vida de la cabeza a los
otros miembros.
Pero para ser efectiva y práctica esta universalidad de la Mediación, se
requieren tres condiciones: Primera: Posesión total del don. — Segunda:
Voluntad para darlo. — Tercera: Poder para ello.
Pues bien, no se puede dudar que María posee todas las gracias..., la
gracia inicial en su Concepción, ya fue mayor que la de los ángeles y
santos...; la gracia de la santificación completa, porque es
verdaderamente según el ángel, la «llena de gracia» al ser hecha Madre
de Dios...; la gracia final en María, fue incalculable, ya que no dejó de
crecer un momento en gracia. — Ella es la única que se llama
«Emperatriz» y es coronada como «Reina de cielos y tierra».
La segunda condición y tercera, es que María quiere y puede darnos
todas las gracias... Ya hemos dicho que es evidente, pues se sigue de
sus dos títulos dulcísimos de «Madre y Reina». — Luego, María, es por
dicha nuestra el canal por donde toda gracia de Dios baja hasta nosotros.
3.° La Mediación en el Evangelio. — A) Como Corredentora aparece
en la Encarnación, donde con su consentimiento, acepta el sacrificio
de ser la «Madre Dolorosa del Varón de Dolores»...; en la
Presentación del Niño, donde ofrece a su Hijo y renueva su oblación
generosa, oyendo de labios de Simeón, la dolorosa profecía de la
espada que atravesaría su corazón... En la Cruz, se asoció de tal
modo a su Hijo, que ambos fueron dos hostias de un mismo sacrificio.
B) Como Mediadora que intercede y consigue y reparte gracias,
aparece claramente en la Visitación a Santa Isabel, donde el Bautista es
santificado en el seno de su madre, por la presencia de la Santísima
Virgen... En las bodas de Cana, se hace el milagro a ruegos y casi
podemos decir, por imposición de María, llegando a adelantar la hora de
la manifestación de su Hijo... En el Cenáculo, el día de Pentecostés,
María prepara y dispone a los Apóstoles para recibir al Espíritu Santo,
esto es, coopera a la obra santificadora de la gracia en el alma de los
Apóstoles...
4.° Dios lo quiere. — Concluye, pues, que es Dios quien claramente
manifiesta su voluntad. — Pudo redimirnos sin María, y no lo quiso...
Luego, aunque pueda, tampoco quiere santificarnos sin María. —
Grande es la devoción que debemos tener a nuestra Madre por miles
de razones y motivos, pero difícilmente encontraremos uno que tanto
nos deba mover a ello como éste..., pues en cierto modo, como ves,
abarca a todos los demás. — Por amor y gratitud a esta excelsa
Mediadora..., hasta por conveniencia y utilidad propia, debemos
tenerle grandísima devoción. — Sin Ella no conseguiremos
acercarnos a Jesús..., no es posible que acertemos a hablarle...,
nuestras súplicas sin María, no pueden ni merecen ser atendidas. —
Dios se nos da por medio de Ella..., pues por Ella debemos ir
nosotros a Dios... y darnos y entregarnos totalmente a Ella para que
Ella nos lleve a Dios... ¡Qué camino tan fácil..., tan seguro..., tan
hermoso y consolador! — Anímate... y de una vez para siempre ponte
en sus manos... Da a tu Madre las llaves de tu corazón..., para que
Ella disponga de ti como quiera..., que siempre será como más te convenga. — Pídeselo así..., suplícale te dé alguna parte de las
gracias que Ella tiene..., pero en especial, pídele la de saber amar
con Ella y por Ella, al Señor en vida y en muerte..., en el tiempo y en
la eternidad...
Meditaciones sobre la Santísima Virgen María
R.P. Ildefonso Rodríguez Villar (1895 - 1964)