Definición
Definir
es propiamente limitar. La palabra satanismo empleada o insinuada por nosotros
tantas veces desde las primeras páginas de este libro puede tener varios
sentidos. Podemos en efecto considerar a Satán bajo el aspecto de amo o
príncipe de este mundo. Es el nombre que Jesucristo le da en tres ocasiones en
el Evangelio. Pero acabamos justamente de tratar este punto de vista. ¿En qué
medida está presente Satán en el universo nuestro? Hemos dicho que esto varía
según las razas, los países, las civilizaciones, los regímenes políticos. El
vocablo satanismo puede también significar la imitación de Satán por el pecado,
y hemos recordado la frase de Gregorio el Grande según la cual todos los que
cometen pecado, durante el tiempo que obedecen al pecado, son miembros del
"cuerpo místico” de Satán. No nos incumbe conocer la cantidad de hombres
que viven en "estado de gracia", es decir, que están sustraídos, hic
et nunc, a la influencia de Satán. Pero tenemos el derecho de suponer que es
mucho mayor de lo que pensamos, sobre todo si admitimos que los pecadores no
son frecuentemente más que hombres que han dado un paso en falso, o han sufrido
una caída, pero que no desean por tan poco permanecer bajo el poder de Satán.
Por
fin, la palabra satanismo puede significar el culto rendido a Satán, no por un
pecado ocasional y muy rápidamente lamentado y reparado, sino por una adhesión
formal y voluntaria.
Dos
formas de satanismo
Pero
aquí, distinguimos inmediatamente dos formas de satanismo, bastante diferentes
una de la otra; está el satanismo de los que no creen en Satán, como no creen
en Dios, y que por consecuencia no rinden culto, propiamente dicho, a Satán,
aunque toda su vida se desarrolle de acuerdo con los principios y las
sugerencias de Satán.
Para
esta primera forma de satanismo es exacto decir la frase tan frecuentemente
repetida y de la cual hemos indicado los límites: "¡La mejor astucia de
Satán es la de hacer creer que no existe!" Papini cita a este respecto las
palabras del filósofo Alain, en 1921:
"El
diablo ha sufrido la misma suerte que todas las apariciones . . . La misma
guerra, por lo que yo he visto, no ha hecho revivir ni un ápice al diablo y sus
cuerpos." (1)
Pero
es completamente inútil detenernos en esta primera forma de satanismo. Es
puramente negativa. Se encuentra, además, sin la menor mala intención, hasta en
excelentes cristianos que no saben que están en oposición con la ortodoxia y
con el Evangelio.
Lo
que debemos estudiar es el satanismo bajo sus formas activas. Hablamos en
plural porque parece que existieron en el transcurso de los siglos, y sin duda
siguen hasta en nuestros tiempos, por lo menos dos formas muy distintas de
satanismo activo: el satanismo-religión y el satanismo-magia.
El
satanismo-religión
En
cuanto reflexionamos sobre el asunto no podemos dejar de llegar a esta
comprobación asombrosa: ¡La historia del satanismo-religión se confunde con la
historia de las religiones!
Esta
conclusión es tan enorme que requiere una explicación.
La
historia de las religiones está muy adelantada actualmente en sus
investigaciones. No habla mucho en general de Satán. Los demonios no tienen en
ella más que un lugar muy restringido. El historiador de las religiones se
dedica a describir objetivamente las creencias religiosas de los pueblos, a
nombrar a los dioses, a indicar los atributos de cada una de las divinidades
adoradas por tal o cual grupo humano. Expone los ritos mediante los cuales se
honraba a los dioses. No llega en principio a un juicio de valor. No hace
metafísica y menos teología cristiana.
Pero
¿podemos evitar aquí de recurrir a esta última? Puesto que hablamos de Satán y
de su presencia en el mundo, ¿no debemos colocarnos en el punto de vista cristiano,
el único punto de vista según el cual Satán está exactamente situado donde se
halla, efectivamente, en el cuadro general de los seres?
¿Qué
dice, pues, el Evangelio? ¿Qué han dicho los Padres de la Iglesia? ¿Qué enseña
la teología cristiana con respecto al tema de las religiones paganas?
