1.° Interior. — En general, la modestia es la virtud que regula todos los actos externos, dándoles la debida compostura y decoro... y presentándoles así a los ojos de los demás, como algo digno, noble y hermoso. — Pero la modestia exterior necesariamente ha de proceder de la interior que consiste en moderar y dirigir los movimientos desordenados del alma según la divina voluntad. La modestia exterior se puede fingir y será entonces un acto más de repugnante hipocresía... La modestia interior es la única que puede dar vida a la modestia exterior. — No debes, por tanto tratar de conseguir una apariencia de modestia... una modestia postiza y mentirosa, con posturas y ademanes externos que así lo indiquen… y luego dejar a tu corazón que sea víctima de las bajas inclinaciones de la concupiscencia.
Cuando la modestia verdadera existe, es tal la unión que se da entre la exterior y la interior que la una no va sin la otra, y las dos se ayudan mutuamente, de suerte que la compostura exterior debe proceder siempre de un interior perfectamente compuesto y ordenado... y la interior encontrará su mejor defensa y sostén en la exterior. — San Francisco de Sales, lo explica con esta comparación: «Como el fuego produce la ceniza… y la ceniza sirve admirablemente para sostener y conservar el fuego..., así sucede con estas dos modestias, que la interior produce la exterior, y ésta mantiene y conserva la interior de donde brotó.»
Esta modestia interior, es de dos clases: Una, que frena los movimientos de la concupiscencia y los actos internos del entendimiento..., de la imaginación y de la voluntad, que nos llevan al pecado de impureza..., y otra modestia es la que modera los movimientos del alma, que tienen relación con la soberbia y la vanidad... Así, cuando alabamos a una persona, decimos que no queremos herir su modestia... y otras veces admiramos la modestia de personas que por sus méritos..., sus virtudes..., su excelencia, podían darse más importancia. — Esta modestia, como se ve, prácticamente se reduce al ejercicio de la humildad verdadera...; por eso el alma humilde, necesariamente ha de ser modesta interior y exteriormente.
En cuanto a esta modestia, ya ves que nadie ha podido compararse con la Santísima Virgen; nadie con más méritos, virtudes, santidad, excelencia y grandezas divinas... No obstante, ¿quién más sencilla..., afable..., caritativa..., pobre y humilde que Ella? — Y, por tanto, ¿quién más modesta en cuanto al desprecio que hacía de la importancia de su persona y de su propia excelencia?... Y en cuanto a la modestia opuesta a la concupiscencia, ¿dónde encontrar un orden más completo..., una sumisión más perfecta de todos sus pensamientos, afectos y amores a la regla de la razón y ésta a la de la voluntad de Dios?...
2.° Exterior. — Pero veamos ya en concreto reflejada esta modestia interior en los actos exteriores de nuestro cuerpo y principalmente en los siguientes:
En las palabras: Imagínate cómo serían las de la Santísima Virgen, que estaba persuadida de no ser sino la última de las esclavas del Señor..., palabras de edificación y de modestia encantadora..., si considera, henchida de gozo, los beneficios inmensos que el Señor le ha hecho; a Él dirige su agradecimiento y sus alabanzas... y se espantará de que el Todopoderoso hubiese puesto sus ojos en la miseria de su esclava»... Ingenuamente..., firmemente estaba persuadida de la falta de méritos por parte suya y por eso ¡cuán lejos estaba en sus palabras, de atribuirse nada a Sí misma! — Aprende de Ella esa modestia en el hablar..., tanto en el tono de la voz, no queriéndote imponer con gritos, ni con palabras nerviosas y excitadas..., como en la sencillez y caridad de tus expresiones.
A imitación de María, evita las palabras duras…, bruscas..., malsonantes. — Mira el lenguaje de tu Madre, todo tranquilo, afable, discreto, humilde de..., haciéndose simpática y atractiva por la dulzura de su voz..., por la bondad..., pureza..., caridad y hasta alegría santa de sus palabras. — Cuida, en especial, de las disputas y altercados, donde, aunque tengas razón, debes moderar tu juicio propio..., cediendo, sin ser pertinaz ni tener cabeza dura...; es mejor ceder y callar con modestia, que salir triunfante con terquedad y soberbia.
No está reñida con la modestia la sana alegría que en cuentos, chistes, pasatiempos y hasta bromas se manifiesta... Pero, ¡ah!, qué fácil es, en todo esto, pasar los límites de la corrección y de la modestia. — Recuerda lo dicho ya en otra ocasión de que las leyes de urbanidad y los principios de la buena crianza, están en completo acuerdo con lo que dicta, en estos casos, la modestia.
3.° En el vestido y en la habitación. — La pobreza de la casa de Nazaret, propia de una obrera, hace que en ella todo sea humilde y modesto en último grado... La sencillez y modestia de su vestido, mídela por la extrema necesidad de Belén y verás cómo ni en casa de María, ni en su ajuar y vestido, encontrarás nada que huela a lujo..., a afectación de su persona..., a comodidad de ningún género.
En sus viajes no usará carruajes, ni aun los más modestos entonces... El Evangelio no dice más que fue, por ejemplo, a Judea, con gran prisa..., pues urgía la caridad... Esa era su preparación y su equipaje...: un pobre envoltorio de ropa y mucho amor de caridad, para con Dios y para con el prójimo... ¡Qué ejemplo de sencillez y modestia!
No es modestia la suciedad..., la falta de aseo..., el desarreglo en el vestido...; antes bien, puede darse la modestia en medio de una sobria elegancia, con tal que ésta sea conforme a tu estado..., a tu condición... y a las circunstancias qué te rodean...; pero nunca será compatible con ella el lujo..., la vanidad de los trapos... y menos aún cualquier defecto, por pequeño que sea, en materia de honestidad.
Ten cuidado excesivo en este último punto y no olvides, que en la Iglesia y en la calle..., en público y en privado, debes vestir siempre modestamente. — Es intolerable el permitirse, para estar en casa, trajes impúdicos o al menos muy libres...; no hay pretexto ni razón que puedan autorizar esto... La modestia debe acompañarte en todos los instantes de tu vida.
4.° En los modales. — Esto es, en todos tus actos exteriores que realizas ante los demás... Modestia en el semblante y particularmente en tus ojos, no ya sólo para evitar las miradas pecaminosas..., sino aún esa excesiva curiosidad de quien todo lo quiere ver y atisbar... Modestia en las posturas al andar..., al sentarte, no buscando precisamente lo más cómodo, sino lo más conveniente... Modestia en todos tus movimientos, evitando todo lo que sea liviandad y desenvoltura... y muchísimo más todo lo que sea decoroso y digno.
Acostúmbrate a esta modestia, aún estando a solas, para que así naturalmente la practiques ante los demás. — Es muy conocido el caso de San Francisco de Sales, quien observado cuando se encontraba solo en su aposento, guardaba, no obstante, los más pequeños preceptos de la compostura y de la modestia. — Siempre obraba como si le vieran los ángeles del Cielo y en presencia de Dios.
Mira especialmente todo esto en la Santísima Virgen y verás un conjunto admirable de todos sus actos ejecutados con aquella naturalidad..., sencillez..., franqueza... y a la vez delicadeza..., honestidad... y circunspección propias de la santa modestia. — Examínate un poco en esta materia, y pregúntate cómo guardas la modestia interior de tu corazón... y la exterior de tu cuerpo y de tus modales todos.
Meditaciones sobre la Santísima Virgen María
R.P. Ildefonso Rodríguez Villar (1895 - 1964)