La agitación impía de los sectarios parece haberse calmado un poco estos días (1): no se fíen los católicos; piensen más bien cuánto da que hacer en otras naciones, mientras en la nuestra parece amortiguada; y sobre todo, vean qué significan esos pronósticos, amenazas y reticencias que no cesa de publicar la prensa liberal... El hombre maléfico de San Gil, Río Tinto, San Sebastián y otros lugares regados de sangre, el hombre más taimadamente impío que ministro de 50 años acá, nos dirá tal vez muy pronto que esta aparente quietud no es más que el intervalo silencioso entre trueno y trueno cuando ruge la tempestad; y si él no lo dice, otro lo dirá: los tiempos han llegado; destrucción y sangre es lo que sigue.
Antes que el rayo estalle de nuevo, tratemos nosotros de que despierten de su sueño letárgico esos católicos que por su indiferencia son más bien impíos, o peores que impíos. «Tengo menos que temer de la impiedad manifiesta que de la indiferencia religiosa y de los respetos humanos», exclamó Pío IX, todo demudado, al leer el secreto de los niños de la Saleta.
De esos falsos católicos y de otros a ellos semejantes nos hablarán hoy los profetas. Meditad, lectores, meditad.
Al robo «legal» de los bienes sagrados y comunes ha sucedido la hipocresía de los ladrones; la humildísima y portentosa vidente Magdalena Porsat lo anunció hace más de cuarenta años. «Esto no es un acontecimiento ordinario, dijo; es una grande época que está para abrirse: los fariseos serán los últimos; los grandes bandidos llegarán antes».
Más famosa que Magdalena es la Venerable Sor Ana María Taigi, cuyo gran espíritu de profecía, reconocido por la Iglesia y confirmado por los hechos, nadie ha podido negar. Sor Ana María vio hace casi un siglo los fariseos de nuestra época, y con frecuencia hablaba a su director de «la persecución que debía atravesar la Iglesia y los tiempos en que se quitaría la máscara una multitud de gentes que eran tenidas por estimables». Hoy más que nunca estamos en el caso.
Profetas de gran nombre, Santos y Venerables muy insignes hemos citado y citaremos en este capítulo; pero todo él es una prueba clarísima de lo que la misma palabra de Dios nos dijo al empezarlo, esto es, que la divina Sabiduría se complace especialmente en revelar estas cosas a los pequeños para confundir a los grandes. En este caso están las dos profetisas citadas y otra más célebre que ellas, Santa Catalina de Raconigi, cuya vida y cuyas profecías escribió su piadoso amigo el famoso Pico de la Mirandola. En numerosas ocasiones dice este vio la Beata Catalina las tribulaciones que en lo porvenir deben preceder a la futura renovación de la Iglesia... Me manifestó igualmente que, arrebatada en, éxtasis un día del año 1537, vio a Nuestro Señor atado a una columna, en medio de una llanura rodeada de una multitud innumerable de todas las clases de la sociedad, y todas se hallaban cubiertas con un ropaje blanco (símbolo de la hipocresía farisaica) que lo ocultaba a la vista, sin tener de la cabeza a los pies más que dos aberturas en lo alto, acomodadas a los ojos.
Sin respeto a la presencia del Salvador, ninguno se ocupaba más que de abominables proyectos. Algunos le ultrajaban con gestos desvergonzados; otros le arrancaban la barba y la cabellera; éstos cometían a su vista los pecados carnales más escandalosos; aquéllos, en fin, no pensaban más que en ganancias, en juegos toda y suerte de injusticias.
A lo último fue testigo de los castigos que el Señor enviaría a toda aquella multitud. Durante el éxtasis, no pudo menos de exclamar muy alto por dos veces: ¡Misericordia! ¡misericordia!»; y por espacio de dos días tuvo tanta pena, que apenas le quedaba un soplo de vida. Me dijo con toda sencillez que el azote que vendría a los clérigos sería el último y también el más terrible. Che il flagello chierici, siccome sará l' ultimo cosí sará piu grave degli alteri».
Todo esto se refiere terminantemente a la época que precederá al triunfo del Gran Monarca, de quien esta profetisa habló claramente y casi precisó la fecha, como veremos en otra parte. Arriba nos ha dicho también que todo esto «debe preceder a la futura renovación de la Iglesia».
La Venerable Sor Natividad, de quien hablamos en el artículo anterior, dice que todos estos, fariseos impiísimos seducirán a otros muchos, y pinta con vivos colores la hipocresía católico-liberal.
«Los seducidos, dice, temiendo ser descubiertos; vivirán en la mayor hipocresía y aparentarán sumisión y docilidad a los ministros del Señor».
