miércoles, 19 de noviembre de 2025

Santa Isabel de Hungria - 19 de Noviembre




En orden a los difuntos no queremos, hermanos, 
dejaros en ignorancia para que no os entristezcáis, 
del modo que suelen los demás hombres, 
que no tienen esperanza. 
(1 Tesalonicenses, 4, 13). 

Santa Isabel, hija de Andrés II, rey de Hungría, y esposa de Luis IV, landgrave de Turingia, se levantaba todas las noches para orar a Dios, alimentaba hasta a novecientos pobres todos los días y seguía descalza las procesiones. A la muerte de su virtuoso esposo, que se había hecho cruzado con Federico Barbarroja: "Dios mío -dijo ella- cuando para resucitarlo no tuviese sino que dar un solo cabello, no lo daría si ello fuese contra vuestra voluntad". Despojada y echada entonces como disipadora por su cuñado, vivió pobre con sus tres hijos, recobró después sus bienes cuyas rentas distribuyó a los pobres, y murió en una cabaña, el 17 de noviembre de 1231, contando menos de 24 años de edad. 

MEDITACIÓN 
SOBRE LA MUERTE 
DE NUESTROS PARIENTES y AMIGOS

I. Todos los días vemos que se mueren personas que nos son queridas. Si sucumben a una muerte súbita e imprevista, aun después de una vida poco edificante, no desesperemos de su salvación; tal vez han invocado a Dios y han obtenido el perdón de sus faltas en el último momento; con todo, tomemos nuestras medidas para no ser sorprendidos en la misma forma. Si estas personas mueren con la muerte de los justos, no las lloremos; más bien tengámosles santa envidia. Te afliges de ver morir a tal pariente o a tal amigo; consuélate, es más dichoso que tú si ha muerto santamente. Tú combates aún, él triunfa ya. Que tu fe, tu esperanza y tu caridad te consuelen. (San Agustín). 

II. Dios quiere desapegarte de las personas que más amas, a fin de que te pertenezcas por entero; quiere que pienses a menudo en la muerte. Escucha qué te dice: Hoy es mi turno, mañana será el tuyo. ¿Qué estima tiene ahora ese amigo de aquello que era el objeto de sus afanes? Un día estarás como él en el lecho de muerte. Ten los sentimientos que entonces tendrás y despreciarás lo que más amas. 

III. No esperes la hora de la muerte para prepararte a morir bien. No sabes cuándo ni cómo morirás: haz ahora todo lo que entonces quisieras haber hecho. ¿Estarías dispuesto a morir en este momento? Pensemos incesantemente en la muerte; esforcémonos lo más que podamos para no estar eternamente separados de nuestros parientes y amigos, que gozan ahora de la gloria del paraíso. Allí nos espera gran número de aquéllos que nos son queridos. (San Cipriano). 

La conformidad con la voluntad de Dios 
Orad por vuestros parientes difuntos. 

ORACIÓN 
Dios de misericordia, iluminad los corazones de vuestros fieles, y por la gloriosa intercesión de la bienaventurada Isabel, concedednos la gracia de despreciar las prosperidades mundanas y gozar sin interrupción de los consuelos celestiales. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. (1642-1718) 

jueves, 13 de noviembre de 2025

La Virgen María en ejemplos 19: María la pecadora, convertida en la hora de la muerte

 


Se cuenta en la Vida de Sor Catalina de San Agustín que en el pueblo donde moraba había también una mujer llamada María, que habiendo sido escandalosa en la juventud, no era mejor siendo ya vieja, por lo cual la echaron del pueblo y se refugió en una cueva, donde al cabo murió medio podrida, sin sacramentos y abandonada de todo el mundo, y así, la enterraron en el campo como a una bestia. Sor Catalina, aunque acostumbrada a encomendar a Dios muy de veras las almas de todas las personas que allí morían, habiendo sabido la desgraciada muerte de la vieja, no pensó en pedir por ella, teniéndola, como ya todos la tenían, por condenada. Al cabo de cuatro años se le aparece de pronto un alma en pena, que le dice: 