El
Evangelio, y nunca podríamos insistir bastante sobre esto, da a Satán ese
título increíble y sin embargo necesariamente cierto, puesto que es Jesús en
persona quien se lo da: ¡Príncipe de este mundo! ¿Cómo semejante título puede
pertenecer a Satán, si las divinidades paganas no son lisa y llanamente
demonios?
Los
Padres de la Iglesia lo han comprendido así, unánimemente. Para ellos no existe
la menor duda sobre este punto. Los dioses paganos son demonios. Los oráculos
paganos, los de Dodona o de Delfos, y los otros que son menos célebres, son
oráculos demoníacos, manifestaciones de satanismo.
La
teología cristiana ha adoptado, naturalmente, este punto de vista. La
descripción histórica de los paganismos antiguos o modernos no es para nosotros
una diversión del espíritu, una curiosidad literaria cualquiera, sino la
comprobación deplorable de la dominación de Satán entre los hombres.
¿Cómo
ha podido hacerse esta toma de posesión de las adoraciones y de las imploraciones
humanas por Satán y sus demonios? Parece haberse hecho insensiblemente, por un
deslizamiento inconsciente, por una especie de realismo rudimentario. Los
historiadores de las religiones, en efecto, admiten, en general, que en todas
las religiones, la existencia de un Dios supremo, de un Dios soberano,
todopoderoso y todo bondad, está reconocida, pero que estas mismas religiones
relegan casi siempre a este Dios a una lejanía, y reservan los homenajes a todo
un mundo de divinidades inferiores, buenas o malas, que se saben subordinadas
al Dios soberano, pero que se consideran más próximas a nosotros, más mezcladas
a nuestro destino, más útiles, por consiguiente, para invocar o para conjurar.
Finalmente,
en buen número de paganismos, son las fuerzas malhechoras las que se considera
más urgente conciliar y a las cuales se ofrecen sacrificios rituales.
Este
"realismo" rudimentario, esta manera de recurrir, en cierto modo, a
lo más urgente, parece haber sido el origen de todas las mitologías paganas, de
todos los ritos paganos, y de sus mezclas ulteriores en sincretismos prácticos
de los cuales el Partenón de Agripa nos da un indicio.
Lo
que es indudable es que a los ojos de los judíos, y mucho más aún de los
cristianos, todas las divinidades no podían ser más que demonios. De ahí la
lucha heroica de parte de los judíos en tiempos de los Macabeos, sobre todo, y
de parte de los cristianos durante todo el período de las persecuciones
sangrientas. De ahí esta especie de horror sagrado que los cristianos sentían frente
a lo que ellos llamaban los "ídolos", es decir, los vanos simulacros
del culto demoníaco pagano.
Desde
el punto de vista que adoptamos aquí es, pues, evidente que la historia de las
religiones (si ponemos a un lado la única religión verdadera, la de los
Patriarcas, luego la de Moisés y por fin la religión cristiana) no es otra cosa
que la historia del satanismo. Y es sólo así que podemos comprender la
expresión: Príncipe de este mundo, atribuida por Cristo a Satán.
Cuando
comparamos la exigüidad del culto del verdadero Dios, de Yahweh primero, luego
del Verbo encarnado, a la inmensidad del dominio de los falsos dioses, nos
vemos obligados a reconocer que si Jesús es el verdadero Rey, tuvo mucha razón
en decir: "Mi reino no es de este mundo."
Y
comprendemos así la insistencia con la cual, en las ceremonias del bautismo
cristiano, se multiplicaban — y todavía se multiplican — los exorcismos para
expulsar al demonio. Dichos exorcismos se encuentran en innumerables ocasiones
en la liturgia católica. Cuando un sacerdote "hace" agua bendita,
pronuncia sobre la sal que va a mezclar con ella las palabras siguientes:
"Te
exorcizo, sal creada por el Dios viviente . . ., para que te conviertas en sal
exorcizada para la salvación de los creyentes; para que seas, para las almas y
los cuerpos de todos los que te usarán, un elemento de bienestar; para que de
todo lugar donde hayas sido repartida sea alejada, echada, toda ilusión, toda
malicia y toda emboscada del Demonio engañador, así como todo espíritu,
inmundo, conjurado por Aquel que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos, y
al mundo por el fuego. «¡Así sea!»"
