jueves, 25 de enero de 2024

Mensaje de la Santísima Virgen a la Beata Elena Aiello



(Se me presentó la Santísima Virgen, con vestido negro y siete espadas atravesando su Inmaculado Corazón). 

Acercándose a mí, y con expresión de profundo dolor y lágrimas en sus mejillas, me dijo: «Óyeme con atención y revela a todo el mundo: Mi Corazón está muy triste por los sufrimientos que vendrán sobre un mundo que se bate en una catástrofe inminente. La Justicia de Dios es ofendida al extremo. Los hombres viven en la obstinación de sus pecados. La ira de Dios está muy cerca. Pronto grandes calamidades, revoluciones sangrientas, huracanes terribles vendrán sobre el mundo y los ríos y el mar se desbordarán. Proclama, grita en alta voz, hasta que los sacerdotes de Dios oigan mi voz para que avisen a la humanidad de que el castigo está muy cerca, y si los hombres no vuelven hacia Dios con la oración y la penitencia, el mundo será lanzado en una nueva y más terrible guerra.

Las armas más mortíferas destruirán las iglesias y la Santa Eucaristía, y destrozarán cosas muy queridas. En esta guerra impía muchas cosas que han sido hechas por los hombres serán aniquiladas.

Nubes con relámpagos, penetrantes de fuego del cielo y una tempestad de fuego caerán sobre la tierra. Este castigo terrible que nunca se ha visto en la historia de la humanidad durara setenta horas. Loa ateos serán aplastados y aniquilados y muchos se perderán porque permanecerán en la obstinación de sus pecados. Entonces se vera el poder de la luz sobre el poder de las tinieblas. No guardes silencio, hija mía, porque las horas de las tinieblas y el abandono se acercan.

Me inclino sobre el mundo, teniendo en suspenso la justicia de Dios. De otra manera, estas cosas hubieran venido ya sobre la tierra. Oraciones y penitencias son necesarias, porque los hombres deben volverse hacia Dios y a mi Corazón Inmaculado, la Mediadora entre los hombres y Dios, y de esta manera el mundo al menos será salvado en parte. Proclama, gritando, estas cosas a todos, como si fueras el mismo eco de mi voz. Anuncia esto a todos, porque ayudará a salvar a muchas almas e impedir muchas destrucciones en la Iglesia y en el mundo».

(16 de abril de 1955)