La misma vidente vio en figura de un árbol infructífero y soberbio el orgullo de la moderna filosofía (el liberalismo llamado católico) que hará pronto sus últimos esfuerzos para destruir y aniquilar la Iglesia y el estado religioso. La savia parecía producida por las raíz del árbol, así la moderna filosofía toma apariencias de respeto por la Religión y la Iglesia, a la cual parecerá querer proteger y volver a su primitiva perfección (dividiéndola, como hoy, en catolicismo y clericalismo, y aparentando combatir solamente a éste); mas sus esfuerzos demuestran todo el odio que a ella tiene, lo mismo que a las virtudes cristianas, a las cuales (¡qué gran verdad!) quiere oponer las puramente humanas, haciendo de ellas gran ostentación, así como quiere que la razón substituya a la fe.
Mas la ruina de esta filosofía llegará a su vez, y la Iglesia sobrevivirá a esta borrasca. «El estado religioso reaparecerá, después de haber sido cruelmente destrozado».
La Venable Catalina Emmerich vio algo más especial; vio a esos falsos católicos, a esos fementidos hipócritas respetando al Papa para engañarle, como si viera lo que hoy pasa en España y hasta en el Vaticano.
Vi al Papa en oración, dice; pero estaba rodeado de pérfidos amigos que de ordinario hacían lo contrario de lo que mandaba». I Futuri Destini cita la profecía de una santa joven de Rímini, cuyo nombre no declara porque entonces aún vivía. La 7ª edición del libro citado, que tenemos delante, es anterior a los sucesos que anuncia, y la joven profetizó en 1848.
Dijo que: «El Romana Pontífice había, perdido la base fundamental de su gobierno temporal, que se veía obligado a doblegarse en este punto a la fuerza de los que le rodeaban. Pasados algunos años, añadió, perderá el trono y serán sus enemigos aquellos mismos que con sus aplausos lo pondrán en las nubes:
También el Venerable P. Jacinto Coma, predicando en Manresa en 1849, hizo una muy notable profecía que se ha incluido en su proceso de beatificación, y decía, fija la mirada en la época actual «Nuestra pobre España que palmo a palmo ha sido conquista por la Cruz, esta convertida en un pueblo de ilotas que corre al precipicio y lucha por romper con sus tradiciones, su historia y su propia manera de ser... La ayuda oficial que los hijos de Enrique VIII y los sectarios de Federico el filósofo (protestantes y liberales) ofrecerán al Vicario de Jesucristo, obedecerá más bien a apoyar el trono vacilante de un príncipe temporal que a sostener al Sucesor de San Pedro».
Y es porque los consejos de Satanás son, hasta de los que van a misa, más generalmente seguidos que los preceptos de la Iglesia.
«Satanás se levanta por debajo de los pies de la Iglesia dijo el Señor a su sierva Sor María Lataste;—arma contra ella a sus propios hijos para desgarrarle el seno, y estos hijos desnaturalizados de mi Esposa oyen la voz de Satanás».
En estos tiempos de división y de guerra, lo único que todos tratan de conciliar es a Dios con Belial, es el cielo con el infierno, la Iglesia con la revolución, la verdad con la mentira, todo lo cual significó Sor Rosa Colomba, al profetizar que en estos tiempos se enarbolarían juntas la bandera tricolor y la bandera católica, como está sucediendo, especialmente en Francia.
El Serafín San Francisco de Asís profetizó también acerca de nuestros tiempos y los inmediatos, y entre otras cosas dijo:
«Habrá tantos y tales cismas y opiniones en el pueblo, en los religiosos y en el clero, que si no se abreviasen aquellos días, según la promesa del Evangelio, caerían tal vez en error hasta los escogidos. Nuestra Regla y modo de vivir serán impugnados de muchos. ¡Ay de los que, confiados en la religión (exterioridades), se entibiaran y no resistirán constantemente la tentación permitida por Dios para probar a los elegidos! Los fervorosos de espíritu que por amor y celo de la verdad sigan la piedad, tendrán que soportar persecuciones e injurias; pero sus perseguidores, agitados por el espíritu maligno, creerán que hacen un gran obsequio a Dios al procurar la muerte y purgar la tierra de personas que serán tenidas por tan contrarias al bien público».
Esto último fue también anunciado por el divino Redentor, que decía: «Se acerca la hora en que cualquiera que os quite la vida pensara que hace un obsequio a Dios». Pero la maldad es tanta, que Dios mismo es condenado a veces por la «justicia» oficial, de lo cual España ha visto ya algunos casos en sus tribunales y Francia muchos. Así lo previó y anunció, según las Voix Prophetiques del abate Curricque, la vidente Josefa Lamarine hacia 1840.
«Hace ya algunos años, dice, vio en una gran sala una asamblea de jueces. Se encontraba allí un asiento de madera sobre el cual estaba sentado Nuestro Señor Jesucristo, a punto de ser juzgado. Jueces y testigos le escarnecían. Uno de los jueces estaba en un rincón, pareciendo sostenerle; pero todos sus discursos eran pura hipocresía, y se declaró por uno de los más crueles, Todos condenaron a muerte al Salvador».