Luego
dice, igualmente, sobre el agua que va a bendecir:
"Te
exorcizo, agua creada en el nombre de Dios, Padre todopoderoso . . ., para que
te conviertas en agua exorcizada que aleje toda potencia enemiga; para que
también seas capaz de alejar y desarraigar al Enemigo mismo, con sus ángeles
apóstatas, por la virtud misma de ese mismo Jesucristo, Nuestro Señor . .
."
Y
además:
"Oh
Dios, que para salvación del género humano has mezclado la substancia del agua
a tus más grandes misterios, atiende en tu misericordia nuestra invocación para
que esta criatura que es tuya reciba de la gracia divina el poder de alejar los
demonios.
Por
fin, en el día de la bendición de las aguas, en la magnífica liturgia del
Sábado Santo, se repite entre otras cosas:
"Ordena,
Señor, que todo espíritu impuro se retire de aquí: aleja de este elemento toda
la malicia y todos los artificios del demonio.
"Que
la potencia enemiga no se mezcle con estas aguas; que no ronde alrededor de
ellas y no se deslice en ellas secretamente; para infestarlas y corromperlas.
Que esta criatura santa esté a cubierto de todo ataque del Enemigo, purificada
por la expulsión de toda malicia.
¿Quién
puede dudar que en estas fórmulas la fe de la Iglesia esté afirmada con
ostentación?
Pero
dirán, ésas no son más que frases, residuos de antiguas creencias que no
constituyen quizás a los ojos de los hombres de nuestra época más que
supersticiones. A lo cual contestamos con hechos. En todos los casos de
posesión que hemos relatado, todos los testimonios de los exorcistas y los
testigos de sus intervenciones son categóricos: no es posible asperjar a un
poseso o una posesa con agua bendita sin que el espíritu maligno que está en
ellos acuse recibo del ataque que se le está haciendo: "¡Me quemas! ¡Me
quemas!", grita. Hay, pues, en el agua bendita una virtud actuante que
hace anular las secretas acciones demoníacas. Y esto nos conduce a otro aspecto
del satanismo.
El
satanismo-magia
Se
admite corrientemente que siempre hubo también un satanismo-magia, paralelo al
satanismo-religión que hemos indicado brevemente. A decir verdad, no han
faltado especialistas de la historia de las religiones y los cultos, que no
hayan pensado y enseñado que la magia había, inclusive, precedido a la
religión, que había sido la primera forma de ella, que todas las religiones
paganas derivaban de la magia. Pero esta opinión parece cada día más descartada
y merece serlo. Es muy poco probable que los hombres hayan empezado por la
magia para derivar luego hacia la religión propiamente dicha.
¿Qué
es, en efecto, la magia, en oposición con la religión?
En
la religión, el hombre se inclina delante de una potencia superior, la adora,
le implora, reconoce su propia debilidad y su impotencia. Admite su
subordinación. En los pueblos actualmente más "primitivos", es decir
menos evolucionados, que han seguido, pensamos nosotros, más cerca de los
orígenes, tales como los pigmeos, esta actitud hacia la divinidad está todavía
en vigor. La religión es hasta más pura que en los pueblos más avanzados.
En
la magia el hombre se vanagloria de un poder misterioso. Lejos de inclinarse
ante la divinidad, cree poder dominarla, inventa y utiliza fórmulas mediante
las cuales estima que puede poner a su servicio las fuerzas superiores a las
cuales se dirige. La mentalidad del mago —o del brujo, ese hermano gemelo del
mago es más rústico— es muy diferente del hombre religioso. ¿Cómo ha podido
llegar un hombre a esa mentalidad? Es para nosotros un misterio. La magia es
mucho más satanista, creemos nosotros, que la idolatría. En la idolatría, hay
un alma de verdad. Se equivocan sobre la naturaleza del objeto que veneran, no
sobre la necesidad de una subordinación o de una imploración. ¡No dirigen esos
homenajes al verdadero Dios, pero no se equivocan al pensar que esos homenajes
son merecidos por Alguien!
