miércoles, 6 de marzo de 2024

Castigos de Dios a la Blasfemia: Una grande y horrible araña, se llegó derecha a la boca de un blasfemo



Año 1396, Londres (Inglaterra)

El heresiarca Wiclef ambicionaba la gloria de ser contado entre el número de los más sabios teólogos de su tiempo, y para llamar la atención del mundo cristiano, que le miró con desprecio, empezó atacando la institución divina de la Iglesia Católica, la autoridad infalible del Papa y el dogma eucarístico de la transubstanciación.

Uno de sus secuaces, zapatero de oficio, fue acusado de hereje y presentado ante el tribunal que presidía el santo arzobispo de Cantorbery, Tomás de Arundell. Le preguntaron los del tribunal acerca de la herejía que profesaba, y con sólidas razones trataron de refutar sus errores y convertirle a la verdadera fe de la Iglesia Católica, mas todo resultó inútil, porque sostenía pertinazmente que la Sagrada Eucaristía no era más que pan bendito.

Entonces el Presidente le mandó que hiciese reverencia a la Hostia sacrosanta, a lo que respondió el blasfemo: "Verdaderamente tengo por más digna de reverencia una araña que lo que me mandáis adorar".

No bien hubo dicho estas palabras, cuando de lo más alto del techo descendió una grande y horrible araña, se llegó hilo derecho a la boca del blasfemo, porfió para entrarse por ella, y acudiendo muchos de los asistentes para ver si podrían ahuyentarla, apenas pudieron lograrlo.

Estaba presente el príncipe Tomás, duque de Oxone, que entonces era Cancelario del reino, y vio este prodigio. Y el sobredicho Arzobispo, levantándose luego con los demás del tribunal, declaró al pueblo lo que había obrado la mano del Señor, vengándose de aquel blasfemo de la Sagrada Eucaristía.

(P. Fr. Tomás Uvaldense. De Sacramentis, tomo 2, capitulo 63.
Nicolás Harpsfeld, Historia Vicleffiana, capítulo 18.)

P. Manuel Traval y Roset