No parece sino que los fariseos judíos hayan vuelto al mundo para condenar a Dios invocando el nombre de Dios. ¡Hasta imágenes, de la Santísima Virgen han sido fusiladas y arrastradas...! Los sepulcros blanqueados, la raza de víboras, los escribas y fariseos hipócritas, los que se llaman católicos para acabar con los católicos, lo dominan hoy todo y lo tiñen todo de color de infierno. Y los «verdaderos católicos» ¿qué hacen? Dormir y bostezar. Los que trabajan eficazmente vienen ya a ser una excepción.
Pues tengo formado juicio de que esos indolentes que por pereza o egoísmo apoyan indirectamente la obra de los infames fariseos, son igualmente fariseos, no son católicos, según los sucesos demostrarán en el inminente día de, la gran prueba. Una respetable predicción, recogida por el abate Curricque de un venerable cartujo, dice así:
«Habrá muchos que pasarán por buenos, y ellos mismos creerán serlo; pero volverán atrás en el último momento y verán de qué son capaces: la mayor parte se verán sorprendidos y quedarán admirados de sí mismos; pero en medio de este horrible desastre, un grito se oye por todas partes: ¡Ay de los sacerdotes infieles a su vocación! ¡Ay de los falsos servidores de Dios! ¡Ay de los que menosprecian sus obligaciones! ¡Ay de los que ponen obstáculos al bien!».
Por eso la joven riminense arriba mencionada, dice que «en virtud de todos estos estragos, aparecerá quiénes son fieles al Evangelio y quiénes no». Los fieles son ya tan pocos, que al pie de la letra se verifica hoy lo que leemos en las profecías del Beato Nicolás Factor, esto es, que «será tal la calamidad, que no habrá más que una tercera parte de fieles entre cuantos lleven el nombre cristiano».
«Todo esto, dice el profeta Holzhauser, será permitido por justo juicio de Dios, a causa de haber llenado la medida de nuestros pecados en el tiempo de la benignidad, cuando nos esperó para hacer penitencia. Una gran parte de la Iglesia latina abandonará la fe, y quedará muy reducido el número de los buenos católicos... Aunque guarden el nombre de católicos por algún respeto o temor humano, estarán interiormente muertos... en la falsa política y odio contra los eclesiásticos». «Por sus frutos los conoceréis», decía el Salvador. ¿Qué hacen todos esos católicos perezosos o fariseos? ¿Qué hacen por la Iglesia esos «grandes católicos» que son hoy los más considerados en la Iglesia? Ya lo hemos dicho, y ahora lo repetiremos con la insigne Ana Catalina Emmerich, que dice:
«En otra visión vi que la Hija del Rey se armó para el combate. Era una maravilla ver cómo se adaptaba todo a su armadura y cómo una cosa simbolizaba otra de una manera tan asombrosa. La Hija del Rey se halló armada de pies a cabeza. Muchos de los que así vinieron en su ayuda me eran conocidos; pero no podía yo menos de admirarme al ver que ni siquiera uno de todos los institutos, ni de personajes importantes, ni de los sabios, hubieran contribuido en cosa alguna, mientras que los pobres y desvalidos habían ofrecido por si solos piezas en un todo completas. (Aquí parecen vislumbrarse los Crucíferos). Fui también testigo de la batalla. Eran innumerables las tropas del enemigo; y a pesar de esto, el pequeño grupo de los fieles combatientes exterminó batallones enteros».
Lo cual conviene admirablemente con lo que tantas veces hemos dicho con los profetas, esto es, que la restauración no será obra de los grandes y poderosos, sino de los humildes que poco pueden, de los hoy desvalidos y despreciados. Preguntó al Señor Sor Ana María Taigi quiénes serían los que resistirían a pruebas tan terribles, y se le respondió: «Aquellos a quienes yo conceda el espíritu de humildad».
«La acción se halla desde ahora empeñada entre el cielo y la tierra—exclama él piadoso abate citado arriba.—El mundo se transforma al presente en un vasto campo de batalla, a donde la justicia divina hace acudir todos los azotes para concluir de una vez su causa santísima».
Y al dar cuenta de los prodigios de Santo Domingo, in Soriano, exclama: «En la actual cruzada contra los innumerables enemigos de la Santa Iglesia, ¿no parece que el más providencial de los servidores de la Reina de los cielos (Santo Domingo de Guzmán) nos grita como un Heraldo lo siguiente?:
«Soldados, de Cristo, acordaos de Muret, Lepanto y Viena, donde Nuestra Señora del Santísimo Rosario venció, Mientras la Iglesia toda llorosa combatía, menos en los campos de batalla que en la arena de la penitencia y obras satisfactorias, de las que el Rosario es arma preferida».
Y sobre todo, católicos, sobre todo tened presentes las palabras de nuestro divino Maestro: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, más por dentro son lobos Voraces»,
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(1) Nótese que esto se publicaba por primera vez a 7 de Marzo de 1901.
Apología del Gran Monarca 1 parte.
páginas de la 242 a la 249
P. José Domingo María Corbató
Biblioteca Españolista. Valencia-Año 1904