En
la magia, hay una especie de sacrilegio, un orgullo de poderío verdaderamente
satánico. El mago da las órdenes. Sabe que a los dioses les llegará su turno,
que harán pagar caro su sumisión pasajera, pero está orgulloso de obligarlos,
de hacerse obedecer por lo menos un día, de tener, mientras las cosas vuelven a
lo justo, un poder que lo hace temible ante sus semejantes y le otorga ventajas
inmediatas.
La
magia, sin duda, procede del mismo realismo grosero que la idolatría. Se ha
adorado a las divinidades inferiores, es decir a los falsos dioses, en
detrimento del único Dios reconocido por los "primitivos", porque
esas divinidades estaban más cerca, eran más útiles de invocar y de conciliar,
pero algunos han llevado aún más lejos este realismo, han pasado de la religión
a la magia, de la sumisión a una especie de pacto implícito que les daba el
derecho de dar órdenes a la misma divinidad. El paso de la religión a la magia
es una deformación, pero es más natural que el paso de la magia a la religión.
Si los hombres hubieran empezado por la magia, no vemos cómo hubieran ido para
atrás, en cierto modo, hacia la religión, al implorar a los representantes de
fuerzas que creían sometidas a su poder.
He
ahí pues dos clases de satanismo bien definidas: el satanismo-religión y el
satanismo-magia. En el primero, Satán es el "Príncipe de este mundo",
porque el mundo entero se Inclina ante sus altares y le ofrece sacrificios; en
el segundo, Satán parece consentir en obedecer a ciertos hombres, cuando
emplean ciertas fórmulas o realizan ciertos ritos, pero no pierde nada con ello
porque sabe que la magia o la brujería es un pagaré contra los que la
practican, de suerte que su dominación sobre ellos será finalmente todavía más
completa y absoluta que sobre cualquiera de sus otros adoradores.
El
satanismo de nuestros días
¿Qué
queda en nuestra época de este satanismo secular? Todo el mundo comprenderá que
es imposible contestar esta pregunta.
El
satanismo-religión, tal cual lo hemos definido, está en vías de desaparecer
rápidamente. Los altares de los falsos dioses son cada día menos numerosos en
el mundo. Esto no significa que la posesión de Satán se extienda menos, puesto
que lo hemos mostrado activo en inmensos imperios. Pero ha cambiado de táctica.
Ha debido adaptarse a la evolución general de la humanidad, de la cual no es el
amo absoluto, por más que desempeña en ella un importantísimo papel.
La
forma más reciente del satanismo es el marxismo ateo. Es satánico por cuanto
niega a Dios y al Diablo, por cuanto niega el alma, por cuanto sólo conoce la
materia como asimismo la vida presente, y porque mutila al hombre segándolo de
su destino de inmortalidad. Satán no tiene qué hacer con el amor de los hombres
y de los mismos demonios. Él es el odio. Su triunfo es la expansión del odio.
Hoy en día la forma de odio más eficaz, más generalizada, es el marxismo ateo.
Odio de clase, odio entre razas, entre los pueblos, odio por todas partes, bajo
el disfraz de una preocupación por el proletariado que es totalmente material,
así es el marxismo. El satanismo-religión, de este modo, logra extenderse mucho
más, es mucho más activo, mucho más pernicioso de lo que ha sido jamás. Sus
mentiras son más enormes, sus negaciones más radicales, sus excitaciones más
homicidas de cómo se las ha conocido hasta ahora.
Todo
el mundo está de acuerdo en que el marxismo es verdaderamente una religión, en
el sentido que moviliza en el corazón de todos sus adherentes la totalidad de
las fuerzas de celo, abnegación, sacrificio, que se encuentran en las efusiones
religiosas.
Pero
esta religión no puede ser denominada sino satánica, puesto que se opone
radical y furiosamente a la fe en Dios.
Con
todo, el satanismo-religión subsiste todavía, en estado de idolatría, en los
pueblos que parecen, por lo demás, abiertos como cosa natural a la invasión
próxima del marxismo-ateo ¡sin que conozcan para nada a Karl Marx!
