Palabras del Creador a la esposa acerca del esplendor de su poder, la sabiduría y la
virtud, y sobre cómo aquellos que ahora se dicen que son sabios son los que más pecan
contra Él.
Yo soy el Creador del Cielo y la tierra. Tengo tres cualidades. Soy el más poderoso, el
más sabio y el más virtuoso. Soy tan poderoso que los ángeles me honran en el Cielo, y en
el infierno los demonios no se atreven a mirarme. Todos los elementos responden a mis
órdenes y llamada. Soy tan sabio que nadie consigue alcanzar mi conocimiento. Mi
sabiduría es tal que sé todo lo que ha sido y lo que será. Soy tan racional que ni siquiera la
más mínima cosa, ni un gusano ni ningún otro animal, por deforme que parezca, se ha
hecho sin causa. También soy tan virtuoso que todo el bien emana de mí como de un
manantial abundante, y toda la dulzura viene de mí como de una buena viña.
Sin mí, nadie puede ser poderoso, nadie es sabio, nadie es virtuoso. Por esto, los
hombres poderosos del mundo pecan contra mí en exceso. Les he dado fuerza y poder para
que puedan honrarme, pero se atribuyen el honor a sí mismos, como si lo hubieran
obtenido por sí mismos. Los desgraciados no consideran su imbecilidad. Si les enviara la
más mínima enfermedad, ellos inmediatamente se derrumbarían y todo para ellos perdería
su valor. ¿Cómo, pues, van a ser capaces de soportar mi poder y los castigos de la
eternidad? Pero aquellos que ahora se dicen sabios, pecan aún más contra mí. Porque les
di el sentido, el entendimiento y la sabiduría, para que me amaran, pero lo único que
entienden es su propio provecho temporal. Tienen ojos en su cara, pero tan sólo miran a
sus propios placeres.
Están ciegos hasta para darme las gracias a mí, que les he dado todo, pues nadie, ni
bueno ni malo, puede percibir o comprender nada sin mí, aún cuando permita a los
malvados inclinar su voluntad hacia lo que desean. Tampoco nadie puede ser virtuoso sin
mí. Ahora podría usar un proverbio común: ‘Todos desprecian al hombre paciente’. Debido
a mi paciencia, todos creen que soy un pobre fatuo y es por esto que me miran con
desprecio. ¡Pero pobre de ellos cuando, después de tanta paciencia, les haga su sentencia!
Ante mí serán como fango que se desliza hacia las profundidades sin parar, hasta llegar a la
parte más baja del infierno.
Profecías y Revelaciones de Santa Brígida
Libro 1 - Capitulo 19