«Catalina, ¿he de tener yo tan mala suerte? Tú encomiendas a Dios a todos los que mueren aquí, y sólo de mi alma no tienes compasión.» «¿Quién eres?», le preguntó la sierva de Dios. «Soy María, la que murió en la cueva.» « ¡Cómo!, ¿tú en carrera de salvación?» «Sí — volvió a decir el alma — , lo estoy gracias a la misericordia de la Reina del Cielo. Oye cómo fue. Cuando ya vi cerca la muerte, mirándome tan abandonada y llena de pecados, volví los ojos a la Madre de Dios, diciendo: Señora, no hay quien me valga en este último trance; pero Vos acogéis a todos los desamparados, Vos sois mi única esperanza, Vos sola me podéis ayudar; tened compasión de mí. No se hizo sorda la Virgen sacratísima; me alcanzó de Dios la gracia de hacer un acto de verdadera contrición, morí entonces, y así me salvé. Ahora, en el purgatorio, me ha obtenido también el favor de que se me abrevie la pena, haciendo que sufra con más intensión lo que hubiera tenido que padecer por muchos años, y sólo me falta que se celebren algunas misas por mi alma, las cuales te pido que me mandes decir, y yo te prometo rogar siempre en el Cielo por ti a Dios y a su santísima Madre.» 

Cuidó Sor Catalina que al instante se aplicasen las misas, y a los pocos días se le volvió a aparecer el alma más resplandeciente que el sol, dándole gracias por el beneficio, y diciendo que iba a la gloria a cantar para siempre las misericordias del Señor y a rogar por ella


 Las Glorias de María
San Alfonso María de Ligorio

Milagros del Escapulario 22 - El Venerable Francisco de Yepes y la Indulgencia sabatina

 


El Venerable siervo de Dios Francisco
 de Yepes y la Indulgencia sabatina

Entre las muchas revelaciones del venerable siervo de Dios Francisco de Yepes, hermano del místico doctor San Juan de la Cruz, nos refiere el autor de su admirable vida, José de Velasco, que, como muriese en olor de santidad en la ciudad de Medina del Campo, el venerable terciario Carmelita, Antonio de Santiago, varón de eximias virtudes, y al que unía una estrechísima amistad espiritual con el siervo de Dios Francisco de Yepes, ambos en vida habían hecho un pacto común, por el cual se comprometían, el que de los dos muriese primero, a aparecerse lo antes posible a su amigo, para manifestarle el estado de su alma en la otra vida, si Dios fuese servido de concederles tal gracia. 

Y, en efecto, el sábado inmediato a la muerte de Antonio Santiago, el cual había muerto a los treinta años, lleno de virtudes y méritos, como estuviese al rayar el alba orando ante el sagrario el siervo de Dios Francisco de Yepes, sintió cerca de sí una fragancia deliciosa, de suavísimo y exquisito olor, y vio luego, muy cerca de sí, a su amigo Antonio, el cual, con el rostro resplandeciente de gloria, le dijo : " ¡ Oh, amable y fiel amigo Francisco, os pagué Dios, a ti y a los demás hermanos lo que ante Dios habéis hecho por mí después de muerto! 

" ¡ Oh, hermano mío! ¡ Si conocieseis lo que en el Purgatorio se pasa! 

"Sabed, hermano, que luego que mi alma salió de su cuerpo, fui llevado al Purgatorio, y en un día y dos noches que allí estuve, padecí grandísimos tormentos y penas acerbísimas, y hoy, sábado, al amanecer me sacó de las grandes penas que pasaba la Madre de Dios del Carmen, por su gran indulgencia sabatina." Y dicho esto desapareció de la vista de su amigo, a quien luego se le apareció repetidas veces, radiante de gloria, para animarle a conseguir muy presto el Cielo.

Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen 
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O.C.
Editado en 1956

viernes, 7 de noviembre de 2025

Oración a Santa Rita de Casia

 


ORACIÓN PARA PEDIR UN FAVOR

Santa de lo Imposible. Oh Santa Patrona de los necesitados, Santa Rita, cuyas plegarias ante el Divino Señor son casi irresistibles, quien por la generosidad en otorgar favores has sido llamada Mediadora de los sin esperanza e incluso de lo Imposible; Santa Rita, tan humilde, tan pura, tan mortificada, tan paciente y de tan compadecido amor por Jesús Crucificado que podrías obtener de El cualquier cosa que le pidas. A cuenta de esto recurrimos confiados a ti, esperando, si no siempre alivio, al menos consuelo. Se favorable a nuestra petición, mostrando el poder de Dios a nombre de este/a suplicante, se generosa con nosotros, como lo has sido en tantos casos maravillosos, para la mas grande gloria de Dios, por la divulgación de tu propia devoción, y por el consuelo de aquellos que confían en ti. Prometemos, si nuestra petición es concedida, glorificar tu nombre, informando del favor concedido, para bendecir y cantar tus alabanzas por siempre. Confiando entonces en los méritos y poder ante el Sagrado Corazón de Jesús, te rogamos:

(Mencione ahora su petición)