Satanismo
propiamente dicho
Aparte
de este satanismo-religión, que es, o ateísmo marxista o animismo anticuado,
existe un satanismo refinado y malsano, mucho menos extendido, mucho más oculto
y difícil de descubrir y que es una adoración voluntaria y razonada
de Lucifer. No pretendemos tener datos precisos sobre este satanismo en
nuestros días. Todo cuanto podemos decir es que se trata del satanismo de los
ritos sacrílegos, de las blasfemias conscientes, de las adoraciones
monstruosas, de las "misas negras", por ejemplo, es decir de las
profanaciones sistemáticas y calculadas que "parodian" los homenajes
rendidos a Dios por los creyentes más esclarecidos y más sinceros, para
rendirle a Lucifer otros semejantes.
Tendremos
una idea del satanismo de esta clase, releyendo una nota publicada en el Satán
de los Estudios carmelitanos (pág. 639).
"No
podemos explayarnos — dice esta nota — sobre todos los satanistas o
seudosatanistas de nuestros días. La prensa inglesa del 2 de diciembre de 1947,
anunció la muerte de «Sir» Aléister Crowley, el personaje «más inmundo y más
perverso de Gran Bretaña» como lo calificó «Mr. Justice»."
Interrogado
sobre su identidad, Crowley respondió: "¡Antes que Hitler fuera, YO
SOY/" — Se advertirá esta "payasada" de las palabras del
Evangelio—. Antes de dejar este mundo, dicho brujo septuagenario maldijo a su
médico que le rehusaba, con mucha razón, la morfina, porque él la distribuía
entre los jóvenes: "Puesto que debo morir sin morfina por causa suya,
usted morirá en seguida después de mí." Lo cual ocurrió. El Daily Express
del 2 de abril de 1948, anunció que los funerales del mago negro Crowley habían
provocado las protestas del Consejo Municipal de Brighton. El Consejero, señor
J. C. Sherrot, dijo: "El informe afirma que sobre su tumba fue practicado
todo un rito de magia negra." Sobre la tumba, efectivamente, sus
discípulos habían entonado cantos diabólicos: el "Himno a Pan" del
mismo Crowley, el "Himno a Satán" de Carducci y las Colectas para la
"misa gnóstica" compuestas por Crowley para su templo satánico de
Londres.
Igualmente
la prensa inglesa el 30 de marzo de 1948, dedicó necrologías importantes al
famoso metapsíquico Harry Price, especialista en demonología. En un informe
ratificado por la Universidad de Londres, Price declaró: "En todas las
zonas de Londres, centenares de hombres y mujeres, de excelente formación
intelectual y de condición social elevada, adoran al Diablo y le rinden un
culto permanente. La magia negra, la brujería, la evocación diabólica, estas
tres formas de «supersticiones medievales» son practicadas hoy en Londres en
una escala y con una libertad de movimiento desconocidas en la Edad
Media." Price fue el fundador y secretario a perpetuidad del Consejo para
Investigaciones Psiquiátricas, de la Universidad de Londres.
"A.
Frank-Duquesne nos señala, también, entre las curiosidades «demoníacas»
actuales, el informe del profesor Paul Kosok, de la Universidad de Long-Island,
publicado en los Anales del Museo Norteamericano de Historia Natural, referente
a una exploración realizada en el Perú, en 1946. Los exploradores descubrieron,
sobre quinientos kilómetros de tierra arenosa y desértica, una doble serie de
dibujos, representando unos los signos del zodíaco, otros los pájaros, plantas,
y sobre todo, serpientes policéfalas. En el centro del dibujo de la Serpiente,
se halla una fosa inmensa que contiene esqueletos de hombres y animales,
visiblemente sacrificados. Se le calcula a todo este conjunto dos mil años de
existencia."
Si
hemos reproducido esta importante nota por entero, es sobre todo en razón de
las dos primeras paráfrasis y de lo que ellas nos han revelado de los
"círculos satánicos" muy frecuentados en Londres, dirigidos por
"satanistas" notorios tales como Crowley y Price. Pero, con toda
evidencia, esto no nos da más que una vislumbre muy tenue del
satanismo-religión luciferiana de nuestros días. No es solamente cuestión de
Londres. Es probable que encontraríamos grupos análogos en todas las grandes
ciudades del mundo.
De
hecho, se nos asegura que en París existen actualmente más de diez mil personas
— hombres y mujeres — que rinden un culto religioso y regular a Satán. Pero
está en la naturaleza de las religiones de esta clase huir de toda luz,
revestir el carácter más oculto, y desafiar toda estadística.
Pero
los satanistas de los cuales acabamos de hablar no son solamente los jefes del
culto luciferiano, también son calificados de magos o de brujos, y esto nos
lleva a un examen sumario de la brujería de nuestra época.
El
satanismo-magia actual
Aparte
de los grandes magos-luciferianos que acabamos de nombrar y de los que podemos
sospechar como ejerciendo su acción solapada en nuestras sociedades modernas,
existen además en nuestras campiñas, en cantidad imposible de determinar, pero
que tal vez sea mayor de lo que pensamos, "brujos" rurales, cuyos
libros de cabecera son Los secretos del Gran Alberto, Los secretos del Pequeño
Alberto, El Dragón Rojo. Los dos primeros de estos libros ocultos han recibido
— cosa curiosa — su nombre de la reputación de San Alberto el Grande a quien se
le atribuía el conocimiento de todos los secretos de la naturaleza. Hacer pasar
abominables fórmulas mágicas bajo el patrocinio de un santo venerado es un
ardid bien diabólico. Pero sabemos que más de un brujo de nuestros días, ya lo
hemos subrayado, abusa de imágenes piadosas para realizar su fructífero oficio
de engañador de multitudes.
Es
curioso observar que, en nuestros capítulos anteriores, dedicados a los
exorcismos más recientes, hemos encontrado casos de posesión debidos a
sortilegios de brujería. Si creemos a los demonios conminados a hablar por
nuestros exorcistas, han sido obligados por algún brujo a entrar en tal o cual
persona. Estos mismos brujos, por medio de sortilegios repetidos, les impedían
ceder a las órdenes formales del exorcismo o los forzaban a volver dentro de la
persona a quien las oraciones del Ritual habían liberado por un tiempo.
Todo
esto, a decir verdad, permanece muy oscuro para nosotros. Pero los exorcistas
más calificados son categóricos sobre este punto.
Ocurre
a veces que los tribunales mismos tengan que echar un vistazo furtivo sobre
estas prácticas supersticiosas como en el caso de esa pobre mujer que, hace muy
poco, mató a su marido porque lo creía hechizado o hechicero.
Pero
la justicia humana, evidentemente, no tiene fuerzas para luchar contra esta
clase de atentados, porque escapan, en general, a los testimonios humanos y es
imposible administrarles la prueba jurídica.
Lo
que parece indudable es que existen hombres y tal vez mujeres, que creen,
obedeciendo a libros de magia increíbles, ponerse en contacto con Satán,
concertar un pacto con él y obtener a este precio poderes excepcionales que les
permitan ejercer un oficio lucrativo. La brujería forma parte de lo que podemos
llamar el lado nocturno de la vida humana. Siempre existieron, para emplear el
vocabulario de San Juan, las tinieblas frente a la luz. La magia habita en las
tinieblas. Se oculta, huye de las miradas, no ignora que causa en cualquier ser
normal una repugnancia invencible. Pero está orgullosa de lo que cree saber y
sobre todo ¡de lo que cree poder!
Los
juegos de Satán
Aparte
del satanismo-religión y del satanismo-magia, existen todavía los "juegos
de Satán".
En
un discurso ardiente y célebre, San Pedro Crisólogo dijo un día a sus diocesanos
de Ravena: "¡El que haya jugado con el Diablo, no podrá reinar con
Cristo:"
Hablaba
a cristianos, pero a los cuales "el juego con el Diablo" — en este
caso los espectáculos inmorales del circo — tentaba a veces.
En
nuestros días, como en el siglo V, un cristiano debe saber que no se debe jugar
con el Diablo si no se quiere estar expuesto a "no reinar con
Cristo". Pero los juegos del Diablo no son seguramente los mismos, en
conjunto, que les que denunciaba Pedro Crisólogo. O, si son los mismos, ofrecen
en nuestros días aspectos completamente nuevos.
Hemos
hablado ya del cinematógrafo y no volveremos a tocar el tema. Tampoco
hablaremos más del inmenso abuso de la novela, que es, para cantidad de
nuestros contemporáneos, la lectura preferida, y cuyo poder de atracción parece
estar en razón directa de la basura que se expone en ella.
Ningún
cristiano puede poner en duda que la novela tal cual se escribe y triunfa ante
nuestros ojos, con su "realismo" malsano y perverso, sea con
demasiada frecuencia "satánica". ¿No es acaso una razón para repetir
las palabras proféticas de San Pablo a su discípulo Timoteo?
"Llegará
una época en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino, por el
contrario, al capricho de sus pasiones y picándoles los oídos, se darán amos en
cantidad y volverán el oído de la verdad para inclinarse hacia las
fábulas"
¡Ad
fabulas convertentur! Sabemos que la palabra latina con la cual se designa a la
novela es precisamente ésa: fábula. ¡fábulas!
¡Cuántos
de nuestros contemporáneos no buscan su filosofía, su manera de comprender la
vida más que en las novelas que leen y enloquecen a menudo sus imaginaciones y
sus sentidos!
Otros
juegos
Hemos
dicho lo que el santo cura de Ars pensaba y decía del espiritismo.
Mucho
más cerca de nosotros, exactamente el 26 de noviembre de 1955, el padre
Berger-Bergés, el exorcista ya nombrado por nosotros, hacía a una posesa las
cuatro preguntas siguientes:
1º
¿El espiritismo es una ciencia o una mistificación? ¿Eres tú quien está en el
espiritismo?
Respuesta:
por un ademán indica lentamente con la mano ¡que es él!
2º
¿Las mesas giratorias? ¿Eres tú quien las hace girar?
Respuesta:
sí, pero no estoy completamente solo; ¡son necesarias las personas alrededor de
la mesa! ¡Estamos juntos!
3º
En el espiritismo hay escritos firmados Marco Aurelio. ¿Quién firma Marco
Aurelio? ¿Eres tú o alguno de los tuyos? . . . (Insisto firmemente, dice el
padre Berger. . . No contesta, no quiere contestar, me dice, y finalmente me
declara que no tiene permiso para contestar. Después de haber, sin embargo,
esbozado un pequeño ademán que me pareció descubrir y que lo señalaba a él
mismo, hace como alguien que contesta a escondidas ¡para que Dios no vea nada!.
. .)
4º
¿Y las que leen las cartas? Quid?
Satán
contesta: "¡Y bien! ¡Es necesario que las gentes se ganen la vida!" Y
deja entender que los naipes también son uno de los medios por los cuales él
halaga la estupidez humana.
Y
esto nos invita a echar una rápida ojeada sobre este aspecto extraño de nuestro
tiempo; recurrir a la adivinación, que nos retrotrae a las modalidades más
infantiles de los paganismos antiguos.
La
adivinación: cosa satánica
Es
increíble la expansión actual de la práctica de la adivinación popular, bajo
las formas más diversas. Se dan las cifras siguientes para los faquires,
cartománticos, quirománticas, adivinas: seis mil declaradas a la policía en
París solamente y sesenta mil en toda Francia, con una "cifra de
negocios" evaluada en sesenta mil millones por lo menos. Sin duda los procedimientos
antiguos, el examen de las entrañas de las víctimas, del vuelo de los pájaros,
del murmullo del viento en los bosques o de los dibujos que trazan las aguas
bullentes en una fuente, han desaparecido para siempre. Pero están los naipes,
o el estudio de las líneas de la mano, la interpretación del residuo de las
heces de café y otros muchos procedimientos, tan válidos los unos como los
otros. Y está, como en la antigüedad, la astrología, que se considera la forma
más erudita de discernir los destinos humanos. Existen todavía en nuestros días
astrólogos. Y aseguran —no sin imprudencia — que tienen pruebas perentorias del
valor de sus predicciones.
La
verdad es que todas estas pretensiones son, no solamente vanas, sino
rigurosamente absurdas. Son seguramente formas de la "mentira" de la
cual el demonio tiene la secular especialidad. A los astrólogos, que podemos
considerar como los más distinguidos de los adivinos, nos bastará oponer las
palabras de un maestro de la astronomía científica, G. de Vaucouleurs.
Hablando, al final de su gran obra La Astronomía, que es de 1948, de las
influencias cósmicas sobre los seres vivientes, escribe: "No por cierto
las ilusorias, a las cuales los astrólogos intentan colgar sus divagaciones
seudocientíficas." Y un poco más lejos comprueba que la astronomía, en el
pasado, ha quedado "estrechamente asociada a las supersticiones
astrológicas hasta los comienzos de los tiempos modernos (y aún, ¡ay!,
actualmente en muchos espíritus subevolucionados)", y con estos términos
de desprecio indica bastante la posición de la ciencia de los astros frente a
la adivinación astrológica, en la cual se distinguió otrora un Nostradamus, que
conserva admiradores fanáticos hasta en nuestros días.
Si
esto ocurre con la astrología ¿quién, pues, dará importancia ya, con respecto
al porvenir humano, a los encuentros fortuitos de los naipes o a los
lineamientos más o menos extraños de las heces del café?
Para
un creyente, lo que torna evidente la "mentira" de la adivinación es
la certidumbre de que sólo Dios conoce el porvenir. ¿Cómo lo conoce?"
¿Cómo lo que todavía no es, puede ser objeto de conocimiento para Dios, cuando
la libertad humana está en juego? ¿Y cómo esta preciencia divina es compatible
con nuestra libertad? Todo el mundo sabe que esto constituye uno de los
problemas más difíciles de la metafísica general. Digamos con pocas palabras lo
que nos parece la única solución pensable. Nuestro mundo no es el único
posible. Existen infinidad de mundos posibles, todos diferentes unos a otros.
Pero su posibilidad misma viene de que están llevados desde toda eternidad en
la Mente del Creador. Y en esta Mente, es decir en el Verbo Divino, estos
mundos se desarrollan idealmente al natural, con sus leyes y también con el
juego eventual de las libertades creadas. Cuando Dios decreta que tal mundo
será existente, es decir, será creado por El, con preferencia a otros, las
condiciones de ese mundo no son cambiadas por eso, si no no sería el mundo
deseado y visto por Dios. Los actos libres serán en él libres, y sin embargo
Dios los habrá visto y los ve en el momento en que se producen. Es en este
sentido que Dios conoce el porvenir. Pero como es el único que lleva
eternamente los mundos en su mente, Él es evidentemente el único que conoce el
porvenir. Querer predecir el porvenir, fuera de los casos milagrosos de
profecías divinas, es pues necesariamente diabólico en el sentido en que es una
usurpación a Dios. Se deduce que ningún poder de adivinación ha sido depositado
en el juego de naipes, en las heces del café, en las líneas de la mano, en las
líneas trazadas por la sal sobre la clara de huevo, como tampoco en las
"conjunciones" de los planetas y las estrellas en el momento del
nacimiento de un ser humano. Lo que se llama en astrología un fatum, y que
antaño se llamaba un horóscopo, es pues superchería o superstición.
No
sostendremos, ciertamente, que los miles de adivinos y adivinas que ejercen el
oficio pretendidamente lucrativo de predecir el porvenir, en París y en todas
las grandes ciudades de Francia, sean brujos o brujas vendidos a Satán.
Parecería
que la mayor parte de ellos sólo piensan en practicar un oficio que da
beneficios, sin pensar que ese oficio es inmoral y probablemente diabólico.
Pero no por ello dejamos de tener el derecho de pensar que el demonio saca su
provecho de estas aberraciones y que la adivinación bajo sus formas
contemporáneas, como asimismo bajo sus formas antiguas, no es más que uno de
los "juegos de Satán" en el seno de la humanidad. Y es pues una de
las formas actuales del satanismo-magia, en lo que tiene de distinto del
satanismo-religión.
(1) En una nota, Papini (obra cit., pág. 14) da la siguiente referencia:
"Alain", Propósitos sobre la religión, París, Rieder, 1937, pág.
64.
Presencia
de Satán en el mundo moderno
Monseñor Cristiani